Prólogo

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Un grupo de esclavos estaban siendo golpeado a latigazos debido a un pequeño error, del más pequeño al más grande pagando el error de uno, un joven había agarrado comida de alguien más y todos pagaron por eso. Si uno llegaba a gritar, la cantidad de latigazos sería peor, eso hasta los niños lo sabían, lo habían tenido que aprender a las malas, por eso es que preferían morderse las manos sin importarles la sangre que se provocaban a pronunciar cualquier cosa, cualquier ruido.

Así era como les había tocado, ese era su destino, las personas alrededor de esta escena veían, unos horrorizados, otros con morbo, otros ignoraban. El castigo era ponerse de rodillas en el lugar que les habían ordenado y sus amos los golpeaban con aquellos látigos de cuero sin piedad. A pesar de sus prendas, demasiado delgadas, el latigazo se sentía a piel desnuda, el ardor era terrible, un joven vió como la pequeña niña parecía a punto de soltar un jadeo de dolor, atemorizado le tapó la boca con una mano y aquella pequeña castaña lo agradeció internamente. Sus ojos marrones llenos de dolor y las lágrimas cayendo por sus mejillas delataban el dolor que sentía, aquella pequeña no tenía más de 7 veranos y estaba sufriendo las consecuencias de sus antepasados. 

Todo paro de repente, sus oídos no llegaban a escuchar casi nada debido al dolor insoportable en su espalda, pero llegó a escuchar unas palabras;

—No quiero que esta acción se vuelva a repetir, Ovalle, llévatelos—Ordenó una voz grave y dura. 

La pequeña sollozó pero aquel ruido fue tapado por la mano de aquel joven.

—Si, mi señor, lo lamento—Dijo el hombre temeroso.

Ahí estaba el gran conquistador, a su lado una joven que veía aquella escena sin sentimientos, pero su mirada se quedó en la más pequeña. Como si la castaña sintiera su mirada levantó su cabeza y vio aquellos ojos verdes impactantes, la peli-negra sin mover ningún músculo facial sintió un latido fuerte que la desconcertó, pero no hizo caso aquello, su mirada no se podía despegar de aquella pequeña niña con sus ojos llenos de dolor y lágrimas. 

No pudo mover su cuerpo aquella vez, vió paralizada como los esclavos se levantaban temblorosa pero aquel hombre se acercó a la niña y la levantó, aquella niña trataba de huir de su agarre pero la tomó fuertemente del pelo, el joven que estaba a un lado trato de decirle que la dejara pero fue golpeado por el hombre, cayó al suelo sangrando, el conquistador tomó del hombro a la joven y empezó a caminar pero ella seguía viendo esa escena paralizada.

Pudo leer, apenas, de los labios de la niña labios un "libérame" sollozando. 

Trató de acercarse pero algo la detuvo, una fuerza enorme y el viento susurró;

No es tiempo aún.

LibérameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora