curva

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Pensarán que el físico lo es todo.

Hay veces en las que yo lo pienso, a mis casi dos décadas; vivir en una era donde tenemos acceso a interacciones con más personas vía internet tiene sus ventajas y desventajas.
Honestamente yo siempre veo las desventajas...

Una de las más importantes sin duda es cómo los estereotipos se marcan tanto que nos generan ideas erróneas de lo que es una vida perfecta, lo que conlleva: los cuerpos perfectos, las vidas llenas de lujos, comidas ricas y muy bien ordenadas, relaciones familiares y en pareja muy bien cimentadas.

Como ya mencioné, vidas perfectas.

Da miedo cómo es que parece que todo lo que nos muestran detrás de una pantalla parece tan real.

Así fue que yo me enamoré de Davies.

Nunca ví sus ojos, su nariz, sus manos, su sonrisa hasta que fuimos novios por primera vez. No me era importante en un comienzo porque él tenía una manera de escribir tan inusual que sus letras atravesaban la pantalla para acariciar mi corazón, para tocarme las mejillas...

Lo ví cuando entré a su perfil de facebook para ver con quién estaba yo, a la distancia.

Me enamoré de inmediato aún más.

¿Recuerdan que dije que me enamoré más de una vez?, pues esa fue la segunda.

Tenía un estilo tan único, tan fuera de la monotonía.

"Me vas a romper el corazón si te vas", recuerdo que lo pensé aquella noche que ví por primera vez su vida en redes.

Yo me sentí tan poca cosa, apenas terminaba la escuela, todavía me sentía una niña pequeña, inexperta, mientras él iba por la vida haciendo lo que le gustaba, lo que le apasionaba.

Tocaba la música que el componía, peleaba en su equipo de lucha, además de que tenía estabilidad económica, mantenía una relación conmigo —y tenía un tacto al hablar tan único, era tan atento —.

Creo que eso fue lo que más me enamoró. Su labia.


Y sus labios.


Eran mi debilidad. Aunque no los había tocado, aunque no los había visto nunca más que aquella vez.
Fue mi parte favorita de él desde un comienzo.

Su curva, su curva más prominente, la que más se notaba.

Su sonrisa.

La adoré, la sigo adorando, incluso la extraño.

La que siempre idolatré hasta el cansancio de mis noches, entre la penumbra.

La sonrisa que después le dedicó a otras personas. A otras expertas.

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