Capítulo 10

24 6 13
                                    

DRAGO

No sé si enojarme o simplemente echarme a reír.

Nunca pensé que me encontraría con Aliyah saltando sobre mi cama y vestida solo con una de mis camisas. La dejé encerrada en mi habitación porque era la única de la que tenía llave a mano, no había sido mi intención hasta que no quiso entrar al edificio. Tenía que ir por unas cosas y sabía que, si la dejaba enojada aquí, se iría apenas yo desapareciera de su vista y ya había tenido suficiente con su escapada ayer por la noche.

Todavía no puedo creer que hiciera todo ese show en la recepción del edificio. Si de algo estaba seguro es que no me aburria con Aliyah viviendo aquí.

La habitación huele a ella y rezo porque esta sensación de aceptación, que tiene mi cuerpo cada vez que la siente alrededor, se quede... y ella también. No es la única de los dos que carga con el peso del abandono de una relación. La diferencia entre nosotros es que yo quiero lo que tenía antes y ella no quiere nada de lo que tenía.

Suspiro y niego con la cabeza al ver la cama rota. Parece una niña de cinco cuando quiere. Sin preocuparme lo más mínimo en solucionar el tema del mueble roto, doy vuelta por donde vine y me dirijo a la cocina. La hora de la cena se acercaba y tenía que comenzar a moverme.

Cocinar siempre se me dio bien, aunque no es algo que haga frecuentemente. Tampoco es que tallarines con salsa boloñesa sea tan difícil de cocinar, no cuando te cría la empleada de la casa que es de nacionalidad italiana. Si fuese por mi madre no sabría ni cocinar un huevo.

Me encontraba rayando la zanahoria cuando una servilleta de tela color blanco aparece frente a mí.

— ¿La reina del drama y escándalo pidiendo paz? Que irónico - río y sigo haciendo lo mío.

— No sé qué me pasó.

— Yo tampoco – la apoyo.

— Tú no te quedas atrás, ¿cómo se te ocurre encerrarme en tu habitación? - no la miró, pero estoy seguro que se encuentra con el ceño fruncido y sus brazos cruzados sobre su pecho.

— ¿Estás justificando el haber roto mi cama después de que te dije que eso pasaría si no dejabas de saltar? - inquiero haciéndome el enojado y escucho que ella suspira a mis espaldas.

— Oye, te la pagaré. Prometo comprarte otra mañana mismo.

Como si me importara la maldita cama.

Seco mis manos con el repasador y lo dejo sobre mi hombro izquierdo.

— No importa, solo...- mis ojos cayeron sobre su cuerpo mirando sus piernas desnudas hasta subir al dobladillo de mi camisa que tapaba lo justo y necesario de sus muslos.

Las palabras estaban estancadas en mi mente y no querían salir. Lo que estaba preparando para cenar no se me antojaba ni un poco teniendo a Aliyah semidesnuda frente a mí.

— ¿Solo...? - alentó a que siguiera hablando, pero ya me había olvidado por completo lo que iba a decir.

Soy hombre, uno con las necesidades no satisfechas desde la noche en que se emborrachó y ella no parece darse cuenta lo mucho que me está afectando su presencia en este momento.

— Nada – logro salir de su hechizo-. Hoy tendremos una casi cita ¿Te gustan las pastas? - pregunto sin apartar los ojos de su rostro, evitando caer en la tentación.

— Si, pero ¿No se supone que después de lo que hice tienes que estar enojado conmigo y no cocinándome? - pregunta moviendo su cabeza a un lado para poder ver lo que hay sobre la mesada.

Beber o PagarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora