El gran desafío

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El sonido de las sillas moviéndose hizo que volviera a centrarse en el presente. Aquellos que yacían sentados comenzaron a retirarse de a poco, algunos murmurando, otros en silencio. Mantuvo su mirada en sus manos hasta que la sala quedó en completa tranquilidad y sólo escuchó el sonido de unos zapatos acercándose.

-Quiero que te unas a ella.

Una voz firme, pero a la vez suave salió de los labios de su igual. Alzó su mirada y logró ver una estilizada figura con dos trenzas albinas a cada lado de su cabeza. Estaba de espaldas, mirando fijamente el acuario en frente de ella. La mayor cruzó sus brazos y pensó por unos momentos antes de responder

-¿De qué estás hablando?

Ririka sabía de QUIEN estaba hablando, pero de todas formas hizo la pregunta para ganar algo de tiempo y dilucidar el por qué repentinamente su hermana quería que formase una alianza con alguien que no era de su agrado.

-He visto la forma en que la miras, sé que admiras su forma de jugar y también sé que le pediste que se uniera al consejo estudiantil.

La menor se acercó suavemente hasta donde se encontraba su gemela y con su mano izquierda tomó  la máscara de Ririka para lanzarla lejos, mientras con la otra sujetó su rostro quedando cara a cara.  La mayor sentía como los dedos firmes sujetaban su mandíbula.

-Si no pudiste convencerla como yo, podrás hacerlo como tú misma... O eso espero, hermanita. Necesitas a Saotome, así que... ¿lo harás?

Ririka miraba fijamente los fríos ojos de su hermana, quien no soltó su rostro hasta que asintió. Rápidamente quitó la mano de Kirari con un manotazo y se puso de pie, ordenando su ropa y buscando su preciado escudo para llevarlo a su rostro. Su propia voz se escuchaba fuerte y segura ahora, gracias al modificador.

-No sé por qué crees que la necesito, Kirari, pero si eso te divierte, lo haré. Trabajaré junto a Saotome en estas elecciones y luego te demostraré que no la necesito, ni a ella ni a nadie.

La menor sonrió levemente, llevando sus dedos a sus labios, parecía sorprendida por las palabras de su hermana, y sinceramente, Ririka también lo estaba. En su interior no entendía el porqué de la situación. En un principio ella le había propuesto a Kirari reclutar a Mary para ser parte del consejo, pues además de ser talentosa en las apuestas, imponía respeto en los estudiantes de la academia.   Kirari le había dicho que se encargara ella misma de hacerlo, y eso había intentado. 

Recordó aquel día en el que encontró a Saotome en los pasillos y la invitó a conversar, recordó como en su intento de persuadirla se acercó demasiado, y la intimidó demasiado, recordó el temor en los ojos de la rubia cuando la tomó del rostro y se abrió lugar con su rodilla entre sus piernas.  Sin duda una situación bastante embarazosa, sin embargo, no sentía nada.  En el fondo sabía que aquello lo había hecho en nombre de Kirari, la persona que estaba con Mary ese día no era ella, y tampoco lo era la chica quien quedaba con distintas personas para involucrarse de vez en cuando, no, esa no era Ririka, porque cada vez que conocía a alguien procuraba utilizar un vestigio de su hermana en si misma: labial azul, esmalte azul, las trenzas, un accesorio de su ropa, tan solo un mínimo signo hacía que la mayor pudiese adentrarse en el personaje y actuar como su hermana.  

Y así era como había logrado conocer a algunas chicas de su interés, pues su deseo había aumentado considerablemente durante el último año, siendo esta la única forma para poder concretar, incluso una vez tuvo que seducir a alguien de quien Kirari sentía celos por demostrar interés en Sayaka, para desviar su atención. 

Sabía que Kirari estaba al tanto de sus aventuras, pero a la menor no le importaba, al contrario, constantemente hacía bromas al respecto, como que esperaba que su desempeño fuese bueno y así escuchar comentarios positivos acerca de ella misma en la intimidad. 

Aún así esa no era Ririka, no, ella aún no había conocido a alguien con quien llegar a tal intimidad de desnudar su alma, y aunque contara con la experiencia ¿eso qué significaba? Cada vez que lo pensaba su cabeza daba vueltas.

Antes de desmayarse a causa de tantos pensamientos, la mayor se puso de pie y se dirigió hacia la puerta para salir de la habitación.  Rápidamente comenzó a caminar, ideas iban y venían acerca de cómo sería posible acercarse a la rubia. Esta era su segunda oportunidad, sabía que no debería perderla. De pronto, sintió un golpe tan fuerte que la hizo retroceder y caer al suelo, instintivamente tocó su rostro para asegurarse de que su máscara seguía ahí.   En efecto, su rostro estaba desnudo.  Con asombro miró hacia arriba para encontrase con dos ojos ámbar que ya había visto antes.

No buscaba nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora