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• Vivir de nuevo •

No dejo de escuchar a esos tacones que marcan la proximidad de mi tortura en los pasillos de este lugar. Mi pecho taladra, la respiración me falta. No puedo ver sin que se desenfoque cada partícula. Cada materia. Cada parte que conforma el ambiente de mi suerte, que está sometida a una maldición. Es sangre lo que corre por las comisuras de mis labios, salpicando el piso oscuro y muy mal aseado. Mi cara se siente fuerte, deshecha de tantos golpes arremetidos para hacerme ser obediente. 

Véte. No busques más daño. Huye.

Enterré mis dedos en la manta que cubría mis piernas heridas. Los hematomas daban un buen espectáculo estético en la blancura de mi piel. 

Sólo podía pensar en el sonar de esos tacones. Era mi turno otra vez. La única diferencia, era que, probablemente, nunca volvería a hablar con mis pensamientos sobre lo que era de mí. Yo sentía, pero no sufría. Ya no.

Le encantaba saborear mi ardor. Me hizo sentir placer al comer hasta ir sufriendo de hambruna. Las flores se marchitaban, la grama no era decorada con fluída clorofila. Esto último no lo sabía a ciencia cierta; ya habían sido años desde que no veía una luz distinta a la superficial. Nada disfrutable. Era cuestión de predicción, intuición.

Mis lágrimas llegaron a templar en mis labios sin mi consentimiento. Ya me deshidrataba por inercia. Eso sí, debo admitir...dulce el gusto salado que extraje al lamer los dos trocitos de carne hinchada. 

Reí. ¿Quería más? ¿Quería que me ataran de nuevo a sus complacencias?

El fuego refunfuñaba. Se recargaba su luz. Las llamas viajaban a través de la atmósfera sin importarle las consecuencias.

De seguro va a asesinarme. Va a llenarme de deseo por tomar de la mano al ser con capa negra. Volveré a sentir sus falanges recorrer las piezas que tanto apreciaba de mi privilegiada figura. Me callará con variedad de intenciones. Me va a obligar a irme, aunque no me lo permita. 

Iba a ser violada por una incontable vez más. Esas manos venosas de supuestos protectores, dibujarían más impurezas. Me recordarían que la injusticia nunca acaba. Que esos que luchan, mueren desgarrados por el propio bien de su subsistencia futura. 

Ya me consideraba inmortal a las balas. Una chica a prueba de balas sonaba genial, como un don de un superhéroe que nunca vino a salvarme. Si partía, partía por fin bendecida. Ojalá otros no pasaran, tercos a los ojos de un oráculo descarado, por el sendero de infortunios. 

Ya no tengo más miedo. Ven por mí, que ya tu corrupción no me hará vulnerable, ni insensible. No continuaré siendo testigo del número de individuos al que pisoteaste con tus sonoras huellas puntiagudas. Transfórmate, quítate tu disfraz. Ya la hipocresía fue percibida. Narcisista con el resentimiento de un psicópata, no cambiarás. Ándale, ve y paga tus despreciables deudas a cuesta de cadáveres con hazañas. Si ya suficiente tenemos con el caos que desataste afuera, nos sobrevendrá una desaparición; y no como las que tú mismo dirigiste en contra de tu gente, sino una en la que tú también te verás involucrado. 

Vendas protegían mis manos. Mi vista retornaba a la normalidad. Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Estoy anhelando ser ese tipo de ciego; más por no querer seguir evidenciando lo oculto o no comprobado para los ignorantes que por cualquier otro sentido, de los miles, de la palabra.

ᎪᏞᎷᏆ́ᎷᏆᏟᎪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora