Ch8 "¡El traje de mis sueños!"

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El perdón no es para todas las personas, tu corazón debe ser muy grande y desierto de rencor para poder perdonar ciertas cosas... Recuerda, tu perdón es un regalo, un regalo que no merecen.

...

Luna meditaba de que podía ir, estaba completamente decidida a ponerse guapa por una vez en su vida... Chang se había burlado de ella, claro que indirectamente y sin saberlo, ya se enteraría la asiática de lo que valía un peine. Sus manos pasearon entre si mientras miraba de un lado para otro como si esperara alguna visita, pero nada ocurrió en medio de la taciturna noche, solo que con las velas apagadas y con el único brillo de la luna, se veía a leves pasos como un espectro parecido a la Dama gris... un fantasma. Luna parpadeó varias veces, no sabía si era un sueño, pero... ese traje... no le interesaba el fantasma ni siquiera sabía si era real, pues en la oscuridad a veces, imaginamos aquellos que deseamos, tememos o ansiamos.

La mujer, pues el ente parecía eso, llevaba y lindo y pulcro vestido blanco, tipo de túnica... pero hermoso... Un traje largo, que aunque no lo podía ver a los colores, se lo imaginaba blanco y plateado, con los encajes que iluminando los adornos que se encontraban en la ropa, translúcidos y fantásticos. La cara de la persona no se veía, pero tenía el pelo largo y liso, que Luna podía jurar que era finísimas hebras de sedas que al llegar a la cara se habían hecho tirabuzones para darle un toque más magnífico a aquella persona, parpadeó de nuevo, lo que fuera llevaba una especie de corona... entrelazada... y unos pendientes finos, parecía oro... El fantasma se quitó su corona y le dejó dentro de una pequeña caja de música que tenía la chica, lo primero es que no sabía como lo había abierto, y lo segundo que también se quitaba los pendientes... la rubia tenía sueño, pero no quería dejar de contemplar a la mujer, no quería que el sueño acabara, entonces se giró y sin ver aún su rostro completo sonrió.

- Nenkal mer naïshina ganes (1) - susurró como el torrente de una cascada.

La chica cerró los ojos y sonrió de una leve paz que se internó en ella. Entonces cuando los volvió a abrir, la mujer había desaparecido, el sol ya en alto se encontraba en el cielo, y otro magnífico día empezaba, tenía que ir a Hogsmeade a comprarse el traje, no es que le importara mucho ir bien vestida, pero quería impresionar, quería lucir bonita, hacer ver que no era solo una lunática como todos decía, que detrás de ese enmarañado pelo y de esa ensoñación constante había una chica inteligente aplicada y bonita, que nadie se había fijado, excepto un chico. Sonrió levemente al recordar a su amigo y se desperezó con esa misma sonrisa en los labios dispuesta a ordenar sus cosas, poner el hechizo al cuarto, e ir a comprar... tenía que pedirle a Ginny poción alisadora... Se colaría en la torre de Gryffindor, total, había estado un montón de veces ya.

A sus pies se encontraban unas sencillas zapatillas de color vainilla claro, con pequeñas cabezas de perros decorándolas graciosamente, viendo así que aún tenía ese espíritu infantil que aunque seas demasiado mayor para encontrarlo, aún llevas dentro. Se rascó un ojo y pasó una mano por su lívido pupitre, el cual tenía unos escasos papeles y el libro dedicado a la astronomía profunda que se había comprado en la biblioteca, posó la mano delicadamente por la portada como si quisiera acariciar las ansiadas luces que parpadeaban con el brillo mágico que alguien desconocido les concediera hace millones de años. Sonrió mientras abría el libro y comprobaba como en la página cuarenta y dos había un pequeño desdoble, indicando sin necesidad de dañar el libro, en cual parte se había quedado, la constelación del Géminis, los hermanos que se pasaron media vida como mortales, media vida como dioses... las estrellas podían contarle historias que ni siquiera los antiguos podían llegar a ver.

Buscando tu sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora