Nada te prepara para un golpe en el alma. Éramos felices, parecía que lo éramos ¿Pero, realmente lo fuimos?
Un matrimonio envidiable, perfecto. La casa perfecta, la vida perfecta, estabilidad económica, viajes, todo era perfecto.
Aparentemente todo en nuestra vida era como debía ser. André, ante los ojos de las personas, era el esposo ejemplar, abnegado, intachable, el mejor proveedor y padre.
Pero...
Pero...
Sí, siempre existe un, pero.
Me tomó por la cadera, arrancandome la blusa con brusquedad, besaba mi rostro y cuello con fiereza, mientras que empujaba su mano para meterla a mi pantalón.
—André noo, ¿Que haces? —replique, tratandome de safar, entonces me tumbó sobre la cama, y apretó mis pechos con fuerza. —Auch... ¡André me lastimas! así no quiero.—Lo empujo con todas mis fuerzas, pero no logro quitarlo. Así que nuevamente intenta meter su mano a mi pantalón.
—¿Que te pasa María? —gruñe molesto.
—No, ¿que te pasa a ti? ¿Por qué haces ésto? —Le muestro mis enrojecidos pechos, pero ni siquiera los mira. —Tú no eres así, ¿que pasa? ¿Has bebido?
—¿Y si es así, que? —Me dice con enojo, nuevamente huele a alcohol. Últimamente se ha vuelto habitual que llegue con copas de más o beba aquí.
—¿Por qué últimamente bebes tanto? ¿Dónde está el Andre que me trataba con cuidado y cariño? Pareces otro. —Lo vuelvo a empujar con todas mis fuerzas, está vez se mueve para que yo pueda levantarme, a continuación se tumba boca arriba gruñendo.
—Eres mi mujer y debes complacerme, María.
—No, no soy tu mujer. Soy tu esposa, y el que estemos casados no te da el derecho de hacer lo que tú quieras conmigo. ¿De dónde has sacado esos pensamientos tan retrógrados? Tú nunca me habías tratado así.
—Es así, ERES MI MUJER, MIA, MIA. Lo que llevas puesto, está casa, el carro que traes; todo es proveído por mi, ¡Osea que es mío! Y puedo hacer con lo que es mío, lo que se me venga en gana. —Me quede helada, era la primera vez que Andre decía algo así, nunca, en nuestros 20 años de matrimonio, me había sacado si quiera si quiera un peso. Me dolió mucho que me hubiera echado en cara que todo era suyo. No supe que decir o como reaccionar, simplemente camine hacia el baño y me encerré. Era cierto, él era un excelente proveedor, tenía una casa enorme, un closet lleno de ropa de diseñador, más de 40 pares de zapatos. Sin embargo eso no le daba el derecho de tratarme como quisiera, yo no era de su propiedad.
Me puse a llorar. Sin darme cuenta, le había dado el poder de tratarme así. Me sentía como una inútil, muchas veces le dije que quería trabajar, ganar mi propio dinero. Pero él siempre me lo impidió, decía que no quería una casa sucia, o hijos que no vieran a su madre porque no tuviera tiempo suficiente para estar con ellos o educarlos, que el dinero que ganaba era de ambos y siempre sería así. Sin darme cuenta, me convencio y me volví completamente dependiente de él.
Me quite la ropa y me metí a la ducha, trate de calmarme, de pensar las cosas. Me repetí que él solo había dicho eso porque estaba ebrio, cuando se le pasará, volvería a ser el mismo de antes.
Salí envuelta en la bata, mire la cama, él ya se había quedado completamente dormido. Lo amaba, a pesar de todo, lo seguía amando como el primer día.
Me acerque y le quite los zapatos, desabroché su pantalón y lo jale con cuidado para no despertarlo. Al sacudirlo, cayó un papel doblado al suelo, lo levanté y desdoble: era un número de teléfono, con un nombre escrito.
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Dimitri
RomanceDespués de la partida de Elisa, Dimitri se sume en una profunda depresión. Al pasar de los días se da cuenta de que probablemente no la podrá olvidar, está decidido a encontrarla y luchar por su amor. Pero en el camino encontrará grandes obstáculos...