EL REFLEJO DE LA LUJURIA

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"Fuimos resbalando por la pared de la ducha, mis manos buscaban prendarse de las llaves de la regadera para no caer, pero él me tenía sujetada de las piernas y poco a poco me fue llevando hasta el piso donde me entregué..."

Dicen que por cada persona en la tierra hay otra que se parece mucho a ella, en algunas culturas creen que si encuentras a tu doble y ambos se miran alguno de los dos morirá. El ser humano habita desde la punta más alta de la montaña hasta el rincón más escondido, así que con tantas personas regadas en la faz de la tierra no es de extrañar que haya gente muy parecida entre sí.

La investigación de un asesinato tenía en la mira a Salomé una mujer editora de un periódico local la cuál se murmuraba era amante del hombre que se encontró con un tiro en la cabeza dentro de su auto.

Había un hombre que siempre le ha parecido irresistible a Salomé de ojos del color de la miel, cabello rubio con reflejos castaños, tiene la piel lechosa aunque es menor que ella por un par de años tiene un encanto, un algo que hacía que se mordiera los labios mientras imaginaba situaciones íntimas con él encerrados en la oficina del periódico.

Su nombre es Ariel un chico dulce, con voz rasposa y mirada cálida, desde que conoció a Salomé quedó prendado mirándola a la distancia conformándose con el saludo mañanero y el abrazo furtivo de despedida que se daban para sentir el aroma de sus pieles y el calor de sus cuerpos. Así pasaron dos años en los que suprimieron sus verdaderas intenciones, un buen día Ariel renunció al periódico pero el destino tan voluble quiso juntarlos de nuevo.

En aquella habitación de hotel Salomé esperaba al detective que investigaba el asesinato, ella quería confesarse de una vez y dejar de lado el miedo de ser juzgada por sus acciones, unos golpes suaves se dejaron oír y el chico un poco nervioso pasó y se sentó en el sillón junto a la ventana, la azabache que le había abierto la puerta sabía que era el momento de confesar.

— ¿Puedo ofrecerle algo de tomar? —le preguntó Salomé tranquila detrás de él.

—Solo agua por favor —respondió aclarando la garganta sosteniendo una pequeña libreta.

La mujer caminó hacia una vitrina y tomó un vaso de cristal y una botella de agua fría.

—¿Podemos comenzar? —Le preguntó la joven poniendo ambas cosas en la mesita frente a él.

— Por favor —sugirió el hombre— ¿Cómo conoció al occiso?.

—Si me permite empezar le contaré el motivo que me llevó a conocerlo —respondió ella sentándose en la silla frente a él colocando una botella de vodka, un vaso de cristal y un cenicero.

Pese a parecerle extraña la respuesta de la sospechosa, el detective Arriaga prosiguió a dejarla narrar su historia.

—Hace algún tiempo tenia un par de amantes a los que ilusionaba con besos y caricias clandestinas en algún hotel de la ciudad —comenzó a contar encendiendo un cigarrillo— como una mujer de carne y deseos me dejaba endulzar el oído por aquellos que elegía para probar mis placeres, disfrutaba mi sexualidad siendo responsable y lo suficientemente madura para elegir quién provocaría mis orgasmos.

El joven se limitó a tomar nota de lo que creía relevante para la investigación.

—En una de mis salidas a un bar con amigos lo conocí a él, al ver su silueta de pie en la barra sosteniendo un vaso con ron sentí una descarga de esas que traspasan el cuerpo y te ponen a sudar las manos —explicó Salomé— Me recordó a quién no he podido olvidar, se parecían tanto tenía el cabello rubio, unos ojos más oscuros y la piel casi igual de pálida pero más alto, su sonrisa invitaba a acercarte era bello casi hipnótico.

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⏰ Última actualización: Apr 09, 2021 ⏰

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