Namaari II [4to capítulo]

280 21 7
                                    


La gente cantaba, compraba y festejaba rompiendo cosas desde el puente hasta la plaza que estaba delante de las puertas del palacio. Ya había anochecido, pues al fondo, detrás de la gran montaña anillada que servía de cimiento para el palacio de Corazón, se asomaba un horizonte de colores anaranjados justo detrás de la arboleda, al otro lado del río.

En la fiesta, había personas de todo tipo. Corpulentos guerreros de Espina. Rudos forajidos de Cola, que portaban sus armas con el filo curvado en sus espaldas según lo dictaban sus costumbres. Elegantes ciudadanos de Colmillo. Humildes pobladores del reino de Corazón. Incluso era constante la presencia de la onerosa personalidad de las personas de Garra. Todos conversaban, caminaban y intercambiaban platillos como olas de multitudes que te arrastraban de un lado al otro.

Cuando Namaari atravesó los adoquines del puente y entró en la ciudad cruzando las dos estatuas de dragón doradas, los ciudadanos la festejaron y le dieron la bienvenida. Todo el mundo creía que ella había salvado el mundo 2 años atrás, junto con la Princesa Raya, la poderosa Sisudatu y una pandilla de voluntariosos rufianes que se postularon para ayudarles en su encrucijada. La verdad era la que la gente decidió creer. Por lo menos la que Raya había relatado. Después de todo, lo que había hecho Raya por ella, era algo necesario, algo que recaía en su deber. Si ese no hubiera sido el caso, sería aterrador pensar qué pensarían los otros pueblos de Kumandra de que ella había disparado la ballesta que asesinó a la dragona. Al final, aquella mentira, no fue por alcanzar fácilmente la gloria, sino para pontificar la paz en Kumandra, y convencer a la gente de que continuar luchando entre sí no era la solución.

—¡Princesa Namaari! — corrieron gritando unos niños vestidos de diferentes colores según su pueblo. Namaari debía presentar la mejor cara, aunque verdaderamente estaba algo nerviosa.

—Gracias... gracias niños. Ahora, vayan a jugar por allá.

—Princesa Namaari. —dijo una de las generales que la seguía como guardaespaldas. —¿Le acompañamos?

—No, descuiden. Estamos en una celebración. No hay motivos para causar problemas. —reiteró Namaari. —Vayan a disfrutar por ahí. Partiremos antes del amanecer. —terminó antes de que sus generales se llevaran las manos al pecho en forma de reverencia y comenzaran a dispersarse entre la gente.

Namaari vestía su atuendo casual color crema, aunque algo menos rudo y más estético, que combinara con el alma de la fiesta. En su parte dorsal, desde sus hombros, la tela tenía un fino detalle dorado con formas geométricas que le recorrían hasta la cintura, para luego continuar sobre una capa del mismo color crema que colgaba desde la parte trasera de la cintura y que le tapaba las piernas hasta los pies.

A medida que se acercaba a la puerta del palacio, la música, los festejos, la comida y las voces se hacían más fuertes y perpetuas. Entre las personas, había algunos dragones de varios colores que interactuaban entre ellos y con otros humanos. Pero había uno que llamaba bastante la atención. Un dragón largo y grande, color verde como la lechuga, junto con una melena y ojos del mismo color esmeralda. Su cuerno, era como una corona de color blanco y ligeramente dorado con algunos detalles negros. Estaba allí, parado enfrente de varias personas, asistiendo y platicando, tanto con ancianos, como adultos y niños, y parecía disfrutarlo.

Caminó y caminó a través de la ciudad, donde todos estaban festejando y disfrutando del momento. Atravesó la gran plaza de la ciudad, un gran espacio donde había una gran cantidad de tiendas bajo lonas de piel y estacas, donde se vendían todo tipo de comidas y bebidas deliciosas provenientes de todos los lugares de las 5 tierras. Siguiendo camino arriba, Namaari subió una escalera de piedra, tallada sobre una calle estrecha que conectaba con las puertas del palacio, y allí, una gran masa de gente, junto a algunos dragones, permanecía entre las casas y algunos pequeños estanques que había en el lugar. Pero ella no tenía ninguna intención de festejar, pues tanto Colmillo como toda Kumandra estaban en peligro.

Caminó y buscó entre toda la gente, y allí la encontró, a Raya atravesando un arco de piedra que conectaba la plaza con unos jardines que velaban bajo la luz de la luna. Namaari se acercó, justo cuando Raya estaba saliendo de los jardines mientras volvía a la festiva plaza del palacio, y allí, ambas se vieron de frente a frente.

—Princesa Namaari. —dijo Raya. El aire parecía que se cargaba de tensión y disgustos cada vez más y más. —Me da gusto ver que Colmillo se unirá al tratado.

—El placer es nuestro, Princesa Raya.

—¿Y la jefa Virana? ¿No ha venido? — preguntó Raya.

—Surgió un inconveniente y no pudo venir. —contestó Namaari, mientras intentaba acercarse lentamente hacia ella. —Raya, necesito hablar contigo urgente. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar en privado?

—¿Qué? Oh... si, sígueme.

Juntas caminaron entre la multitud, intentando pasar como fantasmas para que nadie les interrumpiese. Se desvanecieron en un callejón donde había una plazoleta con un pequeñísimo estanque que se alimentaba de los estrechos ríos artificiales de la ciudad, y allí Namaari intentó explicarle todo lo que ocurría.

—Hoy se presentó un señor de una de las tribus de Colmillo. Era un sabio: el Sabio Walle. Un hombre admirable. Yo lo conocía desde pequeña y es un hombre muy gentil. Pero... lo que nos vino a mostrar... fue extraño. —Namaari suspiraba aceleradamente con solo recordar aquella nube negra y el humor violeta que se había formado sobre la olla oxidada. —Comenzó a calentar una olla y luego vertió un poco de agua que tenía dentro de un frasco de vidrio. Y de pronto se empezó a formar una... nube... sobre él, flotando en el aire. Luego, de una nube se formó la lluvia sobre un campo. La comida se transformó en un fuego ardiente debajo de un bloque de hierro que se estaba fundiendo. Ahí fue cuando se empezaron a formar unas manchas de colores. junto con algunas gotas de agua, que formaron la silueta de un dragón. Pero... Raya... —Namaari inhaló profundamente. — luego de formarse el dragón, la nube se hizo negra, y formó algo así como una masa gelatinosa de color violeta.

Creía que Raya había escuchado bien, pues en todo momento estuvo atenta a su historia. Ambas permanecieron en silencio. El aire se había vuelto pesado, y la carga de sentimentalismo se hacía notar.

—No querrás decir de... no. — dijo Raya.

—Si, Raya. No estoy totalmente segura, pero... creo que sí. — contestó Namaari delirante.

—No quiero. Me niego a creerlo. No tiene sentido, ¡Los exterminamos hace 2 años! ¡Tú lo viste! Fuimos las primeras en regresar.

—¡Lo sé! Pero... ¿y qué si es posible? Nunca nadie nos dijo que no podrían volver. Eso ya lo hace una posibilidad.

—Entonces... ¿qué podremos hacer? —preguntó Raya, a lo que Namaari la miró fijamente a los ojos con una mirada fría y despiadada.

—El anciano ese dijo que evitemos la guerra a toda costa. Por nuestra parte, Colmillo va a cumplir el tratado. Pero hay que saber lo que planean las otras tierras.

—Yo hablaré con mi padre. Le planteará la historia tuya y hablaré con las otras tierras, y a Sisu.

—Muy bien. Y que esto quede entre nosotras. No podemos arriesgarnos a que los otros reinos se sientan amenazados.

—Entiendo. — respondió Raya, aunque intentaba esconder un poco sus ojos para no ver fijamente a la cara a Namaari. «¿Acaso desconfía de mí? Eso es seguro, después de todo lo que pasó entre nosotras...» pensaba en su mente.

Raya y los Dragones (RATLD Fan Fiction Secuela) [ En desarrollo ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora