LAS AGUAS ARDIENTES DEL NILO

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La esclava seco su cuerpo después del baño, tomó el tarro de aceite con aroma a frutas y comenzó a frotarlo en todo su cuerpo, su delgada silueta cobriza era acariciada por el roce del viento que erizaba cada poro de su piel desnuda.

Sus nacientes pechos en desarrollo eran acentuados por  pequeños pezones rosados.
Otro día más como la dama de la gran esposa real, una simple esclava limitada a mirar, tocar  y servir a la mujer con el poder de acelerar y detener su respiración al mismo tiempo.

Neferu  la gran señora del alto y bajo Egipto.

El gran Ra pintaba de dorado los extensos campos de trigo, el reflejo del dios se retrataba en ondas transparentes del río Nilo.

Un cuerpo voluptuoso de caderas anchas, muslos gruesos con un pequeño y abultado vientre que no le restaba sensualidad a aquella mujer que reposaba a las orillas del rio en un camastro cubierto de velos blancos.

Su esclava Taikan conocía la rutina, después de un baño refrescante el masaje cuerpo a cuerpo venía después.

A Neferu le gustaba  el cuerpo pequeño de Taikan restregándose sobre el suyo, sentir los diminutos senos frotando su espalda era hasta ahora su parte favorita del masaje.

Después de encender un par de varas de incienso la delgada Taikan poco a poco comenzó a subir por el cuerpo de su ama recostada boca abajo.

Su espalda desnuda invitaba al más sublime toque que una piel aperlada llega a sugerir, unos delgados y cortos vellos destellaban con la luz de Ra que se colaba entre las telas para acariciar con delicadeza  a esa fina criatura.

—Taikan niña ¿Por qué tardas tanto? — llamaba la señora de ojos azules.

—Perdón mi señora me distraje—contestó con la mirada fija en la  espalda  de su ama.

—Entonces comienza ya, el Faraón llegará esta tarde. — así pues cerró los ojos esperando las caricias de la joven.

Las temblorosas manos de la chica  hicieron contacto con la piel blanca de Neferu, las yemas de sus dedos dibujaban líneas ascendentes a su cuello.

Decidida a dejar de lado aquellas fantasías carnales, la esclava cerró los ojos y siguió  acariciando lentamente el cuerpo de la mujer que en sueños besaba, la humedad de su sexo empezaba a traicionarla aumentando su respiración.

Apretó los párpados y movió la cabeza tratando de deshacerse de aquellas ideas.

—Un poco más duro — indicó Neferu.

Inconscientemente roso sus labios en la tibia piel de su ama, probó el aceite jugueteando con su lengua y bajo sus dedos a su entrepierna y siguió acariciando a la mujer con la mano que le quedaba libre.

El aceite aumentaba el calor de su piel con cada roce.

Sin más Taikan sacó sus dedos de su vagina y continuó tocando a su señora, un hilo de líquido salió de ella.

Sin pensarlo con el resto que quedó en sus dedos lo combinó con el aceite que seguía untando en el cuerpo de la mujer.

La piel  suave adornada  por pequeños lunares la hacían perderse en la fantasía trabada en su cabeza.

—El Faraón llega hoy y necesito estar lista para él , debe encontrarme hermosa y fresca.

—No será muy complicado usted ya es hermosa.

—¿Tú lo crees?.

—Ciertamente, no ha habido ninguna esposa real, tan bella e inteligente como usted.

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