"La candidata perfecta para atraer males."
Siempre pensaba en cómo sería todo el día en que me tocara ver un cajón construido con madera y adornado con flores, en vez de tu rostro.Tú me amabas con toda tu vida. Yo siempre dudaba de siquiera poder corresponder. Al menos no si hablábamos de tu tipo de amor hacia mí.
Es una pena que no me haya equivocado cuando me imaginaba sin una pizca de rastro lacrimógeno al saber que ya no hacías parte del cuerpo al que le permitiste funcionar a consciencia. Eras un recuerdo más que se esfumaría con el inicio de mi camino hacia el castigo. Y créeme, mi dulce en medio de mi amargo paquete de chocolates cálidos..., el infierno es más una recompensa dejándose apoderar por la avidez de la compasión, que un merecido justamente recibido.
Siempre te recordé, despreocupadamente, mis anhelos de tener unos ojos como los tuyos. Pero, el sentimiento fue atrevido al engrandecer sus metas; a tal punto en que, no quería ojos como los tuyos. No. Yo quería TUS ojos. Sólo los tuyos.
¿Por qué los míos eran verdes como el tinte impregnado por un exquisito té de grama? ¿Por qué había sido privada de tener luceros como máquinas de vista? Dirán que es genética, pero, se me hace difícil no continuar cuestionando sin hada madrina que me contenga: ¿Acaso Dios fue hipócrita al asegurarnos que no tenía preferencias, que nos amaba a todos por igual como sus preciados hijos? Qué desgracia. Me convenceré de que es mentira, para así no alimentar más mis instintos de aventurera en pleno libertinaje. Además de que, se lo perdonaré nada más porque, como dicen por ahí: "Él sabe cómo hace sus cosas"; y, precisamente, puso en mi recorrido al chico con ojos de noche impecable. Me habilitó el acercamiento a mi destinado punto de conquista.
Tus orbes pacíficamente oscuras se volvieron mi mayor y mejor obsesión. No digo que mi droga porque, esto no me enferma...esto me hace sentir entera.
No podía verme en ellos, por más que lo llegué a intentar. Sin embargo, con el tiempo, preferí no ver el reflejo del monstruo que cobraba vida con cada paso que tomaban los días, sino cada fuente que contara con brillo.
Observar fijamente esos portales a nuevos universos, me causaba la inquietud de tener ceguera como experiencia. ¿Tú tuviste el privilegio de ver con ojos negros sin ver todo negro como unos de los desafortunados?
¿Cómo me respondía yo eso?
Pues, ¿Cómo más? Teniendo tus ojos, obviamente.
No me fue suficiente escuchar tus explicaciones que no volaban más allá de lo que un desafortunado vería. Tu experiencia diaria tenía que ser igual de especial que tu obsequio. Esta vez, quería resolver mis curiosidades con empirismo y no con razón. Tú te burlabas de mi insistencia, y yo me mofaba de tu inocencia al pensar que todo consistía en un enamoramiento. No eran palabras dichas para no ser cumplidas...eran una advertencia pasivamente ardiente.
Pudiste salir corriendo, pero elegiste quedarte a mi lado. ¿Qué creíste que conseguirías quedándote en el agujero negro...viajar a un nuevo mundo lleno de lo que, en nuestra realidad, se consideran fantasías?
Esos ojos no le pertenecían a tu alma incrédula. Ellos debían estar puestos en las respectivas cavidades de un cuerpo que cargaba con un corazón igual de oscuro. Porque, bueno, ya tenías los ojos puestos en mí; pero yo no tenía tus ojos puestos en mí, realmente.
Todo había sido una confusión bastante conveniente; después de probar agrio como mecanismo para despertar del coma.
Quedar ciega valió la pena para cobrar la posesión que tanto pedía ser presumida. Yo era la ciega a la que el amor le brindó sus espejos de luceros con secretos. Yo...era la ciega que se obligó a ser ciega, esperando a que los receptores cayeran en mi piadosa mentira. Yo era la ciega que observaba el cajón del dueño de mis nuevos y anhelados ojos con una mirada cargada de trasfondos igual de oscuros que sus pupilas. Yo era la ciega que intercambió el color de sus ojos por gusto y no por necesidad. Yo era la ciega que quiso conservar la esencia de su supuesto amado, deshaciéndose de lo inservible; sólo sus portales servían...al menos a mi parecer, recalcando que el resto no me importaba. Yo era la ciega amada que amaba los preciosos ojos de quien la amó y no a quien la amó en sí. Yo era la ciega que se conformó con ver distorsionadamente con tal de ser legítima propietaria de esas maravillosas orbes que, antes, sólo podía ver exteriormente. Yo era la ciega que asesinó por amor a unos ojos y no por amor a una persona.
Yo...era una ciega que moriría con dos tesoros incrustados entre redes que se conectaban con el cerebro para observar minuciosamente. A eso sí le podía llamar "Prometo pasar el resto de mi vida contigo"; excepto que, a diferencia de lo normal, ni la muerte nos separaría. ¿No es así, bellos ojitos ahora y siempre míos?
Yo te dije que siempre confiaras en mis palabras, ¿No? Me fallaste. Tú me decías que me protegerías de todo, que morirías por amor. Acertaste en ambas afirmaciones, sólo que no en el sentido inofensivo que motivaron tus intenciones. Me protegiste de todo, pero tú no te protegiste de mí. Moriste por amor, sí, pero en lamentables manos del mal. Moriste por un amor a tus ojos que jamás se marchitó, no porque la vida de tu amada estuviera en una fina línea de amenaza. Por culpa de las peticiones que yo impuse sobre tus promesas y súplicas, moriste.
Al mal cómodo dentro de mí le fascinó el aroma que tu oscuridad inofensiva emanaba. Se apoderó de tus ojos hasta dejarte ciego. Ciego de amor. Ahí te comportaste como súbdito y no como un valiente desafortunado. La vergüenza casi me destrona de oportunidades que nos da la gravedad. Por tu culpa, la oscuridad es una especie de sinónimo del mal. Aunque, ¿Sabes? Hay algo en donde sí concuerdo con ese reconocimiento que hace a la claridad intachable... En la oscuridad sólo se tienden a ver las luces, pero a no los males que iluminan cuando circundan. La oscuridad se ve inofensiva porque gran parte del silencio se resguarda allí, pero, esto da cabida a la censura de lo calculado o bien planeado. Muchos no ven lo que oculta el tiempo del día en el que los suspiros del viento son el embutido. El mal se viste de algo totalmente diferente a lo que emite luz en la oscuridad, para que así absolutamente nadie lo vea camuflarse en sus cometidos. Así sobrevive tanto el mal en el territorio de los desafortunados. Así es como acusan a la oscuridad de estar contagiada del mal o de, incluso, serlo.
La oscuridad fue inofensiva hasta que perdió su virginidad, mi pobre esclavo.
Permitiste que el mal penetrara en tú única salvación; lo único que sobraba de inofensivo en tu absorbida alma inocente. Se acabó tu turno como pequeño símbolo de la esperanza en un reino sobrenatural.
Ojalá esto se tradujera como eclipse. Con una belleza de esa magnitud. Muy a tu pesar, yo devoré...o más bien, el mal devoró lo que te quedaba de centella. ¿Qué presencia tiene un eclipse si nada es visible, cierto?
Yo fui seducida por el mal, y luego yo te seduje a ti en compañía de él. Ambos, tú y yo, manchamos el honor de la oscuridad. Ambos somos culpables. Ambos nos dejamos convencer por el mal y nos aprovechamos del significado que tiene el amor entre una pareja para lograr nuestras promesas; tú cumpliste con morir por amor y yo cumplí con tener tus ojos. Puestos en mí literalmente.
Puedes descansar en paz. Tu intimidad estará eternamente intacta; a costa de la virginidad que le fue arrebatada a la oscuridad que no volvió a confiar, ciegamente, de nuevo.
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ᎪᏞᎷᏆ́ᎷᏆᏟᎪ
RandomEstelares mundos propios de la fantasía placentera. Las cajitas pertenecientes a cada interior se pueden comprender relativamente. Por concepto más allá de lo superficial, dichas cajitas son incapaces de percibirse por el ojo que tanto nos miente in...