VIII. Sara

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– Nos vemos en la mañana. – Lo besé antes de entrar al hospital.

– ¿Cambio de turno? – preguntó el nuevo.

– Sí. Quería algo más interesante. Y bueno, ya quería salir de la rutina. – sonreí y tome la primera carpeta para ir a urgencias. Me sentía cansada a lo mucho había dormido cinco o seis horas, Dios, Alastor era un puto animal en la cama y yo era su presa, desde hace mucho no había tenido sexo por más de dos horas. Si este hombre era un dios del sexo.

La noche transcurrió normal, dos o tres casi muertos pero al final todos iban a parar a sala de terapia intensiva, seguían con vida. Aferrándose a ella y sus familias, me daban las gracias por haberlos salvado.

– Bonita luna – Llegó el nuevo a interrumpir mi descanso.

– Sí, es bonita. – seguía viendo la luna.

– las mejores lunas son las de octubre. Y las que encierran más secretos. – se sentó a mi lado.

– Todavía no es luna llena, lo será en una semana pero aún así es muy bonita.

– Sí. Sabes que la luna convierte al hombre el lobo y sale a cazar a su presa y los demonios salen. – se empezó a reír, yo igual lo hice. – Bueno Sara, te venía a dar esto. Otro medio muerto y te quieren en cirugía.

– ¿Y tú contándome cuentos de hombres lobo? Debo correr. – me levanté y entre corriendo al hospital.

****

Eran las seis de la mañana cuándo salí del hospital. Estaba agotada, quería dormir y no saber de mí existencia hasta el siguiente día. Caminaba para la estación de autobuses cuando sí, efectivamente, el nuevo me propuso ir con él.

– Yo tomo otro autobús – me excuse

– Pensé que tomabas el otro. – insistió.

– Ese lo tomé porque no había otro y me deja más lejos. – mentí

– Bueno... Te veo en la noche. – se despidió y tuve que tomar el autobús que me dejaría lejos, no por tanto pero sí una cuadra más que caminar.

Llegué a las siete, Alastor dormía. Me quite la ropa y me metí a la cama, quería descansar, dormir hasta el siguiente milenio. Alastor estaba calientito, me acomodé con él y por un momento deseé qué mi vida no cambiará, que él estuviera conmigo, qué hiciera mis días divertidos.

******

Alex no me hablaba y no sabía el porqué, así que fui a confrontarlo. Su jodida indiferencia me mataba y yo quiera la verdad.

Trataré de hablar con él durante la hora de la comida pero me ignoraba, era como si de verdad no estuviera ahí, le hablaba y era como si le hablara a la pared o a un fantasma.

Me harte, lo sujete del brazo y me lo llevé a su consultorio. No me importo que se hiciera un drama en el área de comida pero esto ya había sobrepasado los límites.

–Dime, dime la verdad ahora – demandé.

– No hagas las cosas más difíciles

–¿Más difíciles? ¿Esto puede ser más difícil? Si, si puede por qué tu no hablas y no me dices nada.

–Sara...

–¡QUE? – grité

– La verdad es que... Te quiero solo para mí y no me gusta compartir – me tomo de la cintura. – Prométeme que te alejaras de él, y que te quedarás conmigo.

–Yo...

–Dime Sara ... ¿Eres mía? – me pego contra la pared, su cara muy cerca de la mía, la adrenalina en mis venas y su jodida voz que me mataba, me tenía a su merced.

– Alex – susurré.

–Lo tomo como un sí – sonrió y me besó, lo que pasó después fue algo que alguna vez desee que pasará, tener sexo en su consultorio.


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