Dos coletas repletas de bucles se sacudieron de un lado a otro mientras la pequeña Olivia borraba con vigor la hoja de su cuaderno. La maestra les había dejado una tarea simple, pero ella, que se parecía a su madre en toda la regla, quería que fuese perfecta.
Consigna número uno sencilla, fácil de completar: dibuja a tu familia. Olivia no había escatimado en demostrar sus dotes artísticos heredados de su madre, y había dibujado con toda la precisión que pudo a su familia: a su mamá, a su mami Nat y a su hermana Aura con ella.
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¿La segunda consigna? Igual de fácil, no le costó nada pedirle ayuda a su tita Marina con ello, ya que debía buscar el significado de su nombre y escribirlo. Lo buscaron en internet, y la pequeña escribió de manera pulcra y prolija sobre los renglones de su cuaderno: "Olivia: la que cuida de la paz".
Bien, eso había sido sencillo, pero la tercera consigna la tenía sentada en su escritorio, moviendo sus piernitas de manera inquieta, golpeando sus zapatitos blancos y rascándose la cabeza. Le había parecido fácil a penas la leyó, pero se encontró con una dificultad inesperada al momento de realizarla. "Investiga y escribe la historia de tu nombre", vale, bien, sabía que se llamaba Olivia, pero, ¿por qué? Se había planteado escribir que era simplemente porque a su mamá le gustaba ese nombre, pero no, se negaba a pensar que siendo tan bonito podía tener una historia tan simple.
El sonido de la puerta de la habitación abriéndose la sacó de su trance y soltó un largo suspiro antes de girarse a ver quién era. Aura, con su uniforme de futbol, dejaba sobre su cama la chaqueta ligera que llevaba y colocaba la pelota a un lado. Lo pensó un segundo y, luego de haberse saludado, justo cuando la mayor le preguntó qué estaba haciendo, decidió que igual era buena idea preguntarle a ella si sabía la historia de su nombre.
- ¿La historia de mi nombre? –preguntó Aura, extrañada, recibiendo un asentimiento de la más pequeña-. Jope, enana, pues la verdad es que no tengo idea. ¿Por qué lo preguntas? –dijo mientras se sentaba en un pequeño taburete junto a su hermana.
- Es que tengo que escribir la historia de mi nombre pero no sé po qué me llamo así –dijo poniendo un puchero y con sus enormes ojos verdosos a punto de llenarse de lágrimas. Olivia era una niña sensible hasta en su última fibra y, algunas veces, podía ser un poco drama queen.
- No, Oli, no llores –pidió la pelinegra, rodeando a la más pequeña con un brazo-. ¿No has pensado en preguntarle a mamá?
- Es que está enfemita –respondió con la voz pequeña-. Y no quiero molestarle.
- Ha dicho que le duele un poco la tripa, y cuando eso me pasa mami me prepara siempre un té de la cajita amarilla –Aura dijo aquello más como si estuviese pensando en voz alta que conversando con su hermana. Luego, miró nuevamente al rostro de Olivia, que la observaba expectante, pues sabía que siempre se le ocurrían buenas ideas-. ¿Y si le preparamos un té y se lo llevamos a la cama?