La falsa Kirari

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Seguir a la rubia era agotador. Luego de que se encontraran de golpe y luego de los acontecimientos relacionados al envenenamiento de Jabami, las cosas se habían vuelto tensas entre ellas.  La vicepresidenta se encontraba ahora sola en la sala del Consejo Estudiantil, frotando sus sienes con las yemas de sus dedos mientras sentía ligeras punzadas en su cabeza.

Sus pensamientos iban y venía, tratando de buscar una estrategia para lograr su objetivo:  que Mary se una a ella en la lucha por la presidencia, pero la rubia estaba obstaculizando todo con su actitud tan despectiva hacia ella, aunque en el fondo, Ririka no la culpaba.   Estaba al tanto de su historial con el Consejo y del odio que sentía hacia su hermana Kirari, al parecer por una chica que en el pasado había sido muy importante para ella, la verdad es que tampoco le interesaba investigar más.  Considerando eso, sin duda sería difícil para Mary mirar el rostro de la persona que más odia en la academia, pensaba. 

Quizás sería más fácil continuar con su camino sola, y olvidarse de ella. Trabajar por sí misma y así no sentirse tan vulnerable como cuando estaba con Saotome, con quien por una extraña razón solía sentirse intimidada,  pero no.  La palabra de una Momobami era sagrada, y si eso fue lo que le prometió a Kirari, eso será.  Además, sentía una extraña atracción hacia la rubia que la motivaba a querer seguir, más allá de su admiración, había algo en ella que la empujaba a seguir acercándose.  Sus palabras fueron insolentes, de eso no había duda, pero en el fondo habían quedado dando vueltas en los pensamientos de Ririka durante los últimos días. -Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que busco?   Aquellas preguntas venían a nublar aún más sus pensamientos ¿Quién soy realmente?

Se dirigía a buscar una botella con agua, cuando la puerta se abrió de manera repentina.

-vicepresidenta! ¡Hola!

Sayaka apareció por la puerta y saludó mientras hacía una reverencia torpe en el mismo lugar. Ririka se apresuró a buscar su máscara que había dejado en el lugar donde se encontraba antes sentada. Mientras tanto la secretaria miraba con cierto desconcierto.

-¿Sabes que no es necesario que la utilices... Sabes que estoy al tanto, verdad, Ririka?... ¿Te-te puedo llamar así?

Kirari le había contado hace unas semanas sobre una conversación que mantuvo con Igarashi. En resumen, la secretaria confesó que estaba al tanto del intercambio que solían hacer las hermanas. 

Ririka recordó aquellas veces que tuvo que actuar como Kirari en su presencia, incluyendo aquellas insinuaciones íntimas y contacto físico para no levantar sospecha.  Se preguntaba qué fue lo que Sayaka notó y causó que se percatara del engaño, y también se preguntaba desde cuando lo sabía, ya que no había puesto ningún tipo de impedimento a sus jugueteos cuando se encontraban a solas.  

La platinada volvió a dejar su máscara en la mesa y se dio vuelta para encontrar a Sayaka que cerraba la puerta tras de ella.

-Me puedes llamar así, Igarashi

-Oh, por favor, llámame Sayaka... No sería primera vez, ¿verdad?

Ririka se percató del rojo que subía a las mejillas de Sayaka, lo que le causó gracia. Volvió a dirigirse hacia la botella con agua para verter un poco en uno de los vasos.

-Sa ya ka

Agregó RIrika, mientras mantenía la mirada en los ojos violetas.  Podría jurar que, a pesar de la distancia, pudo percatarse de como el negro-violeta de sus pupilas aumentó al llamarla como solía hacerlo cuando estaba en el personaje de su hermana.

-¿Puedo preguntarte cómo te percataste de que yo no era Kirari?

La secretaria ahora yacía sentada en una de las sillas y Ririka lentamente comenzó a aproximarse hasta llegar a su lado.   

En su interior, a pesar llevar ningún accesorio de su hermana, se sentía más Kirari que Ririka, aunque tenía ciertas dudas respecto a qué la motivaba a comportarse de esa forma, quizás la presencia de la secretaria bastaba como para sentirse en el personaje, pensó.

Desde la poca distancia pudo ver en detalle el bello rostro de la pelinegra, quien parecía intentar mantener el contacto visual, cortándolo en ocasiones para después volver a mantenerlo.   Ririka se agachó un poco hasta mantener sus ojos a la misma altura, y con una mano ordenó el flequillo de la mujer que estaba sentada, quien retrocedió instintivamente, apegando la espalda en el respaldo de la silla.

-Bue-bueno es difícil de explicar, vicepresidenta, digo, Ririka.  Podría decir q-que son pequeños detalles como la forma en que me... tocas o m-me miras.

La cara de Sayaka ahora estaba roja como un tomate, Ririka sonrió levemente ante la respuesta verbal y física de la secretaria.

- ¿Desde cuándo lo sabes, Sa ya ka?

La secretaria se mantuvo en silencio, sin dar respuesta ante el requerimiento de la platinada.

-Acaso no quieres decirme? ¿o no PUEDES decirme?

Ririka se acercó hasta estar solo a unos centímetros de los labios de Igarashi, quien parecía pelear con todas sus fuerzas para que el respaldo de la silla pudiese retroceder y así escapar de tan tentadora escena.  La platinada escaneó su rostro, su flequillo húmedo por algunas gotas de sudor que habían aparecido en su frente, sus ojos que buscaban incansablemente un lugar donde posarse, sus labios semi abiertos, jadeantes, rosados... Sólo una vez los pudo besar. Se preguntó si Igarashi lo sabía.  Sólo una vez más, pensó. 

Cerró los ojos y se acercó hasta que sus labios sintieron los de la secretaria, quien respondió casi de inmediato, profundizando el beso como si lo hubiera estado esperando desde hace mucho. Ririka sonrió ante el pensamiento y tomó el rostro de la secretaria con ambas manos, tomando el control mientras en un movimiento rápido le quitó el amarre del cabello.  Mientras tanto Sayaka murmuraba algo relacionado a lo equivocadas que estaban o algo por el estilo.

-shhhhhhhh

Ririka la calló, posando su dedo índice en los labios de la menor, mostrándole luego su palma en señal de pedirle la mano. La secretaria la tomó y la mayor la guio hasta el sofá de la sala del Consejo para luego recostarla con suavidad y posteriormente posarse encima de ella. 

La platinada la siguió besando mientras se comenzaba a sacar el blazer.  Sayaka decidió ayudar y hacer lo mismo para finalmente ambas quedar solo con el brassier encima.  Ririka la besó en el cuello con desesperación, casi demasiado fuerte, pensó, cuando escucho un gemido que catalogó como placer-dolor que surgió de los labios de la secretaria.  Posteriormente se aventuró a tocar sus senos con una mano, mientras con la otra comenzó a subir lentamente la falda de la más joven, hasta alcanzar sus panties y poder comenzar a bajarlas, también lentamente y sin prisa.  Tocar los muslos desnudos de la secretaria fue todo un deleite para la vicepresidenta, casi no podía creer la situación en la que se encontraba, aunque sabía que todo lo que estaba ocurriendo más de alguna vez lo había imaginado en la comodidad de su cama, o mientras otra chica estaba en el lugar de Sayaka. 

Había algo en ella que hacía que sintiera un pequeño calor dentro de sí, que crecía con cada interacción que ocurría entre ellas ¿qué es exactamente lo que me pasa con ella?  El toque de una mano suave la sacó de sus pensamientos, sintió como la delgada mano de la secretaria rozaba su rostro y luego se enredaba entre sus blancos cabellos para atraerla hacia sí misma. Ririka la volvió a besar, esta vez más lento, mucho más lento, apasionadamente, esperando que Kirari jamás la haya besado así, y lentamente su mano comenzó a explorar el centro del placer de la secretaria.   Con suaves movimientos comenzó a juguetear con la abertura de Sayaka, sintiendo la humedad en sus dedos al instante -Estas muy mojada. sa ya ka- La secretaria solo emitió un gemido y la siguió besando lenta y suavemente, sin ganas de romper el contacto entre ellas. De a poco Ririka comenzó a mover sus dedos de forma rítmica, tomando atención a todas las respuestas que daba la chica que se encontraba debajo de ella.  Poco a poco se dio el paso para introducir el índice y el medio, sintiendo como los músculos interiores apretaban sus dedos mientras seguía administrando pequeños roces al clítoris con su pulgar. 

Así se mantuvo durante un tiempo hasta que la secretaria poco a poco comenzó a respirar más y más rápido.   Cuando estuvo a punto de llegar, Ririka aumentó la velocidad y la presión, sintiendo los gemidos, viajó con sus labios desde la boca hasta el cuello de la secretaria, dando pequeños mordiscos, mientras la pelinegra llegaba al éxtasis e intentaba prolongar lo más posible el orgasmo, moviendo sus caderas en contra de la mano de Ririka.

No buscaba nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora