Capítulo Uno

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Jane volvió a recorrer el salón con la mirada, mientras intentaba mantener el ritmo de una canción lenta que bailaba con Leon, su prometido. Ambos giraban delicadamente en el centro de la pista, al tiempo que un fotógrafo captaba el momento.

Las luces estaban bajas y había por lo menos cincuenta personas, entre familiares y amigos, en la habitación, todos conversando, bailando o bebiendo un poco antes de que se sirviera la cena en honor del compromiso de Jane y Leon.

La chica suspiró.

Todo lucía perfecto y Jane no dejaba de pensar en lo magnificente que tendría que ser su boda ahora para que no fuera opacada por la fiesta de compromiso. La verdad, a ella le hubiera gustado ofrecer algo más modesto, quizá una simple reunión con pocas personas en la casa que, desde hace poco, compartía con Leon.

Sin embargo, su prometido tenía ideas completamente opuestas y, al final del asunto, ella le había dado carta libre para que hiciese lo que quisiese. Después de todo, a los padres de ella poco les importaba toda aquella fanfarria, el verdadero reto eran los padres de Leon, quienes no acababan de aceptar todavía que su hijo se hubiera divorciado y mucho menos que tuviera planes para casarse otra vez.

El detalle en todo buen matrimonio, le había dicho su madre apenas Jane había mencionado la palabra compromiso, es saber qué batallas pelear y cuales simplemente no valen la pena.

Y por supuesto, ahora, contemplando el salón plagado de flores, con la mantelería, las bebidas y el menú, Jane sabía que había valido la pena dejarse ganar en esa ocasión.

Todo lucía perfecto y, sin embargo, aún había algo que la estaba molestando.

— Querido cuñado, voy a robarme un segundo a mi hermana—comentó Caroline sin darle la oportunidad a Leon de responder antes de que ella ya hubiera tomado a Jane por la mano para arrastrarla fuera de la pista —. Intenté llamarlo Jingle Bell, pero no me contesta.

— Voy a matarlo cuando llegue—aseguró Jane.

— Si es que llega—señaló Caroline volviendo a revisar su teléfono—. Quizá es que la perra de Becily no lo dejó venir.

— No sería capaz ¿o sí? —preguntó Jane comenzando a dudar de la maldad de la esposa de su amigo.

—No sé, lo convenció de casarse con ella. Además, no le agradas ¿no?

— ¿Hay alguien que de hecho le agrade?

—Buen punto.

—A ver, ¿tienes mi teléfono? —Dijo Jane tendiéndole la mano a su hermana para que le diera el pequeño aparato—. Necesito saber al menos que sigue vivo porque ni sus padres ni sus hermanos saben dónde es que está. Pero no quiero llamarla a ella…—concluyó oprimiendo el botón de marcado rápido para llamar a Charlie.

— ¡Janie!—contestó milagrosamente al primer intentoy ella suspiró aliviada.

—Janie y un demonio, Charlie. ¿Dónde te metiste?—preguntó ella mientras miraba las muecas ofendidas de Caroline, ya que ella había intentado llamarlo por lo menos una docena de veces sin obtener respuesta.

—Iba a llamarte, lo juro, en algún punto de la noche iba a hacerlo. ¡Maldición, John, deja la botella completa!

Por Dios, Charles. ¿Dónde estás?

En Rosters, cariño, pero no vengas. Sólo me voy a embriagar y luego iré a casa. Por cierto, felicidades… ¡John!—colgó.

Jane miró su teléfono por unos segundos hasta que éste se apagó y después la chica dirigió su mirada a su hermana.

— ¿Y bien?

Besos de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora