⟦05⟧

24 4 0
                                    

YoonGi no dejaba de sostener entre las suyas, las manos de aquella hermosa pelinaranja. Rezaba a todos los entes mágicos por que aquella chica abriera sus ojos.

Sentía que la vida se le iría si a ella le llegaba a pasar algo. Sentía una fuerte conexión con ella. Sentía que la necesitaba aunque no la conociera.

-Por favor-susurraba y besaba las manos contrarias-. Abre los ojos.

Sin saber cómo, había empezado a llorar brillantes perlas (que era la manera en que se materializaban el llanto de las hadas marinas), pero aquello no le importó mucho.

Toda su atención estaba centrada en la chica, quien ahora se removía suavemente sobre la cama de algas; y aquello le dió esperanzas.

Una sonrisa adornó su rostro y las perlas dejaron de brotar al ver cómo la muchacha abría sus ojos con lentitud.

Ari estaba sumamente confundida. No reconocía el lugar donde estaba.

-¿Ya...morí?-se preguntó a sí misma, pero no esperó recibir una respuesta.

-Casi. Pero no. Afortunadamente sigues viva.

Aquellas palabras lograron sobresaltar a la reina, quien enseguida se reincorporó sobre la cama y miró con cierto temor la forma en la que el desconocido sujetaba sus manos.

Sin embargo, apenas ambos pares de ojos azules coincidieron, todo se aclaró para ambos.

-¡Por todos los cristales del mundo!¡Eres tú!-la deidad no dudó en lanzarse a abrazar al joven chico que la acompañaba-. Mi guardián-sollozó. La alegría que abarcaba su pecho era inmensa-. Tantos siglos buscándote...y justo apareces cuando estoy al borde de la muerte.

Si bien YoonGi siempre vivió solo, estaba muy bien informado respecto al mundo a su alrededor y sabía de las deidades y sus guardianes, pero no se esperó jamás ser uno de ellos.

Mas no se quejaba tampoco. Aquella mujer de anaranjados cabellos lo había cautivado desde el instante en que la vió, y cuando sus ojos tropezaron, entoces supo que, definitivamente, ella era su destino, que era ella la persona a la que tanto había estado esperando durante toda su vida.

Por eso le correspondió el abrazo, y por eso lloró junto a ella.

-Yo también te he esperado desde siempre-confesó el muchacho, aferrándose tanto como podía al torso ajeno. No quería lastimarla, pero tampoco pretendía soltarla.

-¡Santos cristales!¡Al fin!-chillaba ella entre sollozos.

Se mantuvieron así por un buen tiempo hasta que la pelinaranja aflojó la unión para poder volver aquellos azules ojos que juraba la tendrían hipnotizada por el resto de sus días.

-Mi nombre es Ari Laith, reina de Cryth y deidad del espíritu-se presentó, llevando sus manos a acariciar las mejillas ajenas.

-Yo soy Min YoonGi, un hada marina de los animales...y ahora guardián de la deidad del espíritu-soltó una risita y aquello contagió a la chica.

En silencio, se fueron acercando cada vez más, y justo cuando sus narices rozaron, Ari se percató de que su cabeza era cubierta por una burbuja al momento en que parte del rostro de YoonGi ingresó en ella, pero aquel no era un detalle tan importante como lo era el dulce roce de sus labios y narices.

Finalmente, luego de tanta espera, se besaron con añoranza y pasión, sabíendose felices de tenerse mutuamente, de haberse encontrado de una vez por todas.

Eran inconscientes de que su amor sería duradero y que, luego de aquel beso, la prosperidad nunca faltaría y los problemas serían irrelevantes.

Él se sentía pleno por, al fin, haber encontrado a la persona a la que pertenecía, que estaría allí para él hasta la muerte.

Ella sentía cada parte de su cuerpo cobrar aquella energía que daba por perdida y su corazón latía emocionado pues la fortuna de haber encontrado a su guardián, ese que estaría siempre con ella, era tanta, que no alcanzaba palabra en superlativo que lo describiera.

Luego de aquel beso, le siguieron otros más, y cuando se dieron por satisfechos (por el momento), se separaron sutilmente y ella le sonrió antes de alzar su mano, ahora luminosa, y colocarla sobre la frente de YoonGi antes de hacer lo mismo con la suya.

Unió sus manos y dejó que un hilo blanco rodeara sus muñecas antes de que una neblina los cubriera.

Ari juraba que no había visto nada más bello en su vida que YoonGi, con aquellos cabellos oscuros y esos mechones anaranjados revueltos por el movimiento del agua; esos ojos azules brillantes y aquella sonrisa tan genuina; y para rematar, su cuerpo era cubierto por una camisa y pantalones de hilo blanco y detalles turquesa.

Aunque YoonGi estaba en las mismas, pues se sentía incapaz de quitar sus ojos de los también revueltos anaranjados cabellos de Ari, apoyando la idea de lo bien que le lucía aquella corona de flores tuquesa y aquel brillante vestido blanco decorado con cristales que reflejaban los colores del arcoiris. Sus ojos, también azules, sólo hacían que su belleza fuera aún más matadora para él. Ni siquiera aquella burbuja que envolvía su rostro era capaz de sabotear su imagen.

-Bueno, Min YoonGi-con aquel aire jocoso que siempre la caracterizó, rompió el silencio-, ya eres, oficialmente, el guardián de esta deidad.

-Encantado de serlo, su majestad-siguíendole el juego, hizo una improvisada reverencia, ganándose las risas de la chica.

-Anda. No perdamos tiempo y enséñame tu mundo.

.。.:*✧✧*:.。.

Como bien le pidió Ari, YoonGi le estaba dando todo un recorrido por el lago Muth...al menos por las zonas más cercanas e iluminadas pues ya la noche comenzaba a caer.

La reina aún no se creía que estuviese dentro del agua, nadando...bueno, aferrándose a YoonGi, pues ella jamás le habían enseñado a nadar y tiempo para aprender tampoco tenía.

De hecho, todavía le costaba asimilar que había encontrado a su guardián y que la debilidad ya no formaba parte de ella.

Pero, de momento, se limitó a disfrutar de su acompañante y el hermoso paisaje marino que le mostraba.

-El lago Muth tiene conexiones con el mar abierto, así que muchos animales de agua salada suelen hacernos algunas visitas-explicaba el hada mientras le mostraba a su chica la zona donde se atendían a dichos animales-. Por aquella área el agua salada se mantiene y allí podemos atenderlos sin correr riesgo.

-¿Cuál de todos los animales a los que atiendes es tu favorito?-quiso saber Ari-. Yo jamás había visto un animal...tampoco comido uno, así que todo esto es nuevo para mí.

-Bueno...me he especializado en las tortugas-le sonrió, afianzando su agarre en la cintura ajena-. Cuando nací, en la ceremonia de recibimiento había un hada guía con una tortuga en mano, y de inmediato llamó mi atención.

Ya le había explicado a la reina todo el proceso de nacimiento de las hadas, así como la forma en la que se agrupaban y demás.

Ella, por irónico que preciera, decía que no tenía mucho que contarle más que la traición de Skygall, el surgimiento de las deidades y los procesos en los que se veían envueltas las mismas, así como los esfuerzos que debió hacer para mantener al reino en pie a pesar de su debilidad e incluso le comentó de cómo se había estado sintiendo todos aquellos años.

Empero, entre pláticas, besos y recorridos, se percataron algo tarde de un detalle.

Más bien fue Ari quien se lo hizo saber a YoonGi con cierto sobresalto.

-¡Mis amigos!¡De seguro me vieron caer y han de estar buscándome!¡Debemos salir y aclararles todo antes de que me den por muerta!

✧*:.。.єτнєяєαℓ .。.:*✧ |ᴹ.ᵞ.ᴳ| #𝟑✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora