IX

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Bakugo despertaba temprano sin necesidad de alarma, una costumbre que tenía establecida desde muy temprana edad por haberse acostumbrado a un horario definido de sueño.

Por lo tanto, a las nueve de la mañana ya estaba despierto, tenía media hora para arreglarse, desayunar algo ligero y empezar su día como dueño temporal del hostal. Esa había sido su rutina desde que sus padres fueron al absurdo viaje de aniversario.

Aunque recientemente había incluido un paso que lo retrasaba algunos minutos, totalmente necesarios a su parecer.

Consistía en observar a Kirishima mientras dormía. Justo después de despertar tenía la maravillosa vista del pelirrojo durmiendo profundamente en el sillón, le parecía relajante verlo tan tranquilo cuando usualmente era un bastardo lleno de energía casi del nivel de Kaminari.

También aprovechaba para observarlo con detenimiento, cosa que no podía hacer cuando estaba despierto si no quería levantar sospechas de sus sentimientos.

Eijiro le parecía absolutamente hermoso.

Se sentía afortunado de tenerlo pues, en el corto tiempo que llevaban compartiendo, había demostrado ser una persona útil, siempre haciendo los trabajos asignados con una sonrisa independientemente de lo tediosos que podían ser algunos de ellos, nunca obtuvo una queja por parte de los huéspedes, al contrario, todos lo elogiaban por haber contratado a alguien tan servicial, amable y dispuesto a trabajar.

Una persona hermosa por dentro y por fuera, se sentía cómodo a su lado hablando de cualquier tontería que se le ocurriera a Kirishima, su sonrisa que aparecía cuando cualquier cosa le hacía gracia o simplemente se sentía feliz, esa sonrisa le daba una tranquilidad enorme.

Demostraba ser una persona honesta, no tenía intenciones ocultas y procuraba siempre a los demás sobre él sin llegar a fastidiar. Le sorprendió lo fácil que pudo confiar en él, un completo extraño que llegó de la nada al hostal con una historia bastante sospechosa se había convertido en su novio.

Y eso lo hizo caer rápidamente en cuenta de un detalle que no se había detenido a pensar, o que por la naturaleza del mismo había estado ignorando.

Kirishima no vivía en Japón.

Si bien cuando había llegado le hizo prometer que se quedaría hasta que sus padres regresaran del viaje (el cual incluía otra semana), acordaron que la fecha de regreso de Kirishima era más que suficiente ya que volvía a Tailandia el primero de enero.

Y se arrepintió horriblemente de haber llegado a esa conclusión. Le quedaban tres días al lado de Eijiro.

Una mueca se formó en su rostro, no quería pensar en eso pero como ya lo había procesado en su cabeza, sabía que la sensación de nostalgia persistiría el resto del día y, seguramente, hasta que Kirishima se fuera.

Decidió levantarse en vez de seguir lamentándose en su cama, tomó las cosas que necesitaba para alistarse y  antes de salir dejó un casto beso en la frente del pelirrojo que seguía roncando levemente.

No iba a despertarlo, era su día libre.

Y de los últimos días que le quedaban junto a Eijiro.

🍓💥

Kirishima despertó un poco tarde a su parecer, diez con treinta de la mañana, notando con rapidez que Bakugo no se encontraba en la habitación.

Pensó que era normal pues debía estar haciendo cosas del hostal, a pesar de ser su día libre estaba a cargo de todo por lo que seguramente tenía algo que resolver.

Recuerda mi nombre [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora