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Acariciando sus rizos castaños, se giró suavemente, sin cesar, en su silla en la mitad de su habitación. La cama estaba desatendida, su peluche de consola casi que rosando el piso mientras se enredaba un poco entre las sábanas; menos blanquecinas que cuando las compró.

Su mente no giraba con él, sino que se detenía en los pensamientos que se convertían en sus entrañas. Era como si sus neuronas se hubiesen puesto de acuerdo para bloquearle el paso a escapes. Suspiró, ya tenía que unirse a la conspiración del enemigo.

No había nadie en casa, sólo el viento tocando las puertas. Las ventanas permitían que el aliento de la naturaleza rozara sus prendas. Nadie lo escucharía, qué tenía que perder. Ya el temor era una excusa barata. Si existían espíritus en esa casa, le tendrían lástima, pero ya no le importaba. El trabajo presente en su fuerza era mucho menos que a lo que equivale el coseno de 180 grados y sus números inferiores a plena izquierda.

Sólo...quedaba hablar. ¿Por qué costaba tanto, joder? ¿Tan acostumbrado estaba a que tenía que ocultar todo lo que conformaba sus supuestas debilidades? Iba a ser hombre, y debía dejar de lamentarse de una vez por todas, por el universo. Explotaría en cualquier momento.

Pero, ¿Qué tiene que ver ser hombre con dejar de ser humano? No seas tan imbécil. Aleja esa saliva gastada por bocas tan iguales a una basura. Ignorantes. Pensó.

Abre los labios, sólo di una palabra...sólo...

No. No-no puedo volver a recorrer anteriores logros, porque me carcome la vergüenza. Odio escucharme hacer cosas que otros reconocen. Retroceder el tiempo con ojos cerrados me entumece las extremidades, quiero que el pasado permanezca un misterio que no atraviese las paredes de mi palma.

Que me abandonen los demonios ignorantes e inexistentes de una vez por todas, que las decisiones construyan mis consecuencias sin rodeos. Por favor. Cualquiera que sean. Futuro de mi cansada alma, arrástrame sin vista en la parte trasera de mi cabeza. No cuestiones para traer los recuerdos que no aportan directamente a tu mundo oculto, sólo dolores y apretones. Si aprendí algo, que sea callado. No respires el aire de la arena, conserva tu postura progresista.

Hago migajas lo que me detiene de diferenciar el presente del resto de lapsos. No puedo morir sin conocer mis rincones, hala de mí, indiferencia. Secuéstrame, oscuridad. Volemos a la cima de la montaña. Entrenemos a nuestra libertad en la pálida piel de las nubes, lejanas de toda normalidad.

No ingeriré más drogas que se hacen pasar por curas. Grito mis pulmones sin interrupción, revuelvo mi cabello como un algodón de azúcar caóticamente exquisito, lloro mientras extiendo mis cachetes desde las crecientes ojeras. Sonrío con carcajadas exponenciales. Seré yo.

Y así, es como el joven de cabellos castaños terminó por hacer una mueca risueña. Como siempre, se sintió exhausto sin secuencia de reproches, pero también llegó a su estado de éxtasis. La historia se volvería a repetir, y a él no le desagradaba sufrir si, al final, sería abrazado por el después de la cueva llena de cadenas.

Sería él. Será él.

ᎪᏞᎷᏆ́ᎷᏆᏟᎪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora