Después de esa estúpida pesadilla, un frío hielo se ha instalado en mi pecho, colándose de a poco a poco a mi alma.
No logro quitarme éste sentimiento de desesperación y perdida. Se que no era Elisa, realmente, que todo probablemente se desencadenó por lo que el idiota de André me contó. Sin embargo, no logro sacarme de la cabeza que Elisa tal vez ya está con alguien. ¡Vamos, han pasado casi dos años! Y ella se fue convencida de que yo le había sido infiel, sería más que normal que quisiera rehacer su vida.
Pero, muy en el fondo de mi pecho; guardo la esperanza de que ella aún me amé. Aunque tal vez sea solo un sueño.
—Hey, güero ¿Pos que traes? Tienes días viéndote todo güey. —Su comentario me hizo reír. Pedro siempre era bastante claro a la hora de hablar. Me recordaba cuando mi padre decía: «Gente sin modales», pero era refrescante que alguien fuese de esa manera.
—Solo pienso, Pedro.
—¿Otra vez con tu mujer? —Sonó casi con cansancio. ¿Pero que podía hacer? Elisa se había vuelto casi como ese fantasma que se aparece noche a noche. Podría decir que para atormentarme, pero no. Si en sueños es el único lugar donde puedo verla, ¿que más da?
—Sí... —La pesadumbre que sentía, ya ni siquiera me molestaba por ocultarla. Me estaba consumiendo de a poco y nada podía hacer para remediarlo.
—Pos si tanto te afecta, ¿por qué no vas a verla? —Tan fácil de decir, pero tan complicado para hacerlo.
—No es así de sencillo, Pedro. —Pronuncie mientras me sentaba en un bote.
—¿Por qué? —¿Que podía decirle? Ni siquiera yo sabía por qué se había complicado tanto nuestro amor. No sabía si había sido en el momento que deje que Ruth se metiera en nuestras vidas. Ahora que miró hacía atrás, todo era tan fácil, la tenía conmigo. Pude haber tomado otras decisiones y todo hubiera salido bien. Pero no, tenía que ser un cobarde y escudarme con el pretexto de que la estaba protegiendo. ¡¿Pero protegiendo de que?! De todas formas terminaron destruyéndola, destrozando nuestra relación.
«No, tú destruiste la relación. No lo hizo Ruth ni Katya, lo hiciste tú con tus malditas mentiras» Susurro mi subconsciente. Y probablemente era así, yo había sido el único culpable.
—Porque no se dónde está. —Solté finalmente. Pedro chasqueo la lengua como pensativo.
—¿Y no tienen amigos? Así que conozcan los dos. A lo mejor sepan a dónde se fue. —Me gire para mirarlo. Era fatigante tener ésta conversación cuando ya había repasado todas las posibilidades en mi mente.
—Ella no quiere que yo me enteré dónde está, Pedro. Simplemente se fue para olvidarme y rehacer su vida. La única persona que tenemos en común, no sabe dónde está, porque ella no ha querido decirle. —El dolor de pronunciar esas palabras, en voz alta; era indescriptible.
—Mira güero, yo no tengo una experiencia así, bruta con las mujeres, pues solo he tenido una esposa. De lo único que si estoy seguro, es de que a las mujeres les gusta que uno les ruegue. A ellas les encanta tener la razón aún cuando no la tienen. —Lo miré con la incredulidad grabada en el rostro—, ¡De verdad que sí, güerito! Te lo dice un pobre idiota que ha estado casado veinticinco años con la misma mujer. A ellas les gusta que uno batalle para hacerlas felices. Con decirte que ni ellas mismas saben lo que quieren. No saben si es hambre o la visita de Andrés, ese de cada mes. Por eso uno debería irse al cielo, por tratar de saber que carajos tratan de decir todo el tiempo. ¡Eso sí! Llévala a comer taquitos o hamburguesas, nunca falla. A mí mujer cuando se pone toda renegona, le llevo taquitos y santo remedio mirá, —hizo como que se limpiaba las manos—, después ya anda toda sonriente y feliz.
ESTÁS LEYENDO
Dimitri
RomanceDespués de la partida de Elisa, Dimitri se sume en una profunda depresión. Al pasar de los días se da cuenta de que probablemente no la podrá olvidar, está decidido a encontrarla y luchar por su amor. Pero en el camino encontrará grandes obstáculos...