Capítulo Cuatro

460 47 11
                                    

Charlie llevaba poco más de cuarenta minutos dando vueltas en los mismos dos metros de banqueta sin atreverse a entrar al edificio. Tenía las manos heladas a pesar de llevarlas totalmente hundidas en sus bolsillos y, contradictoriamente, su frente estaba ligeramente perlada. Estaba por perder la cabeza.

Media hora antes, ése había sido el trato. Y ahora que faltaban apenas cinco minutos para reunirse con Anita Stern, Jane no se había aparecido todavía.

Eran casi las tres y todas las calles estaban cogestionadas de gente que iba y venía intentando llegar a casa a tiempo para comer, por lo que Charlie se arrepintió hasta morir de no haber ido personalmente a recoger a Jane del trabajo, quizá la chica estaba atascada en el tráfico.

Charlie había sacrificado el día en su restaurante para poder acordar aquella reunión y no le cabía en la cabeza como era posible que su esposa falsa se retrasara de esa manera. Ni siquiera le había contestado el teléfono ni ninguno de los doce mensajes. Algo no estaba bien.

— ¿Acaso va a venir la reina de Inglaterra?—exclamó una voz a espaldas de Charlie, quien no sabía exactamente cómo contestar. Estaba entre gritar de alegría o de ira.

— ¡¿Y tú dónde est…?! ¿Qué te pasó?—preguntó él mirando la apariencia de la chica.

— ¿Ah? Ah, esto—dijo ella pasando sus manos despreocupadamente por la falda de su vestido sencillo—. Los niños, hoy estuvimos explorando el mundo de la pintura—aclaró restándole importancia a la mancha azul verdoso sobre la tela blanca de su ropa.

— ¿Y tuviste que escoger precisamente hoy para ponerles pintura en las manos a esos niños?

— ¡Tú no debiste esforzarte tanto! ¿Traje y corbata? ¿Vas a un funeral o algo? Jamás te había visto ir a trabajar así.

— No…—respondió él comenzando a arrastrar a su amiga al interior del edificio—. Es que no fui a trabajar hoy—acotó una vez que ambos estuvieron dentro del elevador con el botón del piso doce iluminado de naranja.

— Así que… realmente te importa todo esto ¿no?—preguntó la chica medio mordiéndose el labio.

— ¡Sí!—dijo exasperado Charlie tomándose su tiempo para agregarle una pizca de ironía a su expresión—Ayudaría si fueras un poco más positiva, vienes aquí como si no creyeras esto posible.

—No es eso… Yo…

Se hizo un silencio en el pequeño compartimento mientras el elevador seguía subiendo muy lentamente.

—Mira, sé que es difícil de comprender, pero le di muchas vueltas al asunto y no encontré otra solución. Quiero esto, Jane, mucho.

— Es que no dudo de ti, Becily es la que no me… convence. Ni siquiera está aquí, Charlie.

— Pero ella dijo que estaba de acuerdo. Conoces a Becily, no se esfuerza mucho por hacer nada ni siquiera las cosas que verdaderamente le gusta hacer, una afirmación es posiblemente lo más que saque de ella respecto a todo esto.

— Pero…

— A ver, ¿quieres verme feliz?

— ¡Claro que sí!

— Mantén eso en tu mente mientras arreglas tu cabello de artista de la pintura.

— Eres todo un fastidio—expresó la chica exasperada volteando a ver su reflejo en la reluciente pared del ascensor. Su amigo tenía razón: era un desastre.

— Déjalo así—dijo Charlie tirando rápidamente de la banda elástica que mantenía su cabello sujeto en una coleta justo antes de que las puertas del elevador se abrieran.

Besos de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora