más martia que albalia but still works
A la esbelta y menuda rubia se le encogió el corazón rápidamente cuando la anunciaron. Hacía un ligero calor, típico de las tardes noches de mediados de primavera. Habían escogido entre las dos una fecha ideal para que la temperatura fuese cómoda en aquel jardín. El olor de todos los arreglos de flores sumado a los colores blancos, amarillos y celestes pastel hacía que todo se tornase aún más romántico de lo que ya era.
Alisó por última vez con sus manos las arrugas inexistentes de la chaqueta de su traje inmaculadamente blanco. Estaba preciosa, se lo había dicho todo el mundo, y ella misma lo pensó cuando se vio al espejo, con aquel corsé blanco de encaje y su traje tan impecable que deslumbraba. Su cabello rubio semi recogido con cientos de florecitas blancas alrededor del moño. Joyería dorada que le prestó su cuñada, los zapatos blancos acharolados de taco aguja con los que se casó su madre y, debajo de su pantalón, una liga azul de encaje que esperaba a ser descubierta por su futura esposa. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul. Estaba más que lista.
La rubia brillaba ese día como nadie, pero el sol comenzó a esconderse, por vergüenza podríamos pensar, ya que era relativamente temprano, justo en el momento en el que vio a la morena. El corazón se le detuvo por un segundo, y luego comenzó a ir a mil por hora. Sintió que le temblaron las piernas cuando se miraron a los ojos. Ella genuinamente creyó que su novia se había robado todas las estrellas del cielo y se había cubierto con ellas. No había parte de ella que no brillase, y todos los invitados contuvieron un suspiro cuando comenzó a caminar hacia el altar, aferrada al brazo de su padre. Su sonrisa, amplia y llena de pequeños dientes perlados, era casi tan adorable como su nariz respingada. Se veía tan hermosa como el primer día que la vio, en aquellos castings para aquel reality show.
El camino hasta allí no fue nada fácil, ambas tuvieron que superar muchas cosas, pero sabían que se amaban profundamente y todo el mundo lo comprendía, ya que sólo hacía falta ver cómo se miraban la una a la otra con el amor más genuino sobre la faz de la tierra.
A la rubia se le agolparon las lágrimas en los ojos cuando su alta morena se posicionó frente a ella, con el pelo recogido y un vestido mucho más sencillo de lo que ella creía que sería: un corsé lleno de brillos plateados y discretas tiras, una falda esponjada y brillosa, y un velo que contenía el firmamento en él.
Se miraron a los ojos, vidriosos de lágrimas, con las caras entumecidas de tanto sonreír, y la ceremonia comenzó, entre lágrimas de las familias y amigos, los profes y todos los triunfitos allí presentes. Ninguno había faltado, se casaban dos personajas de la edición que eran queridas por Dios y por todo el mundo. La mismísima Noemí Galera se había encargado de entregar los anillos, mirando al par de mujeres con ojos de madre orgullosa, siempre habiendo sospechado de su relación, aun cuando ni ellas sabían que estarían juntas.
- María Villar, ¿aceptas como esposa a Marta Sánchez, para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte las separe? –preguntó la jueza. La rubia asintió frenéticamente al borde del llanto.
- Sí, acepto.
- Y tú, Marta Sánchez, ¿aceptas a como esposa a María Villar, para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte las separe? –la morena dejó ir su labio inferior, el cual no había dejado de morder por un largo rato, lentamente, mirando a los ojos de su mujer. Soltó un pesado suspiro y, con su inconfundible acento malagueño, respondió.
- Pues claro que acepto, ¿cómo no voy a aceptar?
Las risas no se hicieron esperar, Marta era, sin lugar a dudas, una mujer graciosísima por naturaleza. Ni siquiera se esforzaba en serlo, tenía un carisma que encantaba a cualquiera.
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One Shots - {ALBALIA}
FanfictionColección de One Shots Albalia que alguna vez escribí, pero que no llegué a desarrollar como historias completas.