Mirarla a los ojos era lo único que quería hacer en ese momento. Mientras ella tenía mi cabeza apoyada en su regazo y me acariciaba la cara, arrancando pequeñas florcitas silvestres del pasto y colocándolas en mi pelo, yo observaba cómo los rayos del sol le bañaban el rostro de luz y hacían que sus enormes ojos dorados brillasen con más magia que nunca.
Su risilla de niña pequeña me atravesaba los oídos cada dos por tres y yo sentía cómo se me llenaba el pecho de tanto calor que, probablemente, se me estaba derritiendo el corazón. No podía esconder mi sonrisa cada vez que la brisa lograba que algunos de sus mechones rebeldes se le colaran en la boca, sacándole un par de muecas y dejando su cabeza hecha una mezcla de rosa y rubio.
Me volvía la persona más blandita y feliz del mundo cuando se inclinaba y dejaba series de suaves y delicados besos en mi frente, haciéndome inspirar fuerte para comprobar que aquello no era simplemente un sueño.
Pero no lo era. El sol, el campo, la brisa, las flores, Alba y sus besos, sus caricias y su voz, todo estaba sucediéndome de nuevo, y no quería que parara jamás.
Hacía un puchero cada vez que me quitaba el chupa chups de la mano y se lo llevaba a la boca, y ella no lograba contener su ronca risa característica que me provocaba un cosquilleo tal en la boca del estómago que no me quedaba más remedio que reír con ella, llena de euforia y amor provocados por aquel pequeño ser.
Alba miraba a su alrededor con completa emoción, como si todo lo que veía le estuviera sorprendiendo, y eso me llenaba de una emoción que no podía explicar. Sentía que quería abrazarla cada vez que veía alguna abeja rondando, y comenzaba a señalarla con una felicidad tontísima y a gritarme "¡Mira, Nat, una abejita!". Mi niña monísima.
Repasaba su perfil una y otra, vez mientras ella trenzaba distraída algunas de las hierbas que tenía a su alrededor, y estaba segura de que la mejor decisión que había tomado en los últimos meses había sido llamarla aquella madrugada y decirle cuánto la extrañaba. Me sentí tan pequeña. Y luego, cuando me dijo que me había echado mucho de menos, me volví enorme, y sólo quise correr a abrazarla y comérmela a besos.
Sin embargo, aún rebotaban sus palabras en mi mente, preguntándome si alguna vez quise hablar, solucionar las cosas. Siempre quise, pero nunca tuve el valor necesario. Todavía me queman sus lágrimas cayendo sobre mi pelo mientras yo le pedía que me perdonara, y le contaba cómo había llenado nuestros cuadernos de canciones sobre ella, sobre nosotras. Entendí que no era la única que aún necesitaba estar con la otra cuando, luego de decirle que podía irme si lo deseaba, me pidió que no lo hiciera, que me quedara, que ella no quería que me fuera. No de nuevo.
Nunca nadie me cuidó tanto de mis miedos, nadie supo cómo leerme o entenderme como lo hace ella. De manera tan fluida, con tanta facilidad, como si yo fuera transparente. Poco me costó entender que no había dejado de amarla ni con todo el esfuerzo del mundo, y por eso no dejé pasar la oportunidad de sincerarme durante una noche en la que nos habíamos quedado hablando hasta tarde. Me temblaban las manos y los labios como la primera vez que le había dicho lo que sentía. Ella, por otro lado, me besó la mejilla y me dijo al oído que me quería con toda la calma del mundo. Aquella maravillosa noche volvimos a dormir juntas.
Y ahí estábamos, alejadas de todo, en nuestro lugar seguro. Y ni todos los campos de flores del mundo iban a lograr que yo despegase mis ojos de la maravilla tan grande que es Alba Reche.
Casi como si escuchase mis pensamientos, su sonrisa se amplió tanto que pensé que le dolería el rostro, mientras ella volvía a mirarme a los ojos. Le devolví el gesto mientras mi corazón se aceleraba fuertemente. Alba me cogió la cara entre sus pequeñas manos, se inclinó y dejó un beso en la punta de la nariz, provocando que suspirase con el único fin de darle espacio a mi corazón en mi pecho, y que no se saliera de ahí.
Sin moverse de su lugar, mirándome a los ojos, a pocos centímetros de mi cara, me dijo.
- Te amo, Nat –y los ojos se me llenaron de lágrimas.
- Y yo te amo a ti, Albi –respondí, sin dejar escapar la oportunidad de pronunciar el "te amo", porque hacía muchísimo tiempo que nos lo habíamos dicho por última vez.
Entonces, sin preocupaciones ni miedos, simplemente erguí un poco mi cuello para alcanzar sus labios y besarla. Mi lugar en el mundo estaba ahí, en un campo de flores, besando a Alba Reche, y no pensaba irme de nuevo jamás.
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One Shots - {ALBALIA}
ФанфикColección de One Shots Albalia que alguna vez escribí, pero que no llegué a desarrollar como historias completas.