Capítulo Dieciocho

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- ¡Janie!

La voz de su amigo sonaba cerca, muy cerca, pero su escondite era bueno y no había forma de que la encontrara si seguía callada.

- ¡Voy a encontrarte, Jane! -Aseguró Charlie mientras corría en la oscuridad guiado por la luz de su linterna.

Las pisadas de del chico hacían crujir las hojas secas del otoño, y como la casa tenía árboles de sobra, el suelo parecía tener su propia alfombra de colores ocre.

Era la noche de Halloween, y Caroline les había insistido a sus padres para que le dejaran hacer una fiesta con sus amigos de la escuela, quienes ahora se encontraban desperdigados por el gran terreno de la familia, jugando a las escondidas. A pesar de que ya eran todos mayores, el juego parecía ponerse especialmente interesante al anochecer.

-Janie...-murmuró Charlie hacia la oscuridad, pues estaba seguro de haber escuchado la risita de su pequeña amiga, preocupado de que las intenciones de Jane fueran sólo darle un buen susto.

El juego ya había terminado, porque todos los amigos de Caroline estaban de nuevo reunidos disfrutando de la música y de la noche. Sin embargo, nadie se había preocupado por buscar a Jane, nadie más que Charlie, después de todo, los dos se habían hecho buenos amigos.

Charlie comenzó a aburrirse después de un rato, era obvio que Jane conocía más todo ese espacio que él y las posibilidades de encontrarla, a pesar de estar ya tan cerca, parecían debilitarse, así que el chico tuvo que pensar en otro plan: buscó una rama grande, lo bastante seca como para provocar un buen susto, y la rompió con fuerza, haciendo que su amiga soltara un pequeño grito en la oscuridad.

- ¡Te tengo!

-Jane...

Encuéntrame, Charlie.

- ¡Jane!

La chica abrió los ojos repentinamente, cayendo en cuenta de que la voz que la llamaba era la de su madre, quien estaba intentando despertarla, logrando sólo que se encogiera con más afán entre las sábanas, dejando en claro que no planeaba salir de ahí.

-Jane, cariño, sabes que te amo, que a papá y a mí nos gusta tenerte en casa, pero en algún momento tienes que salir de la cama.

-Sigo intentando encontrar un motivo para hacerlo, pero no lo logro-respondió Jane con apenas un murmullo pues, a pesar de prácticamente haber estado hibernando por un par de semanas, se sentía tan cansada como si hubiera corrido una maratón.

Jane escuchó a su madre meterse en la cama a su lado, como era su pequeña cama de adolescente, el aroma dulzón de Rita invadió rápido todo el espacio. Sin embargo, se quedaron así, calladas, por un par de minutos, en los que Jane supuso que su madre estaba buscando las palabras correctas para decirle, porque era como si últimamente todos intentaran escoger las palabras correctas para Jane, como si temieran que la chica se desmoronara en apenas un segundo, cosas que quizá no sonaba tan descabellada.

-Charlie sigue llamando.

-No quiero hablar con Charlie.

-Lo sé, cariño, pero te gusta saber que sigue insistiendo.

Jane respiró profundamente, su madre tenía razón, por muy mal que sonara, le resultaba consolador que Charlie siguiera llamando aun cuando sabía que no había esperanza alguna de recibir respuesta.

Al principio, las llamadas, los mensajes y los emails, llegaban de todas partes, hasta el punto de que, en conjunto, habían saturado la memoria del teléfono de Jane. Sin embargo, en ese momento la chica no había querido contestar nada, porque el único del que esperaba oír noticias, nunca llamó: Leon. Con el tiempo, como en aquel juego de las escondidas, todos dejaron de insistir, todos menos Charlie.

Besos de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora