Sia recibió las cervezas, y se dedicó a guardarlas mientras Sara continuaba metida en el cuadro. Las sombras, los tonos de piel, la desnudez, y sobre todo, el deseo, plagaban una erógena fiesta entre las tintas. La imagen era estimulante a la vista, además, le recordaba a todos los cuadros que tenían el señor y la señora Miller en su espacio del placer.
Incluso cuando quería dejar el juego macabro del deseo a un lado, las casualidades de la vida, el destino, o lo que fuese que se encargaba de ello, se lo volvía a poner de frente.
Definitivamente, escapar, ya no era una opción viable.
Al regreso de Sia junto a ella, se giró para verla, el brillo hipnotizante seguía intacto en sus ojos, como si fuesen una misteriosa laguna, invitándola a sumergirse para ir develando cada uno de sus mágicos secretos.
Se concentró en controlar su respiración, ya no era fluida, y le ponía nerviosa las sensaciones que su nueva amiga le provocaba. Su cercanía se lo puso mucho más difícil, y más cuando tuvo un pequeño roce al tomar la cerveza que le ofreció.
Bebió un sorbo, y tras dedicarle un segundo al cuadro, lo usó para romper el hielo y relajarse.
—Tengo una duda —le comentó.
Sia le concedió una sonrisa, antes de ir por el puff para invitarle a sentarse, justo al lado de su trabajo, que parecía haberle cautivado.
—¿Te parece si sigo pintando y hablamos? —Al verla asentir, tomó su paleta junto al pincel, y ocupó su silla frente al cuadro —¿cuál es su duda, señorita Sara?
La observó deslizar el pincel sobre el lienzo, con una suave precisión que le dejó boquiabierta, parecía una actividad fácil, relajante, pero también supo que ni en millón de años podría recrear lo que ella estaba haciendo con tanta soltura.
Tomó un sorbo, obnubilada, y en cuanto Sia volvió a dedicarle una rápida mirada, recordó que conversaban.
—Lo siento —susurró, realmente encantada —Quiero saber, si te gustan las chicas, ¿por qué has dibujado una pareja hetero? ¿Te idealizas con un hombre?
—¡No, demonios! —gimió al instante, con un tono de desagrado que le hizo reír —Si llego a pintarme intimando, en definitiva, no sería con un chico —Le dedicó una mirada, mientras tomaba más pintura —Es un pedido que me hicieron, es la primera vez que voy a vender un cuadro.
Su tono llego de felicidad, le provocó una sonrisa.
—¡Wow! ¡Te felicito! —dejó la botella en el piso, y le aplaudió.
—Gracias —Bebió un sorbo de su propia cerveza, y le confesó —: Conocerte me motivó —Sonrió, ante su boca ligeramente abierta —Mejor dicho, el que te perdieras fue la razón que necesitaba.
—¿Es real o solo quieres quitarme el peso de encima? —le preguntó sorprendida.
Y su sonrisa, sincera, le dio la respuesta.
ESTÁS LEYENDO
¿Quieres una Copa de Vino?
Chick-LitEl deseo es un juego macabro según Sara Kingsley, la aborda sin precedentes con tan solo ver a su jefa Ivy Miller, sin importar el momento, el lugar, o el hecho de que está casada y con un hijo, le gusta que sea imponente, elegante y adicta al vino...