ABC for Dad

5. Epifanía

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ABC for Dad

5. Epifanía

Las calles de Setagaya siempre estaban despiertas, el flujo de personas se mantenía constante incluso de madrugada, atestando las estaciones, cruces peatonales y pequeños comercios. Es por eso que nadie se sorprendió de ver a una hermosa joven correr en tacones a las siete con diez de la mañana.

Asuna corría, o al menos intentaba, haciendo equilibrio entre su bolso, una carpeta negra y un bollo Anpan* que era su desayuno improvisado; debía cargar con todo y evitar que la condenada falda de tul negro que había decidido ponerse no se alzara con la brisa del día. Maldijo a todas sus estrellas por no ponerse medias y maldijo a su yo del pasado por haberle acortado el ruedo que le llegaba sobre la rodilla, pero por la vaporosa tela y sus capas se alzaba descaradamente con cada paso.

Ese particular día había empezado, como decirlo, mal. La noche anterior no pudo conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada, preocupada por lo que la charla de Yui con su padre pudiera desencadenar. Al despertar, con ojeras y el cabello crispado por la mala noche, se golpeó la frente con el espejo del baño, la cadera con el lavabo, el agua de la ducha estaba fría por culpa del calentador arruinado y para más desgracia, uno de sus pendientes favoritos cayó por el desagua del maldito lavabo.

Tratando de sacarlo perdió casi treinta minutos y cuando se dio cuenta solo tenía otros treinta para prepararse, el trayecto de dos estaciones que separaban su casa de la de los Kirigaya tardaba veinte minutos por lo que en realidad solo tenía diez.

Con rapidez desesperada se vistió con lo primero que combinara y se viera adecuado para el trabajo, el problema fue cuando a la hora de peinarse su cabello decidiera llevarle toda la contra, parecía que cuanto más lo cepillara más se esponjaba, harta y con dos minutos pasados tomó un gancho capaz de sujetar su espeso cabello en un moño enrollado.

Moño que ahora sentía a un paso del colapso por la carrerilla.

Hizo una pausa antes de doblar una esquina para tomar aire, no es que tuviera problemas sedentarios, pero definitivamente le faltaba ejercitarse y los tacones no ayudaban en nada.

La motivación regreso a su sistema al ver que solo una pequeña cuadra la separaba de la casa Kirigaya, colocando el bollo entre sus dientes para poder moverse mejor, comenzó la última corrida hacía su ansiado destino.

Cuando sus zapatos aterrizaron en las baldosas de cemento se permitió ralentizar su trote, hasta dejarlo en pasos rápidos, después de todo seguía estando tarde.

Cuando el papá de Yui se iba a su trabajo dejaba la puerta abierta para evitar la rutina de tocar y esperar para que alguien atendiera, así ella solo entraba sin mayor protocolo, fue el mudo acuerdo que ambos adultos acordaron desde su segundo día de trabajo.

Con esa inercia iba directa hacia la puerta, es por eso que cuando el pesado objeto se abrió de golpe y casi choca con su cara no pudo hacer más que tambalearse para atrás esperando un impacto seguro con su trasero y el suelo.

Impacto que nunca llegó, en cambio sintió un agarre en su cintura, como si de un brazo de acero se tratara lo que sostenía su espalda, un dolor en sus costillas comenzó a extenderse como si dedos se clavaran entre cada hueso y cuando todas sus neuronas se conectaron pudo darle sentido a la situación.