Capitulo X

81 4 17
                                    

CAPITULO X

(*) Las heladas cavernas,

a las cuales únicamente yo no temo,

son mi morada,

la única que el hombre no me niega.

Bendigo estos desolados parajes,

pues son para conmigo

más amables que los de tu especie.

Si la humanidad conociera mi existencia

haría lo que tú, armarse contra mí.

¿Acaso no es lógico que odie a quienes me aborrecen?

No daré treguas a mis enemigos.

Soy desgraciado,

y ellos compartirán mis sufrimientos.

Pero está en tu mano recompensarme,

y librarles del mal,

que sólo aguarda que tú lo desencadenes.

Una venganza que devorará

en los remolinos de su cólera

no sólo a ti y a tu familia,

sino a millares de seres más.

Deja que se conmueva

tu compasión y no me desprecies.

Escucha mi relato: y cuando lo hayas oído,

maldíceme o apiádate de mí,

según lo que creas que merezco.

Pero escúchame.

Las leyes humanas permiten

que los culpables,

por malvados que sean,

hablen en defensa propia

antes de ser condenados.

Mary Shelley-Frankenstein

Él no era nada

Fue lo que pensó con un rubor en extremo intenso que adornaba toda su cara, cada inseguridad perdida dentro de él llegó a la vanguardia de su mente y la única emoción que sabía cómo transmitir el giro confuso de la trama era la ira. No fue un mal día, no tenia el derecho de admitir tal deshonra, pero era evidente que esto era un mal día; de ahí venia la raíz del dolor, parecía como una plaga que se extendía, y si en el pasado había tenido días malos, no podía recordar uno que pudiera compararse a este mal día, lo cual solo empeoraba la situación, y debía mantener el control, mientras pudiera.

Tan Azul Como el CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora