HEREJÍA GRIAL

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I

El tenue roce de sus labios provocó el despertar de su deseo, un instinto perverso, animal y un desenfreno que no había podido suprimir en la cárcel de su conciencia.

Ahora esa fantasía que le provocaba en la soledad nocturna un despertar húmedo y erecto, estaba haciéndose realidad.

El ardiente líquido que corre por sus venas parecía quemar la piel de ese  hombre, el sudor se empezaba a mezclar con el agua que enjugaban los poros de aquella piel.

Esa mujer a la cuál no dejaba de verle el escote mientras daba misa cada domingo en el atrio de la iglesia.

El sabor embriagante del vino de consagrar en su saliva rompía su juicio al ser mezclado con la humedad de aquel sexo.
De ese clítoris caliente y latente por más.

Parecía que no fue hace poco que por primera vez dejó sentir su miembro  firme debajo de la sotana.

Ahora esa fantasía pecaminosa de desbordar sus ganas entre las piernas de esa chica estaban  haciéndose realidad.

—Eres una mujer sucia. —bufaba el sacerdote arrancándole los botones de la blusa.

——Muy sucia ——respondía ella  masajeando sus senos debajo del brasier—— ahora míralos, tócalos y dime que no te gustan.——insinuó chupando su labio inferior.

——Es pecado decir mentiras ——respondió él.

——Solo súbete la sotana esto será rápido. ——sonrió ella.

——Anda empieza de  una vez—— ordeño él cerrando la cortina del confesionario.

Sin esperar más indicaciones la chica alzó su falda colegial dejando ver una rosada y depilada vagina, para ella no era la primera vez que seducía a un hombre y tanto le había costado hacer caer al sacerdote de la parroquia y está era la oportunidad que estaba esperando.

Subió su sostén lo suficiente para que su apretado busto saliera justo en la cara de él que impaciente hundió su rostro en ambos senos mordiéndolos y apretándolos con ambas manos, mientras ella se  acomodaba sobre los muslos de él quedando de frente para tal espectáculo.

En un moviendo lento y constante rozaba su sexo con el miembro erecto que parecía que en cualquier momento iba a perforar el pantalón.
Con cada toque se empapaba de  sus jugos la delicada ropa interior de encaje blanco.

Era un sueño, uno real con la palabra prohibido en letras grandes un tipo que le llevaba ventaja de dos décadas a una joven entrada en la madurez de los veinte.

Así entré besos mojados y caricias impensables ella se levantó buscando el oral que tanto le había pedido a ese guía espiritual.

El jaló la pelvis de la joven y con su lengua cuál fuego húmedo busco la tan anhelada entrada ya no tan virginal, pero tan estrecha y jugosa que lo hacía delirar.

Mientras los ecos de placer eran reprimidos por la joven las manos de ese hombre recorrían sus voluptuosas caderas clavándole las uñas como signo de pertenencia y poder.

De un jalón la hizo sentar ya no había tiempo, los cantos del rezo de las siete comenzaban a escucharse en el patio de la iglesia anunciando el final de las oraciones, la gente vendría y la privacidad se acabaría.

——Rápido niña siéntate en el—— dijo el viejo liberando el reflejo erecto de sus deseos.

——Quiero montarte, no sabes cuando tiempo lo he deseado—— respondió entre jadeos.

——Lo sé maldita, lo sé desde que entraste por aquella puerta con la cara de mustia, ahora en esa misma carita de muñeca quiero ver como gozas, corazón.

Él arrancó la pataleta de blanco encaje y la guardó en el bolsillo de su pantalón para más tarde.

Ella con sus dedos abrió los labios de su sexo para lentamente irse sentando en aquel miembro erecto y firme que brillante y palpitante deseaba rasgar sus adentros.

Ya no podía esperar más de un golpe el sacerdote jaló a la chica para hundirse en la profundidad de su cérvix.

Un grito de  dolor y éxtasis fue ahogado con la lengua del párroco que selló la boca de la joven con un beso profundo y mojado.

Las campanadas de la misa de las ocho comenzaban acompañando cada embestida que esa bestia le estaba dando a esa mujer.

Las paredes del confesionario fueron marcadas por la uñas de ella que trataba de asegurarse de algo al sentir desvanecer sus piernas.

Tomándola de la cadera ayudaba el sube y baja penetrándola de manera firme y profunda hasta que los primeros espasmos comenzaron acelerando la velocidad de las embestidas.

——Voy a venirme —— balbuceo ella.

——Eso es lo que quiero pero todavía no voy a parar, quiero verte llorar quiero romperte esa vagina para que no andes de buscona. —— regaño entre dientes.

Las campanadas se volvían más constantes y el punto cumbre estaba por llegar.

——Voy a venirme dentro de ti maldita, voy a llenarte de mi semen —— susurró a su oído.

——No por favor, adentro no —— suplicó con la respiración acelerada.

——Eso te lo buscaste, ahora te aguantas maldita. —— terminó regañando en un espasmo fuerte llenando a la joven de ese líquido caliente y espeso.

Con los latidos acelerados y la respiración a cuestas se acomodó la ropa y  la sotana dejando a la joven postrada en el asiento de terciopelo rojo para que recuperará la compostura.

Así sin más contratiempos la misa de las ocho inició como si nada, con la presencia de la feligrés más dedicada en la primera fila.

Nota: Aquí mi primer relato erótico, iré mejorando :)

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