Capítulo VI

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Nuevamente a solas en la habitación Luisa se incorporó de la cama, al menos eso trato, ya que el dolor la regreso a reposar en esa cómoda cama, ante la mirada simplona del anfitrión que se estaba divirtiendo con ese breve show.

-¿Quieres que te ayude?.-Soltó sin más, apreciando de nuevo ese ceño fruncido que le resultaba gracioso.

-Claro ¿Porque no?, seguramente me ayudaras...pero a ¡lanzarme del balcón!, cuando tenga de nuevo energías me iré de aquí, no necesito tu ayuda, ¿Que te hace pensar eso?.-Frustrada y agotada dirigió una mirada severa al empresario.

-Veo que también tienes un carácter horrible, me sorprende que ese príncipe pueda querer algo serio contigo, cuando podría tener a alguien linda como esposa.-Dijo mientras sin permiso tomaba en brazos a la chica cargándola camino al baño.

-¡Oye tu! ¡Bájame en este momento!.-Seto movió la cabeza negando, aferrándola mas a ella, y sintiendo como seguía riendo en su interior pensando en lo ridícula que era la postura hostil de esa chica; por su parte Luisa, aunque le doliera admitirlo se encontraba sin fuerza física para moverse por sus medios y esa parte de su orgullo estaba siendo herido brutalmente, pero podía dejarlo pasar por ahora.

-En verdad eres una necia de lo peor, no todo lo que hago es malo, ademas imagino que querrás una ducha, es lo mejor para relajarte, así que deja de portarte como una loca salvaje por un momento ¿de acuerdo?.-Dijo tomando su mentón firme sin lastimara apreciando de cerca su rostro que inevitablemente se tornaba carmesí.

-Nunca dije que todo lo que haces es malo.-Dijo notando como internamente se derretía al tener tan cerca de esos ojos color mar.

-No, pero estoy seguro de que piensas así.-La mano que sostenía su mentón se extendió hacia la mejilla, dejando a ambos con un choque eléctrico que los hizo sorprendentemente estremecer.

Luisa solo pudo contemplar como lentamente una sensación de pánico la invadía, ese simple roce la estaba paralizando, se dio rápido la siguiente cachetada mental de la noche, no iba a ceder a lo que su estúpido corazón anhelaba.

-¿Que pretendes haciendo eso?.-Lo miro mal, no iba a caer tan fácil, por nada del mundo debía que se diera cuenta, estaba determinada, no sería vulnerable ante el.

El simplemente se le quedo mirando sin apartar su mano, manteniendo una expresión neutral. Llegaron a su destino; con delicadeza sin soltarla abrió el grifo para llenar la bañera amplia.

-Oye tu ¿Podrías bajarme? Ya te había dicho que no necesito tu ayuda, puedo perfectamente cuidar de mi.-Su semblante se tornaba cada vez más oscuro, y aunque disfrutaba plenamente el estar entre sus brazos, conocía a ese hombre lo suficiente para tener en cuenta su vengativa esencia.

-Es obvio que no, así que dimite esa actitud que empieza a irritarme.-Sus glaciares se tornaron aun mas hostiles, cualquiera que lo conociera breve mente, se daría cuenta de que lo mejor era acatar su petición, ya que muchas cosas resultarían caóticas, cualquiera con un poco de sentido común cuerdo, lo hubiera hecho; sin embargo la chica que tenía frente suyo no era en absoluto parte de ese grupo.

Las miradas se tornaron aun más profundas, eran demasiado necios para ceder ante una simple presión pretenciosa, era un campo de guerra hostil donde no se podía permitir perder terreno, eso sin duda alguna se tornaría de lo más trágico en un punto donde el ego, orgullo y dignidad; valía lo suficiente para dejar de lado cualquier sentimiento extraño.

El silencio solamente era quebrantado por el correr del agua en la ducha, la dejo sola después de eso, fue en ese momento que por aparte ambos suspiraron en la ausencia del contrario, el castaño se reprochaba por la ocurrencia de haberla llevado a su casa, a su habitación, ofreciendo esa extraña hospitalidad cordial a esa extranjera que solo le estaba trayendo momentos llenos de incertidumbre, suerte que la había desarmado. Un suave toque interrumpió sus pensamientos, dejando ver una silueta de entre las sombras, se trataba de una de las piezas claves de su equipo de seguridad.

Tan Azul Como el CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora