PRISONER

Capítulo 4

No pasó mucho tiempo antes de que se descubriera la fuga. Fue definitivamente antes de que el siguiente guardia estuviera programado para entrar. Fue casi gracioso. El guardia corría de un lado a otro como si fuera un pollo al que le hubieran cortado la cabeza. El guardia obviamente no había sido entrenado para mantener la cabeza sin importar la situación.

Y después de eso, Dumbledore agració la prisión con su presencia. Debería haber sabido que el anciano vendría en persona a ver los destrozos y los prisioneros desaparecidos. Sintió rabia al verlo, pero se contuvo. Después de lo que había pasado, no había nada más que Dumbledore pudiera hacerle.

-Mi muchacho-, dijo Dumbledore de manera de abuelo.

Una vez más, Harry se encontró reprimiendo su ira. No era el muchacho de Dumbledore. No era nada de Dumbledore. No contestó.

Dumbledore continuó. -Supongo que fue Voldemort-. Dumbledore sacudió la cabeza y murmuró: -Por supuesto que fue Voldemort-.

Volvió a tumbarse y a mirar al techo. Se preguntaba cuánto tiempo tardaría Dumbledore en mostrar su fastidio. Tal vez Harry podría convertirlo en un juego.

Dumbledore suspiró. -La guerra está empeorando-.

Harry guardó silencio, pero estaba escuchando. No creía que Dumbledore fuera a venir tan pronto a tratar de ser amable, pero tal vez el hecho de que los mortífagos se desprendieran lo asustó lo suficiente como para tragarse su orgullo.

-Mi muchacho, necesitamos tu ayuda-.

Harry casi podía apreciar lo valiente que era Dumbledore. Para venir directamente a decir eso, tenía algo de valor.

-La gente está muriendo-, intentó Dumbledore.

Eso hizo que Harry mirara al anciano. -La gente que quiero ya está muerta o casi muerta. Todos los demás pueden arder en el infierno-.

-¿Y el resto de los Weasley?-.

Harry se incorporó. -¿Te refieres a Molly? La mujer que dijo que estar encerrado era por mi bien. ¿O a Percy? El hombre que dijo que me merecía todo lo que tengo aquí. ¿O a Arthur? ¿Quién no hizo nada? Sólo permitió que me enviaran a Azkaban por luchar en una guerra e intentar acabar con ella-.

-Matarás a la gente-, gruñó Albus, con sus ojos azules brillando.

-Mortífagos que estaban matando a nuestro bando. Nadie gana una guerra haciéndose el simpático. Considerando que estás perdiendo ahora, tal vez deberías admitir finalmente la verdad. Yo tenía razón y tú estabas equivocado-. Harry hizo una pausa para sonreír con suficiencia. -Y estás perdiendo. Si no, no estarías aquí-.

-Deja de ser tan difícil. Estás actuando como un niño-.

Harry parpadeó. -Si quieres mi ayuda, deberías aprender a pedirla más amablemente-.

Dumbledore apretó los dientes.

El anciano estaba perdiendo la paciencia. Harry casi sonrió. Casi.

-¿Quiere ayudarnos, señor Potter?-.

-¿Era tan difícil, Dumbledore? Y mi respuesta es no. Todo el mundo mágico podría arder y no me importaría lo más mínimo-.

-¿Y la señorita Tonks y Teddy?-.

Harry se quedó mirando. -¿Teddy?-.

-Ella y el hijo de Remus. ¿Quieres que ardan también?-.

-¿Dónde están?-.

-Eso lo tengo que saber yo. Tal vez si cooperas, podrás verlos-.

Harry ansiaba una varita para poder borrar la sonrisa de suficiencia del rostro del anciano. Cómo es posible que nadie se dé cuenta de que es tan manipulador como Voldemort. Harry puso los ojos en blanco. Por otra parte, no se había dado cuenta de que Dumbledore no era lo mejor del mundo hasta que él mismo fue arrojado injustamente a Azkaban. Aun así, no creía que hubiera puesto a nadie en peligro intencionadamente. Puede que estuviera utilizando a Tonks y a Teddy como palanca para que Harry accediera a luchar, pero Harry no creía que les hiciera daño si el chico que vivió se negaba a cooperar.

Harry volvió a tumbarse. -No te voy a ayudar-.

-Oh, muchacho, pensé que podríamos hacer esto de la manera más fácil. Supongo que me equivoqué-.

No oyó el hechizo, pero cuando se quedó inmóvil, no se sorprendió.

Los oídos de Harry seguían funcionando aunque no pudiera moverse ni hablar. -Tráelo, Alastor. Tenemos cosas que hacer y lugares donde estar-.

Y fue levitado, obligado a salir de una prisión en la que, para empezar, no debería haber estado.