VI. Alastor/Alan

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Me desperté, no estaba ella. Se había ido, me senté y vi una nota en la mesita de noche.

»Alastor, seguías dormido cuando me levante. Prepare el desayuno (creó qué estará frío para cuando despiertes)... Volveré antes de las 5:00 pm.«

Dejé la nota aún lado, el cóctel había funcionado al menos en está última semana. Dormí como nunca, me sentía más relajado y podía estar tranquilo, sentí la paz qué había anhelado años atrás. Tomé mis pantalones y me los puse, salí del cuarto y vi el desayuno. Sonreí, vi la mesa con el desayuno, mire el reloj de pared, faltaban ocho minutos para qué fuera medio día.

Había una nota al lado del plato, la leí rápido, eran las instrucciones para usar el horno de microondas. Tenía tiempo para salir a conocer la ciudad y distraerme un poco antes de volver a mí lugar de origen. Calenté la comida y desayuné, eran tan distinto estar ahí con ella, que por un momento pensé en qué podía ser otra persona, podría vivir; pero mire mi cara en el espejo del baño y me di cuenta que nunca sería humano de nuevo, mi cabello castaño, mis ojos cafés y mi piel más blanca de lo común. Ya ni pertenecía ahí, ya no era yo, ya no era como yo me recordaba, salí del departamento y me puse a caminar.

Algunos me veían, ya no me importaba, lo que quería era estar tranquilo al menos por el tiempo que estuviera aquí, pero nada sale como lo planteas cuando estás frente a alguien que puede reconocerte.

– Todavía sigues aquí. – me sonrió, era de lo peor. De tantos lugares y tantos años, me tenía que encontrar con el.

– Y por lo que veo sigues aquí resguardando la misma área. – le respondí, podría irme y dejar ahí la discusión pero él no tenía eso en mente.

– Sabes qué yo estoy aquí por ti y tus amigos, los causantes de todo. – se puso a la defensiva, atacaría en cualquier momento, lo sabía y con ello revelaría su verdadero yo. Y bueno yo me defendería a como diera lugar.

– Y yo estoy aquí por gusto. – contesté, estaba listo para atacar, cuándo me fijé que se vestía igual que Sara, no estaba seguro sí los logotipos de su ropa eran igual.

– No estoy para juegos Abraham, – me tranquilizó un poco. – ¿Con quién haz estado? Desde qué te vi en el hospital y huiste, pensé que ya había acabado todo. Pero me doy cuenta que no. – sí, ahí me había dado la respuesta qué quería oír, él trabajaba en un hospital.

–Me quedaré un tiempo, sólo por gustó. – le mentí en su cara.

–No me des problemas, por ahora no quiero que la guerra llegué aquí. – me ordenó. Yo solo sonreí, está guerra terminaría aquí, aunque su Dios no lo quisiera.

–Tu y yo somos peones en esta guerra, sólo esperamos morir por diferentes ideales. – le respondí.

–Conoces las reglas de nosotros, tanto del cielo y del infierno. Vete de aquí, aquí no perteneces.

–Lo mismo digo Sariel, vete – me di la vuelta y lo deje ahí, no tenía ganas de pelear y que todo saliera a la luz por su culpa.

Volví al departamento, sí bien quería matar a Sariel, no podía hacerlo, tenía razón aunque no quisiera. No pertenecía aquí, no con ella, debía irme a cumplir mi cometido, la guerra estaba empezando, no podía dejar a mi ejército por algo pasajero, debía volver, y debía hacerlo rápido.

Habían pasado casi dos meses con ella, ya era justo dejarla y seguir adelante. Podría irme para el 31 de octubre, cuando la delgada línea entre el cielo, la tierra y el infierno se vuelve casi nula, podría cruzar al infierno más fácil.

Mire el reloj, Sara no me había dicho dónde trabajaba, sería difícil encontrarla sin perderme, decidí esperar a que volviera me senté en el sofá y busque mis libros de magia, debía hacer algo en el tiempo.

No encontré el libro que quería, busqué por todos lados, la única respuesta era que ella se lo hubiera llevado; algo que podría ayudarme para encontrar a Sara. Realicé un portal donde estaba mi libro, cada libro tiene una marca propia, mi marca propia. Eso le llevaría a ella.

Llegué a una cuadra antes del hospital y la vi de espaldas, hablaba con otra mujer, parecida a ella. Caminé más rápido y sin pensarlo estaba atrás de ella cubriéndole los ojos. – Buenas tardes – le dije a su oído.

– Tú... – se quitó las manos de los ojos y se giró para verme. – Hola... ¿Pensé que me esperarías en casa?

– Quería estirar las piernas... ¿Ya acabo tu turno?

– Ya... – me sonrió, sabía que le había mentido, pero al parecer no le importó, mire su vestimenta y era igual a la de Sariel, todavía no estaba seguro de que el trabajará ahí.

– Sara... – habló la otra mujer qué estaba ahí. La vi de los pies a la cabeza, era un poco más alta que Sara, su cabello más corto y más gorda, sus ojos eran fríos y sin vida. Una cara sin expresión alguna, no cómo Sara, a ella le pasaba una mosca y hacia sus caras ...

– Perdón. Alan, ella es mi hermana mayor, se llama Anna.

– Anna, él es Alan...

– Hola – le dije. No me contestó.

– Nos vemos Anna. – le dio la espalda y me sonrió.

– Hasta luego... – le volví a hablar, pero ella no decía nada. Caminamos un par de cuadras hasta que Sara habló.

– No soy ella. No soy la hija perfecta de mamá y papá, Anna lo es, pero yo no. Yo no tengo un trabajo como investigadora en neurociencias, no tengo un marido perfecto, no he viajado por media Europa, no tuve las mejores calificaciones, no, no soy ella. No soy la que toca el piano, violín, guitarra y no canta como los ángeles.

– ¿Sara?

– Discúlpame Alastor, pero esto no es contra ti. Es... Son mis padres, quieren que sea como mi hermana, la niña perfecta.

– Eres Sara, la que me salvó la vida.

– pero no soy perfecta. No a los ojos de ellos ni a los ojos de mis amigos.

– Al parecer siempre ha vivido a la sombra de su hermana. – pensé. Se lo difícil qué puede ser, yo viví un par de años a la sombra de mí padre, siempre debía ser el mejor. Mi papá era un gran soldado de élite, yo debía superarlo para que me reconocieran a mí, a Alastor, un demonio dentro del infierno.

– ¿Vamos a entrenar? – me preguntó.

– Vamos.

****

Estábamos cenando. Toda la tarde estuvo distante, había tenido errores básicos en su entrenamiento qué ya habíamos superado. – Sara.... – no me contestó. Suspire y caminé hacia ella – Sara, ve a dormir, has estudiado... Mañana tienes trabajo.

– Lo siento, es que debo seguir estudiando estos manuscritos. Todo esto e interesante y nuevo para mi, nunca había conocido algo así.

– Mañana los terminas... – le dije, tomé los libros y empecé a cerrarlos, seguiría ahí toda la noche si no hacía algo.

– Bien. – se puso de pie – Tómate mi cóctel y ven a dormir después.

La vi irse, entró a su cuarto. Yo me quedé un rato más, acomodando los libros. Deseaba quedarme ahí con ella, era como si volviera a vivir, a ser humano, pero era una mentira.

Tal vez nunca entiendas lo qué es volver a ser humano, a sentir que estás vivo; es algo difícil de explicar. Con ella me sentía bien, no había tantos problemas, tal vez si ella hubiera nacido en mí época o yo hubiera nacido en esta época, tal vez la amaría, tal vez ella me sacaría del hoyo en el que estoy metido o tal vez ella nunca hubiera dejado que hiciera un hoyo.

Entre al cuarto y la vi dormida, tenía la luz prendida. En la mesita de noche estaba su cóctel y un vaso con agua, lo tome, apagué la luz y me acosté a su lado; sentí como se movió pero no despertó, la abracé y dejé de pensar en todo, sólo dormí.

Híbrido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora