CAPÍTULO 6

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-Gorka en multimedia-

-¿Lo estás pasando bien? -la voz de mi padre suena preocupada. No espera a que responda-. Ten mucho cuidado Aria, y no te separes de los demás.
-Tranquilo papá, estoy bien, me lo paso genial y tengo mucho cuidado -espero a que se relaje un poco antes de seguir. Lo escucho suspirar-. Las playas de Huelva son fantásticas papá, deberías traer a Elena algún día, seguro que le gusta -se ríe. Nos pasamos unos diez minutos hablando por teléfono, cómo echo de menos a mi padre, nunca nos hemos separado por tanto tiempo.
Al final me despido de él y vuelvo al comedor. Los demás casi han terminado de almorzar; la señora Hernández, la cocinera, ha hecho una lasaña estupenda, se le da genial la cocina.
-Estábamos votando Aria ¿prefieres que vayamos a la playa luego o te gustaría que nos quedáramos aquí? -Gorka, a mi derecha, me mira con una gran sonrisa en la boca. Sé lo que quiere. Quiere fiesta. Bueno, hemos hecho turismo cinco días seguidos, no me voy a morir por un poco de alcohol y farra.
-Prefiero quedarme -su sonrisa se ensancha más, si cabe. Anabel protesta, quería volver a la playa a por esas conchas que se olvidó ayer. Le hablo a mi amigo al oído-. Pero me tienes que dar la mitad de tu trozo de lasaña -Gorka me mira con ojos entrecerrados y yo le enseño todos mis dientes en la sonrisa más grande que puedo mostrar.
-De acuerdo -dice pasándome lo pactado-, Toni, Max y yo iremos luego a comprar, por lo que si alguien necesita algo que hable ahora o calle para siempre.
-Crema hidratante -sí, cómprale crema a Andrea para que deje de pedirme la mía. No me gusta tener que prestar mi deliciosa hidratante con aroma a arándanos. Lo sé, es egoísta, pero es mi crema de arándanos.
-Crema... hidratan... te -Max va apuntando todo lo que piden los demás. Me viene a la cabeza el interior de mi neceser. No, yo no necesito nada por ahora. Bueno...
-Tráeme unas pinzas para el pelo, ya que alguien rompió las mías -le lanzo una mirada envenenada a Bruno.
-Eh, fue sin querer y lo sabes -me sonríe; la verdad es que no es el mejor modo de disculparse. Me las quitó ayer en la playa para hacerse el gracioso con los chicos, y acabaron hechas un montón de plástico marrón destrozado-. Para que veas que no era mi intención dejarte sin tu artilugio sujeta pelos, yo mismo te compraré uno nuevo -me sonríe y, yo, ante la cara de perro mojado que me pone, no puedo evitar corresponderle.
Miro el trozo de lasaña de mi plato. En realidad no estoy segura de si me cabe algo más, ya me he comido el mío, pero se lo quité a Gorka, así que lo intento. Desisto al tercer bocado y se lo devuelvo. Es tan glotón que lo acepta de regreso encantado. Por el rabillo del ojo me doy cuenta de que Toni me observa desde el otro lado de la mesa, pero procuro no devolverle la mirada. Todavía estoy enfadada con él y, además, ni siquiera me ha pedido disculpas. Andrea, a mi izquierda, se da cuenta de mi incomodidad, por lo que se levanta tirando de mi.
-Vamos Aria, has comido demasiado y te apesta el aliento -genial. Sin embargo la sigo con media sonrisa asomando.
-Aria -me vuelvo. Hacía casi una semana que no se dirigía a mi en absoluto, y yo tan aliviada de que no lo hiciera. Ahora al escucharlo hablándome de nuevo siento un ligero retortijón en lo más profundo del estómago, y no puedo evitar recordar su aliento de Vodka azotando mi rostro, la sensación de sus dedos apretando mi brazo y las marcas que no han desaparecido del todo aun. Se me acerca vacilante, está nervioso, puedo verlo en su rostro-. Quería pedirte perdón delante de todos, por lo que te hice -¿Por todo? Lo dudo. Pareciera que me lee el pensamiento, porque rápidamente añade-. No sólo por lo del sábado, sino también por lo de... la fiesta... -ni siquiera sabe cómo decirlo. Una parte de mi lo entiende y lo compadece, no obstante le gana la parte que piensa que lo que hizo es realmente repugnante y vergonzoso, y lo cierto es que estoy segura de que no lo podré llamar más mi amigo-. ¡También por lo de la fiesta de Gorka! -escupe. Los demás están en silencio, por el rabillo del ojo veo cómo Gorka abre mucho los ojos, sorprendido. Suponía que quizás él estaría enterado de lo que pasó en su casa esa noche, pero parece que me equivoqué. Entonces ninguno de ellos sabe nada del asunto excepto Andrea y yo. Nadie se va, ninguno de mis amigos me deja sola, después del numerito de Toni de la primera noche tienen claro que éste no es el tipo de conversación que quisiera tener en privado, y les agradezco su presencia. Me quedo mirando al chico que tengo frente a mí.
-Ajá -es todo lo que logro articular. Toni se arma de valor.
-Yo quiero que sepas lo que hice -¿aquí, delante de todos? Baja la cabeza, observa nuestros pies. Está muy nervioso, no es capaz de mirarme a los ojos. Veo que respira profundamente, aquí llega la bomba-. En la fiesta de Gorka eché éxtasis en tu refresco y...
-¿Cómo dices? -lo sabía. Gorka se adelanta-. ¿Que metiste tus mierdas en mi casa y drogaste a una persona? -ni siquiera dice mi nombre. Da igual que sea su amiga, para Gorka el simple hecho de que alguien drogue a una persona le parece repulsivo, le recuerda a su hermano.
-Escucha, yo...
-¡No! ¡Escúchame tú a mi! -Gorka está temblando. Se le desfigura la cara mientras le grita a su amigo. Actúo por instinto. Me muevo rápido, soltándome del agarre de Andrea. Una minúscula parte de mi cerebro registra el hecho de que aun me sostenía la mano. Me planto entre los dos chicos, noto el calor de sus cuerpos, demasiado cerca el uno del otro. Apoyo las manos en el pecho de Gorka, intentando parar su avance, me mira, qué alto es-. Apártate Aria -al menos a mi no me grita.
-No, hasta que te tranquilices -me mira echando chispas por los ojos. Bajo la voz para que sólo me escuche él-. Me estás asustando -no sé cómo lo hace, pero abre más los ojos todavía-, y estás alarmando al personal de la casa -y es verdad. Pude ver cómo asomaba la señora Hernández por el rellano del pasillo cuando empezaron los gritos.
-Gorka... -Toni sigue intentándolo.
-Será mejor que dejemos el tema para más tarde -sentencia Andrea mientras se lleva a su hermano de la estancia. Cuando pasa a mi lado me mira, yo le asiento haciéndole ver que estoy de acuerdo con que lo saque de aquí, tampoco quiero que se arme una pelea. Tiro de Gorka hacia el exterior de la casa. Seguro que un poco de aire fresco le vendrá bien para calmarse.
Nos sentamos en el sillón de mimbre del porche. Sé que sigue nervioso por los temblores de sus manos, me quedo observándolas. No sé si es demasiado, pero aun así lo hago, le tomo de la mano y nos quedamos así, sin dirigirnos la mirada, admirando el hermoso paisaje. Ante nosotros se extiende el jardín, el césped es tan verde y brillante, que deslumbra bajo el sol. A menos de cien metros se encuentra la cerca que rodea la finca y, más allá, grupos de árboles puntean la inmensa campiña, hasta que se unen más allá formando un bosque, las partes de un todo. Es un lugar precioso. Ofrece tranquilidad. De repente, como si hace diez minutos no hubiera pasado nada, me encuentro imaginando a mi padre aquí, feliz, con su Elena. Los dos charlan contentos mientras pasean cogidos de la mano y yo, observándolos desde aquí, no dejo de sonreír. Papá todavía no le ha propuesto matrimonio, a pesar de que está clarísimo que estarán juntos para toda la vida; jamás vi a dos personas tan hechas el uno para el otro. A veces ella me pregunta si sé algo sobre el asunto, sin embargo papá es muy reservado a ese respecto, lo que me hace pensar que tiene miedo, no sé muy bien a qué, de lo que sí estoy segura es que lo tiene. Gorka me aprieta la mano, sacándome de mi ensoñación. Le miro.
-¿Tú cómo estás? -no sé cómo espera que esté, la verdad.
-Bien.
-Si hubiera sabido lo que iba a hacer...
-Lo sé -le interrumpo. Me mira horrorizado... Entonces caigo en la cuenta que él no conoce toda la historia, es muy probable que esté imaginando cualquier cosa-. No pasó nada Gorka. Por lo que sé empecé a beber alcohol, salimos a la calle y allí alguien le dio un puñetazo por intentar besarme -pero su rostro denota incredulidad.
-¿Por lo que sé? -repite mis palabras.
-Sí, bueno, no soy una experta en el asunto, pero creo que no es muy recomendable mezclar drogas con alcohol. No me acuerdo de mucho la verdad -se queda pensativo.
-Me dijo que se peleó con un gilipollas de segundo cuando entró, que te habías ido a casa en un taxi. Tenía el labio partido y le creí -así que eso es lo que dijo a todos. Frunce aun más el ceño-. Pero, ¿quién le pegó entonces?
-No tengo idea, creo que recuerdo un poco su cara. Era un chico. Me llevó al Mcdonals y luego a casa -Gorka casi se atraganta. Cuando se recupera me mira, muy serio.
-Te llevó a casa -asiento-. Te fuiste con un desconocido -sí, yo también me quedé igual de pasmada que tú cuando me enteré-. Aria, ¿qué irresponsabilidad es esa? Y por si fuera poco me dices que a penas recuerdas nada. ¿Es que sabes todo lo que pasó en el camino de regreso a tu casa? -me está sermoneando, el rey de la irresponsabilidad me sermonea.
-La verdad es que no recuerdo que en ese momento fuera muy consciente de mis actos, así que deja de regañarme. Estoy segura que no me tocó ni un pelo, llevo soñando lo que ocurrió esa noche las tres últimas semanas -me mira con elocuencia-. De veras, estoy totalmente segura, no me hizo absolutamente nada. Me compró un café y me llevó a casa.
-¿Y por alguna casualidad recuerdas cómo sabía él dónde vives? -yo me he hecho esa misma pregunta desde que supe la verdad.
-Supongo que se lo diría yo -no lo he convencido, pero decide dejarlo estar.
-Vamos, acompáñame a comprar -no me puedo creer que siga teniendo ganas de fiesta-. Cenaremos pizza esta noche, ¿te apetece? -vaya, soy una mal pensada. Me sonríe, pero la alegría no le llega a los ojos, y sé que no ha dado el tema por zanjado. Maldito Toni; tiene que seguir aguándome las vacaciones.

Bruno saca la pizza del horno. Huele deliciosamente bien. Gorka nos ha dejado al mando de la cocina; cuando volvimos de hacer la compra nos repartió a todos las tareas de picar, hervir y hornear. "Cuatro pizzas no se hacen solas" nos dijo cuando protestamos al ver que él se iba de la cocina y nos dejaba el trabajo a nosotros. Con ésta ya están todas hechas. Nos disponemos a servir la mesa cuando entran Gorka y Toni, el segungo con un moratón bajo el ojo izquierdo. Todos nos quedamos en silencio observándolos; veo pequeñas rozaduras en los nudillos de la mano derecha de Gorka y abro la boca, pero él me la cierra con una simple mirada. Da miedo cuando está enfadado.
-Bueno, a por las pizzas, ¿no? -ninguno de los demás se atreve a decir una palabra sobre el asunto y, ni siquiera Andrea pone objeción. Mira a su hermano con ojos llorosos, pero se hace la valiente y nos sigue al comedor.
No hubo incidentes durante la cena, ni malas palabras, ni lágrimas. De hecho transcurrió bastante relajada y hasta hubieron risas y chistes malos. Toni no me dirigió la mirada en ningún momento, ni a mi ni a Gorka y, mucho menos, a su hermana. Una vez en la habitación fue diferente. Tanto Anabel, como Andrea y yo estábamos demasiado nerviosas como para hablar. Las tres nos acostamos sin cruzar más palabras que las buenas noches, y ellas se durmieron en seguida.
No sé realmente cuánto tiempo llevo mirando la luz de la luna que entra a través de las cortinas. Los recientes acontecimientos siguen dando vueltas en mi cabeza impidiéndome el descanso, sumiéndome en un sueño despierto. No dejo de pensar en el ojo morado de Toni y los nudillos enrojecidos de Gorka. Ni siquiera soy consciente del ruido de la puerta de la entrada al cerrarse, ni de las pisadas que suben las escaleras, estoy tan cansada mentalmente que todo me parece estar lejos de aquí. Mi cerebro ya dormido no registra el hecho de que alguien abre la puerta de nuestro cuarto y entra a hurtadillas. De lo único que soy realmente consciente es de la tela que me cubre la boca y la nariz, y de ese rostro medio iluminado por la luna que me resulta tan extrañamente familiar.

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