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El trato con el equipo de Vengadores no la había dejado en desventaja. Sus condiciones habían sido aceptadas sin ninguna queja, a cambio de extender el periodo de prueba a 3 meses, lo cual le daba más tiempo para planear a dónde iría después. 

Cloe estuvo satisfecha con el departamento que le asignaron. Quedarse en el edificio de los Vengadores había sido opción, pero a ella le gustaba tener contacto con las personas normales. Toda su vida había deseado ser uno de ellos.

A la mañana siguiente comenzaba su primer día de entrenamiento ya que ese día solo la habían escaneado con muchas máquinas con nombres irrepetibles; intentando averiguar el origen de sus habilidades.

Cloe dejó las bolsas de las compras en la mesa de la pequeña cocina y comenzó a ubicar cada cosa en los estantes y en la heladera. El departamento no era muy grande, pero tampoco se sentía muy apretado. Su habitación tenía el tamaño adecuado para una cama, un ropero, un buró, una zona con alfombra desde dónde se podía sentar a ver la vista del balcón y un baño que incluso tenía bañera. También tenía una sala donde había un sillón, un armario y un televisor, con un pasillo que conectaba a la cocina. 

La lavandería del edificio no funcionaba, así que tenía que ir a lavar a unas cuadras de allí. Lo cual iba a servirle para conocer nuevos amigos. 

Otra de las condiciones que había impuesto reposaba sobre la mesita de la sala, consistía en un tocadiscos de los años ochenta con un megáfono plateado. Eligió su canción favorita y cerró los ojos cuando la pieza musical  comenzó a sonar. Tarareando, yendo de un lado a otro, decidió probar las palomitas para microondas que había adquirido, siguiendo al pie de la letra las instrucciones del paquete.

A las seis de la mañana, tomó su último sorbo de café antes de ingresar al edificio de los Vengadores. La recibieron dos guardias y la escoltaron hasta la sala de entrenamiento. Allí se encontró con Natasha Romanoff, ella vestía ropa muy cómoda y estaba entrenando en la máquina con pesas. La pelirroja tomó una toalla pequeña en sus manos, se limpió el sudor y le dijo lo que harían ese día. Pondrían a prueba su habilidad de controlar los objetos. Para ello le indicaró un lugar para cambiarse de ropa a una más adecuada.

Cloe jamás había usado ropa tan ajustada y corta. El equipo para entrenar consistía en un top negro con rayas azules y una calza que le llegaba hasta las rodillas. Al mirarse en el espejo del vestuario se repitió mentalmente que la época era diferente y que esa ropa era habitual para los demás.

Clint Barton, un hombre no tan alto y de mirada risueña, se unió a Natasha para darle una demostración de defensa personal básica. Barton le pareció muy amable y fue paciente al enseñarle a atacar.

Casi al finalizar la jornada, un alboroto proveniente del pasillo la distrajo.

—¿Qué te parece si llevamos el entrenamiento al límite? —preguntó Tony Stark, ingresando a la sala. 

Cloe se levantó de dónde había estado controlando una serie de cuchillos y se acercó con curiosidad. 

—Si no implica algo muy arriesgado, podría aceptar —respondió sin estar convencida. Había escuchado de las excentricidades del millonario.

—No morirás si eso te preocupa. Solo te apuntaré con un propulsor de mi traje y averiguaremos si puedes salir ilesa.

Cloe lo miró horrorizada.

—No puedo creer que pienses que estaría dispuesta a aceptar algo así.

El multimillonario se encogió de hombros.

—La primera vez que utilicé mis propulsores, choqué contra el techo de concreto sólido y sobreviví. Digamos que hoy alguien normal, a excepción de mi extraordinario estilo e inteligencia. Creo que eres más dura que yo.

—Pues no me agradan tus métodos. Supongamos que se te va la mano y me lastimo, tendré la culpa por aceptar. Tal vez esté lista para eso en unos meses más. O quizá si me emborracho.

Segundos después, Natasha ingresó apresuradamente y se puso frente a Tony. Ella había ido a atender un asunto con otros agentes.

—Dijiste que me encargaría de ella —le reclamó enfadada. Tenía el entrecejo fruncido y sonaba algo alterada.

—Tranquila Nat, no puede hacerme daño tan fácil. Además, no acepté ser su rata de laboratorio —dijo antes de salir en dirección a los cambiadores, sin ánimos de entrometerse más en la discusión. 

Camino a la salida, logró ver de lejos al Dr. Banner. Aún sentía cierto temor al recordar a Hulk cuando casi la aplastó. Le parecía increíble que ese simple hombre, que además parecía indefenso, estuviera relacionado con la bestia verde.

°°°

Hacía tiempo que no hacía mucho ejercicio. Con el paso de los días, noto un cambio en su cuerpo. Se movía con más facilidad y se sentía con más energías que nunca.

—Natasha y Clint tuvieron que salir a una misión —explicó Steve cuando ingresó a la sala de entrenamiento.

Cloe dejó su bolso en el suelo, dándose cuenta de que él no llevaba puesto su traje del Capitán América.

—¿Tendré el día libre? —se interesó.

Steve negó con la cabeza. Su escudo de vibranium estaba en un rincón.

—No. Yo te entrenaré hoy.

La mujer asintió y se subió en la colchoneta, con la posición de defensa lista. Fue extraño luchar con él. Agradeció que él no fuera muy brusco e intentó imitar los movimientos de Rogers. 

—No lo haces tan mal, pero noto cierto temor que no te permite dar el ciento por ciento. 

Ella se inclinó hacia adelante y se recargó en sus rodillas para tomar un poco de aire. 

—Lo siento —logró decir. 

Steve se percató de que ella aun no confiaba en él. Quizá Natasha había conseguido acercarse más o simplemente era muy pronto para esperar que confiara en alguno de ellos, después de haberla obligado a unirse al equipo.

 —Cotinuemos. 

Los golpes de Rogers eran más demostrativos que otra cosa. Él no empleaba fuerza real, solo le mostraba lo lastimada que saldría en caso de una pelea real. 

—Necesito un poco de aire —pidió después de varias rondas de lucha.

El capitán le permitió un descanso de varios minutos. Ella fue hasta una banca por su toalla de mano. Steve le lanzó una botella de agua, lo cual agradeció con una sonrisa.

—No creo estar lista para luchar con algún enemigo real. Ustedes están hecho para esto... Yo no.

—¿Temes perder?

—Se trata de otra cosa. Por ejemplo tú, te uniste al ejército. Este trabajo no es exactamente igual a estar en guerra, pero utilizas esas habilidades para las misiones. De una u otra forma, lograste encajar. Y luego estoy yo, tengo muchos más años que todos e igual insisten en que cambiaré de opinión cuando se lo que quiero.

Esa charla dejó pensando al supersoldado. ¿Habían hecho bien al reclutarla en contra de su voluntad?

     

The Perfect Couple || Steve Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora