Imagina a Rachel cuidando de ti cuando estás enferma.
Rachel salió a la sala de estar para llevarte una nueva caja de Kleenex. Odiaba verte enferma, pero siempre te consentía hasta que te sentías mejor. Al menos habías dejado de estornudar tanto.
— Hola, cariño, ¿cómo estás?— Preguntó ella, dejando la caja de pañuelos a tu lado en la cama.
— Mejor, creo.— Respondiste.— Gracias por cuidarme.— Todavía parecías bastante enferma, pero te sentias mejor que ayer.
— Cualquier cosa por ti.— Respondió ella.