Capítulo 1

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Aria

7 de Enero – 13:55 PM

Mondstadt – Piso de Albedo

Nada, en realidad, podría salir mal, porque... no era más que una cruel mentira. Una mentira que nació de mis entrañas cuando le vi negar mis sentimientos. Se gestó cuando, incluso tras mi confesión, él siguió peleando por mantener la "barrera", negando la realidad cual mecanismo de defensa ante mi irrupción.

Y yo... simplemente lancé una bomba contra ella. Necesitaba contemplar, con mis propios ojos, cómo esa eterna y aparentemente indestructible barrera, al fin se derribaba. Necesitaba sentir cómo la atravesaba y al fin llegaba a lo más hondo del corazón de Al, donde más ansiaba permanecer por la posteridad. Sus "no" me habían provocado realizar innumerables errores, pero quizá aquél iba a ser el peor de todos ellos. Y no era sexo, sino el establecimiento de una cadena como ninguna otra: un hijo. Nuestro hijo. Una fantasía que, pese a su irrealidad, se me encaprichó gloriosa. Por segundos y tras tantos años de limitaciones, Al y yo nos miramos con entera sinceridad. Fue breve, pero ambos nos encontramos perdidos en un mismo sueño: un sueño juntos.

Y fueron los segundos más hermosos de mi vida.

Pero el hechizo debía romperse y de la peor forma.

-Albedo: ¿cómo sabes que estás embarazada?

La pregunta me derrumbó. Del sueño pasé a la pesadilla que venía a continuación, pues había mentido a quien más amaba en aquel mundo. Y no con cualquier asunto.

-Aria: emm... -los intensos nervios afloraron por el temor a la verdad y, sobre todo, a su reacción- yo... -pronuncié varias palabras sin sentido, hasta que lancé una clave-. Mona...

-Albedo: ¿has hablado con la astróloga? –pareció resultarle razonable-. Debiste pedirme que fuera contigo... -suspiró- ahora será mejor que hable con ella.

Se intentó incorporar del suelo, donde yo lo tenía aún envuelto entre mis brazos. ¡¿Acaso pensaba ir ahora mismo?!

-Aria: ¡no! –chillé, de pronto, en completo pánico.

Asombrado por mi reacción, se detuvo y me observó en silencio.

-Albedo: ¿por qué... no? –musitó, sus ojos azules temblaban. Debía haber un poderoso torrente de emociones en su interior y su forma de afrontarlo era tomar acción. Una actitud que yo siempre admiré en él, pero que ahora no me convenía en absoluto.

Quería alargar el "sueño" lo máximo posible.

Escondí mi cabeza en su torso, ocultando mi agitado rostro.

-Albedo: ¿Aria? –expresó, confuso. Mi silencio no hacía más que perturbarlo.

Lo estaba hiriendo, lo sé. Pese a que hubiese visto un rayo de felicidad en sus claros ojos, había también caos. Al fin y al cabo, la situación no era la mejor para tener un hijo y aquello, para un individuo tan racional como mi hermano, debía estar más que presente.

"Temerá cómo pueda afectar esto a mi situación matrimonial, ya que es lo que me separa de regresar a mi régimen de esclavitud", conocía bien a mi hermano. Pasara lo que pasara, en lo más hondo de mi alma, sabía que él siempre pensaba primero en mi bienestar.

Entonces, rememoré al fin a Xiao. Tras ser víctima de una ola de ingentes sentimientos de amor por Al, volvieron a despertar aquellos que guardaba por el Cazador de Demonios. Y ya no eran tan débiles como al comienzo, lo que lo hacía todo más difícil. Pese a que mi mente bloqueara la existencia de Xiao cuando estaba con mi hermano, era consciente de que estaba comenzando a enamorarme de él. Todo con el adeptus se había engrandecido y magnificado. Y a mí regresó el recuerdo de aquella maravillosa vida a su lado en la Posada, donde, poco a poco, estábamos construyendo juntos un férreo idilio.

"Soy lo peor", me dije, al ser testigo de cómo iba a destrozarlo todo: la confianza de mi hermano y tal vez a Xiao por entero, también una vez más.

Y, sin embargo, cuando descubrí que Al había intentado "poder" estar conmigo, incluso tratando de anular mi adopción, todo se nubló en mi corazón.

Mi hermano era mi gran amor, tal y como Venti había sentenciado. ¿De verdad iba a poder olvidarlo algún día? Si él me pidiera que me quedara a su lado... a día de hoy seguiría sin dudarlo. Me encerraría en sus brazos.

-Aria: no es verdad –lloraba en su pecho, sin poder mirarle a los ojos.

-Albedo: ¿el qué no es verdad? –inquirió, iba a acabar sufriendo un ataque.

-Aria: no estoy embarazada –confesé.

Y sólo deseé que no me apartara de su cuerpo. Necesitaba aferrarme a él, con todas mis fuerzas.

Pero lo hizo.

Decidido y tal vez humillado, se levantó y se alejó de mí unos pasos. Yo no podía parar de sollozar. Observaba su espalda, desesperada por evitar escuchar lo siguiente:

-Albedo: ¿cómo has podido mentirme en algo así? –espetó, más dolido que nunca.

No podía contemplar su rostro, pero debía ser un poema. Veía cómo sus puños eran apretados, conteniendo la furia de soltar quizá varias barbaridades que sólo me hundirían. Por ello, calló. Y, sin embargo, su silencio dolió aún más.

-Aria: no te alejes, por favor –supliqué, destrozada en el suelo.

Él ya no sabía ni cómo controlarse.

-Albedo: ¿alejarme? –nunca había percibido ironía en la voz de mi hermano. Realmente debía estar muy enfadado-. Sí, eso es lo que debería hacer. Al fin y al cabo, ahora sé bien que no soy correspondido, ni lo seré –dictaminó.

Yo también enfurecí, con los ojos enrojecidos de lágrimas.

-Aria: ¡yo te amo, Al! –aquella era una gran verdad, no iba a permitir que la demoliera.

Él negó con la cabeza, un simple gesto que me partió en dos.

-Albedo: aquel afrodisíaco debió confundirte –murmuró.

"¿Afrodisíaco?", repetí en mi fuero interno. "¿Se refería al que tomé accidentalmente por culpa de Sacarosa?" Entonces... ¡¿Lo recordaba?!

-Aria: tú también me has metido –declaré, enfadada.

Continuó dándome la espalda.

-Albedo: es posible –confesó también.

Me levanté y corrí hasta él, pero no me permitió tocar ni un solo centímetro de su cuerpo. Esquivó todos mis intentos por agarrar sus brazos o volver a abrazarlo.

-Albedo: ya lo tengo claro, Aria –fue serio, gélidamente serio-. Debes quedarte con Xiao.

-Aria: ¡¿por qué?! –inquirí, pese a saber también la respuesta.

-Albedo: con él podrás ser feliz –aquella era otra verdad que ahora sólo nos hería a ambos-. Si yo pudiera ser feliz con otra mujer, ¿no tomarías distancia? –preguntó, en un intento por llamar a mi razón.

"La mataría", mi alma sentenció sin dudarlo un ápice. Tal vez, realmente, no amaba a mi hermano. Tal vez... sólo quería poseerlo. Tal vez... no era distinta de Tartaglia o Sacarosa.

Mi corazón se ensombreció.

-Aria: no lo sé –mentí, ¡cómo no!

Ya no me quedaba nada de dignidad.

-Albedo: cuando te tranquilices, será mejor que regreses a la Posada.

Y se fue de la habitación, sin mostrarme una última vez su rostro.

El Pecado del Alquimista 3 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora