Capítulo 2: Parte 2

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Han pasado horas desde que llegaron los invitados del reino de Irin.

A pesar de que mi habitación es la más alejada de todas, se puede escuchar un poco el bullicio que hay por la fiesta, y es algo que me reconforta, es como si le diera de alguna forma u otra, vida a este lugar.

Sin previo aviso, Sirina abre mi puerta, por sus feromonas y su rostro, puedo intuir que está enojada, sin embargo, no se porque.

- Ven conmigo, Omega - hace una pausa antes de decir lo último, lo cual lo dice con un desprecio innato.

...

No sé a dónde me lleva Sirina, por donde nos dirigimos, nunca había estado aquí, ni en ninguna parte del castillo siendo sincero.

Me tira contra una pared, lo que hace que chille, y me encandena, minutos después la escucho hablar con unas personas, sin embargo, no logro distinguir lo que dicen, son apenas murmullos y susurros.

Solo se que son hombres.

Sirina vuelve y efectivamente está acompañada de dos hombres musculosos, posiblemente alfas, pero no logro distinguir bien por el mal olor del lugar, que llena casi toda mi capacidad de olfato.

Sirina se acerca, toma mi rostro, lo observa y se burla, me da una mirada cruel, despiadada.

- Tendrás lo que mereces.

Dice esto y se marcha, dejándome solo aquí con dos hombres.

Los volteó a ver, pero ya no son dos, si no cuatro, lo que me deja profundamente sorprendido.

De la nada todos empiezan a golpearme, uno de ellos tiene un cuchillo y creo que me lo clava en el estómago y piernas, son tantos golpes y tanto que pierdo el razonamiento que terminó tirado en el suelo, con mis brazos cubriendo mi cabeza.

Cuando veo que uno va a sacar un látigo, todo pensamiento racional abandona mi cabeza y le cedo el control a mi Omega, el cual lo único que hace es abrazarse más así mismo y empezar a llamar a su alfa.

Lo cual se me hace estupido ya que no tengo alfa.

Empiezo a llorar, me va a dar pronto un ataque de pánico y empezaré a hiperventilar por lo mismo, solo pido que alguien pronto me saque de aquí.

El más grande de todos ellos toma el látigo y se lo enrosca en la mano, me mira divertido y procede a darme un latigazo en la espalda.

Todo esto mientras los otros tres me siguen golpeando. Se que me mataran y se que de esta no saldré vivo.

Empiezo a contar los latigazos para concentrarme en algo más que no sea mi próximo ataque de pánico.

Dos.

Tres.

Y mi Omega vuelve a llamar a su alfa.

Cuatro.

Y al quinto, todo se detiene.

Una gran figura, con un olor adictivo para mí, entra en la habitación y detiene todo.

Y es como si con su presencia, todo en mí se sintiera a salvo, y por lo tanto, bajo la guardia al fin. Todo mi cuerpo, entumecido antes por el miedo, se relaja al fin.

Pero, al relajarme, siento todo los daños en mi cuerpo, siento cada cosa que hicieron y dejo el dolor, dando paso al sueño.

No sé cuánto tiempo pasa.

Solo se que escucho como la presencia de olor adictivo le da una paliza a todos.

De un momento a otro, siento como me toma en sus brazos.

Tranquilo, ahora, todo va a estar bien.

Y sin necesidad de que lo diga, o lo afirme más, lo se.

Desde que entró en ese lugar, todo mi cuerpo lo supo.

Y al fin, me relajo, cediendo al sueño y para descansar al fin.
En un lugar donde no haya pesadillas.

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