Namaari III [6to capítulo]

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El tiempo corría lento sobre el camino de tierra que conectaba las tierras de Corazón con las tierras de Colmillo, su tierra natal. El carruaje, escoltado por dos Serlots, se movía de lado a lado sobre las raíces, las imperfecciones y las pequeñas rocas que bifurcaban la tira de árboles del espeso bosque, mientras la madera crujía y se retorcía como la tala de un árbol.

El bosque que les rodeaba, estaba en silencio. Un silencio un tanto relajante, pero a la vez misterioso. Una continua capa espesa y neblinosa de espeso bosque solitario, que emitía un suspiro agudo e inquietante.

Habían partido al amanecer, como era el plan. Una caravana escoltada por dos Serlots con sus jinetes, 15 ballesteros y 35 soldados de infantería con sus lanzas, escudos y espadas, protegían el transporte donde estaba la princesa, que, en ese momento, estaba contemplando su collar de Sisu. Sentía remordimiento, lo contemplaba perdidamente pensando en todo lo que había ocurrido, todo lo que había hecho. No tenía razones para sentir ese sentimiento por Raya, sino por la dragona, que había dado su vida para probarle que ella era mejor de lo que creía ser. Ahora, eso era parte del pasado. Un pasado oscuro que la había obligado a hacer lo que hizo. Traicionar a Raya dos veces y sentir que ella había quebrado el mundo solo para que su tierra prospere. «Eso no es prosperidad» pensaba. Ella se había dado cuenta de eso al momento de unir todas las piezas de la gema, 2 años y medio atrás. Pues tenía contados los días desde que ocurrió tal acontecimiento, tan equivocada estuvo que había prometido que nunca cometería tal magnitud de error otra vez.

Ahora, su madre la estaba esperando en su tierra natal. Se había planificado que la caravana arribaría en la ciudad antes del atardecer. Sin embargo, contando con el ritmo y la velocidad a la que iban, seguramente llegarían para algunas horas antes.

Los Serlots estaban hambrientos, los soldados cansados, y Namaari solo quería dormir. De pronto, un rugido feroz se escuchó desde afuera de la carroza. Namaari saltó del asiento dentro la carroza para ver qué estaba pasando afuera a través de una pequeña ventana de cristal fino en la pared delantera del carruaje. Uno de los jinetes estaba siendo aplastado por el Serlot al que estaba montando, que estaba atrapado debajo de una gran red. Luego, el otro Serlot junto con su jinete, sufrieron el mismo destino. Una lluvia de flechas y rocas comenzaron a golpear incansablemente el carruaje donde estaba la princesa, ella salió, y de pronto, una lluvia de humo gris e invasivo comenzó a rodearlos y dispersarlos como una espesa niebla oscura que ardía sobre los ojos.

Namaari apenas podía ver algo, estaba desarmada y absolutamente nada preparada. Se escuchaban gritos de guerra por todos lados. Atrás de ella, adelante, a los costados. No había lugar donde no hubiera chasquidos de metal ni gargajos profundos que chocasen y danzasen sobre una extensa y caótica melodía, mientras las flechas seguían cayendo desde el otro lado del carruaje. Por suerte, este era enano, por lo que sirvió de cobertura para que ella no fuera impactada por uno de estas saetas.

De pronto, un hombre de gran envergadura apareció de entre la neblina para atacarla, y Namaari, esquivó el ataque con poca suerte. Era una especie de soldado, pero algo diferente. No portaba ningún tipo de ropa específica que diferenciara de las otras tierras de Kumandra, o una armadura que le protegiese. Simplemente vestía con tiras y más tiras de tela vieja y ligera que se teñían de colores azul oscuro como el mar profundo. El mismo estaba armado, llevaba una espada corta en su mano derecha y un escudo cuadrado en la otra.

Namaari rodó por el suelo, llenándose la ropa de cortes y la piel de heridas por las pequeñas rocas incrustadas en la superficie de la tierra. El soldado intentó atacarla mientras ella se ponía de pie, intentando asestar un golpe de arriba hacia abajo que la remataría por completo, pero Namaari, ya estaba preparada para eso. Justo antes de que el soldado terminara de preparar su ataque, Namaari arremetió desde el suelo con un gancho a una de las piernas del sujeto, este cayó, lo que le dio tiempo a ella para contraatacar. Dio un salto para caer con su pierna sobre el brazo del sujeto, que hizo que este soltara fácilmente su espada y acabara inconsciente por otro de los ataques de la princesa, ahora armada con la espada oxidada de ese soldado al que había vencido.

Raya y los Dragones (RATLD Fan Fiction Secuela) [ En desarrollo ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora