Narrador.
El pequeño Omega se encontraba recostado en su lecho, después de tanto dolor, solo quería descansar, por lo tanto, se encontraba más allá del mundo de los sueños.
Lo cual preocupaba a cierto alfa, que no dejaba de dar vueltas en la habitación donde el Omega se encontraba.
La preocupación del Alfa, radicaba en una cosa, el Omega llevaba tres días dormido, y no parecía querer despertar.
Médicos y fisiólogos habían ido a verlo, y le habían curado sus heridas, pero, el Omega, solo se rendía.
No daba ningún indicio de querer despertar, lo cual era de gran preocupación.
Tal era esa, que el Alfa se encontraba al punto del desespero.
Cuando llego a aquel pueblo, su lobo se encontraba inquieto, pero nunca entendía porque, solo estaba alerta a todo lo que tenía a su alrededor, queriendo saber que tenía a su lobo así.
Por eso, cuando escucho el primer llamado, no dudó en ir corriendo a donde creía que lo había escuchado, y gracias a los dioses oyó un segundo, puesto que en un momento se había perdido en la inmensidad de túneles de ese castillo.
Y al entrar a aquel habitación y ver a un Omega en ese estado, su corazón se detuvo, y supo que debía tener los ojos rojos de la furia.
Solo quería una cosa, matar a todos los que le habían hecho eso.
Cuando hizo eso, cogió al omega y salió corriendo, buscando a los mejores médicos, fisiólogos y enfermeras, todo aquel que pudiera hacer algo por el.
Pero, sin embargo, el Omega seguía allí, sin querer despertar.
No se había podido marchar del reino, puesto que no lo quería dejar solo, y sabía que iba a ser fuertemente reprendido cuando volvería a su reino, a Irin, pues llevaba un día de retraso en su viaje.
El sonido de la puerta lo saco del espiral de pensamientos en el que estaba envuelto, y menos mal, pues en su mente ya auguraba la muerte de aquel pequeño.
Había entrado un viejo sabio que venía con el.
- Rey, como sabe, debemos irnos ya, hemos retrasado mucho este viaje y tenemos deberes en nuestro reino.
El Alfa gruñe, y mira al sabio con enojo.
- No le dejaré solo, no me iré hasta saber que está bien y está despierto.
El sabio lo mira confundido, pues nunca había visto a su rey de esa forma.
Pero con el paso de los minutos, comprendió algo.
- Es su pareja, ¿no es así?
El Alfa, sorprendido porque alguien más lo haya notado, solo asiente con su cabeza.
- Entonces Rey Hazael, deberá dejarle su marca.
El mencionado lo mira confundido, y lo insta a seguir diciendo.
- No quiere despertar, es más que obvio, está en algo que nos dijeron alguna vez se llama coma, esta así por voluntad propia, pues creía iba a morir, y sus heridas curan lento, su mordida haría que se curen casi instantáneamente, puesto que es su destinado y así despertaría y dejaríamos de retrasar el viaje.
El Alfa, sin siquiera pensarlo, se acerca a el Omega, lo toma por los hombros y le lame en la fuente de su olor, donde irá su ahora marca.
Se acerca y sin más preámbulos, le deja su marca.