⟦04⟧

28 4 0
                                    

Por primera vez en muchos años, Ari sentía que aquel era un feliz cumpleaños.

Tenía amigos, y esperanza. Ya no se sentía tan sola como antes y cada vez se veía más cerca de su guardián, a pesar de que tuviera que mantenerse postrada en una cama la mayor parte del tiempo con intravenosas alrededor de todo su cuerpo.

Ese día, luego de que sus amigos partieran de vuelta a sus hogares, ella se quedó durmiendo pues realmente estaba débil.

Sin embargo, al abrir sus ojos, inmediatamente sonrió. Estaba tan feliz, que el pecho se le inflaba y la energía corría por sus venas con vehemencia.

Impulsada por aquella sensación que tanto extrañaba desde hacía siglos atrás, se retiró todas y cada una de las agujas que se adherían a su piel y corrió eufórica hacia el único lugar del castillo que consideraba su favorito.

Dicho lugar era el jardín de Feirhie.

Luego de la condena de Skygall y la caída de los otros dos subreinos, las hadas construyeron tres portales en forma de jardín en el palacio de Cryth. Ari amaba pasearse por allí de vez en cuando, pues aquello le hacía recordar que tenía un amplio pueblo por el que luchar.

Sin embargo, el jardín correspondiente a Feirhie siempre fue el más hermoso para ella. Tantas plantas con ojas de diversos colores, aquella imitación del lago Muth, las farolas de extrañas formas y el exquisito y dulce aroma que adornaban la zona, simplemente le resultaban demasiado atrayentes a la reina.

Como si fuera la primera vez, Ari caminaba con animados aires, bailando entre tanta belleza y moviendo su pelinaranja cabello al compás de un ritmo que sólo en su mente estaba.

Mas no contó con que la energía que toda aquella emoción le producía fuera meramente pasajera y, obviamente, no la sostendría por tanto tiempo como ella esperaba.

Su vista comenzó a nublarse y sus pies tropezaron entre sí.

Estaba aturdida y le dolía el pecho. Sentía que caía, pero no sabía dónde.

No sabía que había traspasado el portal sin conjuro y aquello le aseguraría una fuerte y mortal caída; así como tampoco sabía que aquellos eran sus últimos suspiros, y la caída del castillo a su par lo dejaba en claro.

.。.:*✧✧*:.。.

Como todos los días, YoonGi daba su rutinario recorrido por la zona que se le había sido asignada para atender a los animales.

No había hecho más que revisiones, y agradecía por ello ya que no soportaba ver a algún animalito sufriendo a pesar de que era su vocación curarlo.

Después de todo, aquellos animalillos que atendía y se habían adaptado a él y viceversa, eran su familia, sus amigos.

Nadie había querido serlo desde su llegada hasta entonces, cuando estaba en sus veintitrés años de vida. Pero a él seguía sin importarle aquel detalle. Se tenía a sí mismo y sabía que había alguien fuera de aquellas barreras acuáticas lo necesitaba tanto como él, así que consideraba que contaba con aquel ser aún sí no lo conocía aún.

Decidió salirse de su monótona rutina e inició un paseo por un claro rodeado de algas. Aquel era el lugar desde donde iban y donde aterrizaban las hadas marinas que asistían al palacio de Cryth. Era el portal.

YoonGi no se sabía el conjuro para activar dicho portal, y lo prefería así pues, por mucho que le causara curiosidad saber cómo era la vida de la reina de Cryth, sabía que se metería en problemas pues él no era parte de los grupos de apoyo a la soberana.

Aquel lugar siempre le gustó porque era muy poco visitado y la soledad se había vuelto su mejor amiga desde que aprendió a vivir con ella, así que aquel sitio le servía mucho para interactuar con su compañera invisible e incluso, conversar consigo mismo.

Empero, apenas colocó un pie dentro del claro, lo retiró de inmediato junto al resto de su cuerpo.

Se había percatado de aquella figura que, con gran velocidad y un estruendoso temblor que estaba seguro había sacudido hasta el más recóndito sitio de entre los tres subreinos, había caído justo en medio del claro.

Luego de la ligera tormenta de arena que se formó a su alrededor seguido del constante agitar de las algas, YoonGi pudo ver con total claridad el ente que había caído.

Sus azules ojos se deleitaron por unos segundos con aquella hermosa mujer de anaranjados cabellos y blancas ropas.

Por su tamaño humano y su aura etérea, YoonGi supo que aquel ser no era un hada y nadó hasta ella.

Con los conjuros aprendidos de sus guías, logró que la pelirroja mujer adquiriera su mismo diminuto tamaño y aplicó en ella el mismo hechizo que se utilizaba cuando las hadas terrestres visitaban el área acuática (ya que no podían respirar bajo el agua por sí mismas) y que no consistía más que en envolver el rostro de la desconocida en una burbuja mágica que le otorgaría todo el oxígeno que pudiera llegar a necesitar.

Sólo entonces, una vez hubo verificado que la chica aún respiraba, la llevó consigo a su casa. Ella no estaba bien, y él debía buscar una manera de ayudarla.

✧*:.。.єτнєяєαℓ .。.:*✧ |ᴹ.ᵞ.ᴳ| #𝟑✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora