CAPITULO 4

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Un tulipán no trata de impresionar a nadie. No se esfuerza en ser diferente de una rosa. No tiene que hacerlo. Es diferente. Y hay sitio en el jardín para cada una de las flores. – Marianne Williamson


 Envuelvo lo que le he comprado, y me dirijo a casa de Álvaro, está a dos calles de la mía, miro el reloj en mi muñeca, tengo tres horas libres para descansar hasta que sea la hora de trabajar, no me da tiempo de dormir un rato, pero no puedo hacerle ese desplante a él. Toco la puerta y me abre su madre con una gran sonrisa, ella es la persona más amable y positiva que conozco, ha salido adelante sin su marido al lado, ya que este los abandono cuando se enteró que ella estaba embarazada, pero eso no fue impedimento para criar a su hijo y darle todo lo que el necesitara.

—Mi niña Irianne— me da un fuerte abrazo, ella me ama y siempre ha querido verme junto a su hijo —como estas de hermosa cariño- se separa de mí y me mira de pie a cabeza, la entiendo, casi no me ve por lo del trabajo.

—muchas gracias señora Lorena, y disculpe no haber venido antes, he estado un poco ocupada—

—No te preocupes cariño, Alvarito me ha dicho— me señala a dentro y la sigo —vamos mi hijo se pondrá feliz de verte aquí—

Reparo el camino hasta la terraza en el segundo piso, es una casa muy colorida y luminosa, hay fotos de Álvaro por todos lados, siempre que venía a su casa lo molestaba con alguna de ellas, era el niño más extrovertido que he visto, en ninguna sale serio o triste, siempre está haciendo alguna mueca chistosa, cuando subimos, hay algunas bombas y luces, junto a la comida, algunos vecinos y amigos de él, entre ellos está mi mama junto a una vecinas hablando cómodamente, mi padre está junto a mi tío Alfredo ¡qué bueno! Así podre hablar con él sobre el cambio de puesto, mi hermana esta junto a uno de sus amigos, miro alrededor buscando al cumplimentado pero no lo veo, hasta que siento unos brazos alrededor de mi cintura que me alza en el aire y me gira, es él, trato de sostener su regalo para que no se caiga.

–eyy estas aquí- dice con alegría, cuando ya estoy en el suelo

—no me perdería el cumpleaños de mi mejor amigo por nada en el mundo— lo abrazo y le beso en la mejilla, siento que todos nos están mirando, ya me imagino lo que piensan, le tiendo el regalo, y lo mira con ilusión,

—¡wow! no debiste— empieza a abrirlo como un niño pequeño, no contengo mi risa cuando veo su cara al ver lo que le he traído. Es una cámara instantánea

—se cuánto te gusta tomar fotos, así que se ocurrió esto, no es profesional ni nada de eso, pero...—no me deja terminar cuando siento el flas en mi cara ¡joder! Casi quedo ciega,

—Es el mejor regalo de todos, gracias- me abraza nuevamente, emboza una gran sonrisa cuando ve la foto —esta será mi foto favorita a partir de ahora— me temo lo peor, tomo esa foto cuando yo estaba hablando, así que intento verla, pero enseguida la oculta y huye a otro lado

—¡déjame verla!— lo sigo, no lo dejare en paz hasta ver la foto, así que hago la que se enfada e intento irme, esa técnica nunca falla

—oye espera, puedes verla desde lejos— me la muestra, y me arrepiento de inmediato, estoy horrible, mi boca está abierta y mi ceño fruncido, lo odio, pero sé que no me la dará.

—¡idiota! Estoy horrible— el solo ríe como un niño pequeño,

—te ves muy tierna— repara la foto y sigue riendo

...

Luego de un rato de estar entre risas y haber comido de todo, llega el momento de irme, mi tío Alfredo se ofrece a llevarme a Enigma y acepto encantada, es mi oportunidad para hablar con él. Cuando estamos en el auto, no estoy muy segura de cómo decirle, sé que va a ser difícil convencerlo.

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