𝙲𝚒𝚗𝚌𝚘.

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𝚈𝚎𝚘𝚜𝚊𝚗𝚐

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𝚈𝚎𝚘𝚜𝚊𝚗𝚐.

Las gaviotas gritan ruidosamente, ese fue el primer ruido que escuchó. Siente una ráfaga de agua que le sale del estómago y la vomita. Tose, el agua sale de su estómago y le facilita la respiración mientras mira a su alrededor en la pequeña playa en la que residía.

Las olas chocaban ruidosamente contra la orilla y de hecho lo hacían sentirse a gusto. Sin embargo, las preguntas que giraban en su mente, ¿dónde estaba? ¿Cómo llegó aquí? ¿Qué sucedió? Cuando se pone de pie, siente algo pesado en su cuello y toca lo que parecía un collar de cuero, un colgante colgando en el medio. Se quitó el collar y miró el colgante, ⇀Yeosang.

Yeosang. Debe ser su nombre.

Arroja el collar al océano y sube por las dunas de arena hacia el pequeño haz de árboles que abarrota la isla. Mira a su alrededor, siente que su estómago gruñe y sabe que necesita comida. Y agua. Y refugio. Iba a ser una noche larga.

Una noche se convirtió en una semana. Una semana se convirtió en un mes. Un mes se convirtió en un año. Un año de estar solo en la isla, sin ningún indicio de cómo llegó a esta isla o de dónde vino. La ropa que vestía eran harapos, rasgados alrededor del cuello de su camisa y la parte inferior de sus pantalones.

Se había acostumbrado a hablar solo, al pescado que cocinaba y comía y a las gaviotas. Prácticamente cualquier cosa para entablar conversación. Sin embargo, aprendió muchas cosas sobre sí mismo, no de dónde viene ni nada por el estilo para refrescar su memoria, sino cosas como que es un excelente nadador. Tiene el pelo rosado, algo que le llamó la atención cuando se bañaba en un pequeño manantial oceánico. Su propio reflejo era incluso extraño. No le gustaban las peras que cultivaba la isla. Realmente no le gustaba holgazanear. Siempre tenía que mantenerse ocupado, siempre tenía que tener algo que hacer. Para hacer que el tiempo pasara más rápido, a menudo cantaba canciones que se inventaba en su cabeza, ya sea por diversión o cuando se siente solo.

Un día, sentado en las rocas junto a la costa, ve a lo lejos un barco que navega hacia su isla. Frunce el ceño, inseguro de si estaban navegando o si navegaban hacia él. De cualquier manera, eso no le impidió pararse sobre las rocas resbaladizas y agitar su camisa y pantalones en el aire. Sin importarle que estuviera desnudo, los agita como loco y grita a todo pulmón.

𝙴𝚗 𝙱𝚞𝚜𝚌𝚊 𝚍𝚎 𝚄𝚝𝚘𝚙𝚒́𝚊 | 𝙰𝚝𝚎𝚎𝚣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora