-Adam en multimedia-
-Joder, no vamos a llegar a tiempo. José nos va a matar –Cristian no para de lloriquear, me está poniendo realmente nervioso-. Ya verás, llegaremos tarde y tu padre nos va a colgar a los dos.
-No es mi padre –estoy harto de que todos digan lo mismo.
-Será mejor que no lo digas delante de él, no quiero que empecéis de nuevo con vuestros problemas –qué fácil es para ti, no tienes que soportarlo-. Tenemos que llegar a tiempo. Llama a Javier, necesito saber si los críos ya llegaron a Sevilla.
-Yo solo soy tres o cuatro años mayor que ellos –le dije.
-¿Otra vez con la misma cantinela? ¿Tendré que decírselo a tu padre? –no es mi padre, solo es el cabrón que tuvo la suerte de acogernos a mí y a mi hermana- Adam, llama a Javier de una puta vez, e infórmame.
Miro mi teléfono móvil, mi chatarra móvil. No es como el de esa chica a la que he tenido que vigilar desde hace semanas. Ella con su Samsung último modelo. José me obligó a seguir todos y cada uno de sus pasos, un verano acojonante vamos. Busco en la agenda el número de Javier, lo tengo en marcación, me miro las manos. Están llenas de cicatrices, por su culpa, ella es la culpable, por ser una irresponsable. Nunca me olvidaré de esa noche.
-¿A dónde vas Aria? Vamos, estás borracha, entra en casa, te acompañaré hasta una de las habitaciones –ese chico, es uno de ellos, tengo sus datos aquí, en algún lado… reviso la carpeta marrón que me dio José, y lo encuentro, un folio con la información sobre ese chico, Antonio Castilla, alias Toni. Los observo atento. Esa niña está borracha, ¿es la primera vez que bebes? José me asignó su vigilancia porque en teoría no era un objetivo problemático, una chica tranquila, inteligente, ¡una chica de Harvard! Vaya, no había visto su ficha hasta ahora, Aria Miranda. Vuelvo a centrar mi atención en la acera de frente, donde la chica forcejea para escapar del tipo.
-Que me sueltesh Toni, que me voy… me voy… -está realmente pasada.
-No te vayas, te puedes quedar, Gorka nos dijo que podíamos quedarnos, vamos te llevaré dentro –pero ella no quiere, ¿es que no lo ves? Acabo de ser consciente de que tengo mi mano en el manillar de la puerta del coche. Pero no pueden verme, que se las componga ella como pueda. La miro. Ella no puede ni con su alma.
-Toni, no, ya bassta, no quierro –y de repente me veo plantándole mi puño en la cara a ese gilipollas. A penas me doy cuenta de que la chica se cayó al suelo. El tal Toni también está borracho, aunque no tanto como ella, él sabe lo que hace, tanto que me miró solo una vez y se dio la vuelta, entrando de nuevo en la casa.
Me vuelvo al coche, abro la puerta, tengo que marcharme de aquí, rebasé los límites, José me matará. Pero escucho un leve sollozo. Me giro y allí está, tirada en el suelo, ebria, guapa y niña. Por un momento se me apareció la imagen de mi hermanita. Algún día crecerá, será guapa e irá de fiesta. Así que voy hacia ella y la levanto del suelo. Qué ligera es.
-¿Y quién cojjjjones eresh tú? –no la miro cuando la meto en el asiento del copiloto y le abrocho el cinturón. José no solo me matará, sino que me matará y me revivirá para volver a matarme de nuevo. Sé donde vive, llevo dos semanas vigilándola, pero antes de llevarla, creo que podríamos hacer una parada.
-¿A dóde me llevash? –me está mirando, lo noto. Sin embargo a mí me resulta imposible verla, sabiendo lo que sé.
Paro en un McDonal, y pido un par de hamburguesas y café, bastante café. Quizá esto le ayude.
-Voy a vvomitar –y entonces la miro. Está pálida, mirando con cara de asco las bolsas de comida basura. Claro, tiene el estómago hecho mierda. Así que paro en el arcén, la ayudo a bajarse y la agarro para que vomite-. No me miresh, esstoy horrrrrible –y razón no le falta. Le agarro el pelo mientras ella lucha con su estómago, una batalla perdida. Es brillante, color marrón castaño, muy largo y muy suave. Se alza y me mira. Tiene unos ojos enormes, marrones. Acepta mi ayuda para volver a subir al coche, y coge mi botella de agua del salpicadero para enjuagarse la boca.
-Grraciash –dice-, yo no ssuelo beber ashí –la miro, parece preocupada-. Mi padrre se enfadará.
-Ten, come algo, y bébete el café. Luego te llevaré a casa –y me hizo caso.
Cuando llegué a la casa de José y vio mis nudillos ensangrentados montó en cólera. Me obligó a autolesionarme, me ordenó que le pegara puñetazos a la pared, y eso hice porque, ¿qué podía hacer sino?-Adam, ¿quieres llamar a tu tío de una vez? –me gritó Cristian, sacándome de mis recuerdos. Automáticamente le doy a la tecla verde.
-¿Qué pasa? –la voz de Javier suena preocupada-. Te dije que no llamaras si no era absolutamente necesario.
-Cristian quiere saber si los chicos ya están en Sevilla.
-Están bajando del avión. Pronto pillarán el coche, en cuanto lo hagan te mandaré un mensaje. No volváis a llamar a no ser que sea importante –colgó.
-Acaban de llegar a Sevilla, nos avisarán cuando tengan el coche.
-Bien, entonces vamos bien de tiempo –me miró con alegría-. ¿No vas a cambiar esa jeta ni con las buenas noticias?
-Sabes lo que pienso, y sabes por qué estoy aquí –me miró con suspicacia.
-Ni se te ocurra echarnos todo a perder, o sabes lo que pasará –me amenazó-. Esto también te conviene chico, podrás volver a tu querida carrera. ¿De qué era? ¿De medicina? –puso la música antes de que pudiera responder.
No dejo de pensar en esos ojos marrones. Seguí vigilando a la chica dos semanas más después de esa noche, hasta que por fin llegó el día en el que tenían que coger ese maldito avión.
Me distraigo jugando al Snake en mi chatarra móvil mientras el gilipollas de Cristian grita al son de Enrique Iglesias. En menos de veinte minutos se detiene mi juego para mostrarme un mensaje entrante. Vaya, estaba a punto de alcanzar el último nivel.
“Los críos tienen el coche. Ya van en camino”. Cristian se pone nervioso en cuanto le comunico las nuevas, y para relajarse decide apagar la radio y comenzar con uno de sus intensos monólogos sobre caza.
Por fin llegamos a la casa rural donde se quedarán los niños pijos. Aparcamos la camioneta tras una arboleda desde la que se puede divisar perfectamente la entrada del edificio. “El castañar de Aracena”. Menudos nombres que les pone la gente a sus casas. Cristian me saca de mis pensamientos.
-Atento, el vigilante de la casa acaba de salir –el señor Pedro Báez. José me ordenó a principios del verano que viniera a pedir trabajo aquí, así reconocería el terreno y tendría una excusa para entrar y salir de la casa sin levantar sospechas, puesto que José quería utilizarla como jaula, como él dice. Pero el señor Báez no estaba buscando a alguien tan joven como yo, por lo que José tuvo que investigar algún otro lugar por aquí cerca. Se cabreó bastante conmigo, y me lo hizo pagar, aun sabiendo que no podría utilizar la casa para retener a los chicos, ya que muchas personas entran y salen continuamente de ella. La única oportunidad que tendríamos para acercarnos a los chicos sería durante la noche, cuando ya no hay gente del servicio en el recinto, y cuando el vigilante se va a su casa. Desde el principio supe que no podríamos usar este lugar, pero vine, para no llevarle la contraria al fruto de mis sufrimientos, y para intentar ayudar a esos críos. Si yo hubiera conseguido el trabajo en la casa, José la habría usado como jaula, y habría sido muy fácil que el señor Báez o cualquier persona del servicio que atiende la finca se diera cuenta de lo que pasaba. Pero la suerte no suele estar mucho de mi parte.
Los chicos llegaron una hora y cuarenta y cinco minutos más tarde. En la casa solo quedaba el vigilante, que los recibió con los brazos abiertos y más emoción de la que dicta la buena conducta. Se nota a la legua que están pasando una mala racha. En cuanto el señor Báez se fue, se armó la fiesta. Música y alcohol. Vi cómo la mayoría de ellos se divertían y se emborrachaban. Me fijé, no sin cierta alegría, que la muchacha, Aria, no tomó ni una gota de alcohol. Bien, has aprendido. Cuando se hartaron de la piscina y del porche, siguieron con la fiesta en el interior de la casa, y así me tuvieron, despierto hasta las cuatro de la mañana.
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Rapto
Teen Fiction"Vas a ir a la cárcel... lo que has hecho conmigo tiene un nombre, se llama secuestro. Has secuestrado mi corazón y ahora no soy nada sin ti"