ABC for Dad

7. Fresas y Besos

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ABC for Dad

7. Fresas y Besos

El incesante sonido del despertador lo regreso de la tierra lejana, en esos días donde no debía despertar al alba eran los que mas apreciaba, usualmente se despertaba a la misma hora que su hija y ambos preparaban el desayuno, la señora Hiroko descansaba esos dos preciados días, así que solo eran él y Yui para hacer y deshacer.

Pero al igual que ayer debía sacrificar esas horas, levantarse más temprano y preparar algo para que su hija merendara en el parque. No iba admitir ni para su interior que esa salida lo emocionaba en sobremanera.

—¡Papa!

Kazuto salía del baño después de haberse lavado los dientes y lamentarse de haberse dormido tarde por quedarse viendo un evento en vivo de videojuegos.

—Buenos días Yui, ¿Dormiste bien? —pregunta con un amago de sonrisa, la pasta dental le había dejado un leve ardor en los labios.

—¡Sí! Soñé que teníamos muchas plantas en todos lados, hasta podía formarse un bosque.

El pelinegro sonrió, no es que le desagradaran las plantas pero él tenía una maldición en las manos donde todo perecía si lo tocaba, las plantas igual, no podía mantener vivo ni un cactus. Esperaba que su hija no haya heredado tal maldición.

—Quizás no sea buena idea tener un bosque en casa, es muy húmedo y no podrás tener energía eléctrica sin cortos circuitos.

Kazuto soltó lo primero que se le ocurrió y tal vez fue demasiado para su pequeña que con la cabeza hacia un lado lo miraba interrogante.

—¿Por qué?

—Ah... —se rasca la nunca incomodo, tratando de explicarlo sin incluir los principios básicos de los conductores de energía. —El agua y la electricidad no se llevan bien, si se juntan pueden causar muchos daños.

—Oh ¿no se caen bien?

Kazuto estuvo a punto de soltar un gimoteo tierno por su hija siendo su hija.

—Algo así, sus... personalidades son diferentes, por lo tanto no se llevan bien.

—Que mal, siempre es bueno tener amigos. —se encoge de hombros, desplazando rápidamente su atención a otra cosa —¡rápido! Hay que desayunar y prepararnos para ir al parque y jugar con Asuna.

La mención de la institutriz le causa un revuelo en el estomago.

—¿Ya te lavaste los dientes?

—Sí, capitán. —responde colocando los brazos rectos a sus costados.

Le acaricia la cabeza y ambos bajan las escaleras hasta el comedor, ansiosos por encontrarse con la maestra en ese domingo soleado.

(...)

Adoraba las mañanas de domingo, las personas en el tren desprendían un aura fresca y tranquila, la mayoría se dirigía a disfrutar el día, visitar familiares o simplemente escapar de su rutina por unas horas. Los edificios y carreteras parecían dormitar sin tanto movimiento, los peatones que abundaban reían, caminando lento, disfrutando de un helado o del sol mañanero.