PARTE IX

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El íntimo contacto, en la soledad del apartamento de Sia, hizo su beso totalmente diferente a todos los que habían compartido en el bar

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El íntimo contacto, en la soledad del apartamento de Sia, hizo su beso totalmente diferente a todos los que habían compartido en el bar. El ambiente la llevó a pensar que estaba flotando en un mar desconocido, temiendo por la irresistible oscuridad que le aguardaba debajo. Sentía miedo, pero también, unas intensas ganas de jugar con el peligro, con lo prohibido.

¿Se hundiría en aquel mar desconocido que poseía los labios más deliciosos que había besado alguna vez?

La pregunta se desvaneció, o quizá solo se respondió, en cuento su cálida lengua burló el bailar de sus labios cruzando más allá de ellos, buscando la suya, invitándola a una batalla que solo la falta de oxígeno en sus pulmones hubiese podido acabar, y en el resultado ambas saldrian ganadoras.

No había en sus movimientos un rastro de desesperación, Sia llevó sus manos a sus mejillas esparciendo dulces caricias con sus pulgares, provocándole una sensación de desnudez, ante su boca, sus manos, aunque su ropa permanecía intacta cubriendo su cuerpo.

Jadeó sobre su boca, Sia estaba llevándole amor a la soledad que la había arropado los últimos años, lo comprendió, le estaba desnudando el interior. Su corazón aumentó los latidos, muestra de su nerviosismo, pero no podía apartarla, porque necesitaba aquello, como el oxígeno para respirar, aunque se tratase de alguien que solo había visto dos veces.

Sus manos, fieles compañeras de su boca, descendieron sujetando su nuca con firmeza, apoyándose de ella, mientras sus dientes apretaban sus labios, robándole sugerentes gemidos. Su otra mano dejó también su mejilla para desplazarse por su brazo, erizando su piel al acariciarle con infinita suavidad, hasta tomar su mano, donde enlazó sus dedos.

Se apartaron, agitadas, compartiendo una rápida mirada que les penetró más allá de sus ojos ya ennegrecidos. No había dudas, no había frenos, estaban en el mismo juego, el macabro juego del deseo.

El corto espacio de su apartamento le permitió llevarla en un par de pasos a la cama, donde se sentó para subirla a horcajadas. Sin perder tiempo, fusionó sus bocas nuevamente en un beso, más acelerado, seguidos de sus manos que le acariciaban más íntimo, pero sin perder la infinita dulzura que siempre le acompañaba.

Sara recibió cada uno de sus besos, sin importar el correr del tiempo, estaba perdida en su boca, con el corazón latiéndole acelerado, a la par del delicioso calor que azotaba entre sus piernas. Estaba excitada, sus caderas se movieron muy suavemente, buscando sin su consentimiento el roce que su sexo requería.

Su necesidad, era la misma, de solo besarla, rozar sus dedos por la piel desnuda de sus caderas, se generaban en su interior pequeñas explosiones de fruición, que acababan alojándose entre sus piernas en una deliciosa humedad.

En un tiempo para tomar aire, contemplarse con deseo, Sia coló las manos bajo su suéter, se apegaba a su delgada figura luciéndole encantador, pero no lo suficiente para no desear verla sin él. Tomó el dobladillo, dejándolo fuera en par de segundos encontrándose con un bonito sujetador de encaje morado que cubría sus senos, aunque, podía observar sus pezones erectos, llamándola para que les llenara de sus cariños.

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