Capitulo 5

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Si digo que cada noche sueño con Elisa, no es exageración. Los días que no recuerdo las imágenes de la noche anterior, me levanto con un sentimiento de vacío que no puedo explicar. Ella aún sigue dentro de mi pecho, latiendo ferozmente.

Hace tiempo que no se nada de Gustavo, probablemente a él no le importe yo y mucho menos lo que siento. Probablemente le parezca un viejo loco y aferrado. Es solo que no puedo olvidarla, en éstos tres años no he podido dejar de pensarle, de añorarla. Lo he tratado de hacer, mentiría si no dijera que en ocasiones he implorado dejar de amarla. Es verdad que el dolor ha disminuido, sin embargo el amor sigue vivo y más, cuando su rostro aparece frente a mi por las noches, sus ojos verdes, su cabello negro, su piel blanca. Está en mi mente como una fotografía viviente.

-¿insegnante? ¿insegnante, Sardena?-Esa voz me saca de mis pensamientos. Miro a la estudiante que me habla con urgencia. Me está mirando expectante, ofreciendome su libreta.

-¿si signorina, Hernandez?-Hace seis meses que me citaron de una universidad, para dar clases nuevamente, me gustaba mi anterior trabajo y, ganaba bastante bien también. Pero anhelaba poder enseñar nuevamente, y cuando por fin se disiparon los rumores que habían creado Ruth y su sobrina, pude estar tranquilo.

-ya finito.

-non si dice così, signorina. - procedo a decirle la correcta forma de decirlo-: ho finito.

-Lo siento, aún me fallan muchas palabras.

-No se preocupe, señorita Hernández, va muy bien. Vaya a su asiento. En un momento dejaré la tarea. -En eso, mi teléfono comienza a sonar. Lo tomo y respondo en voz baja queda.

-¿Diga?

-Vamos a tomar algo, Dimitri. -Su voz era apenas audible.

-Andre, ¿estás bien?-Sabia que María lo había dejado, llevándose solo su ropa. Él de inmediato le había bloqueado las cuentas bancarias y tarjetas. Trate de decirle que era un error, pero no me había hecho caso. Decía que ella era una malagradecida, que ella y sus hijos lo eran. Uno de ellos de quince años y el otro de trece. Seguía con lo mismo, diciendo que sus gustos en cuanto al sexo no tenían porque afectar su matrimonio. A pesar de todos mis intentos, no había logrado hacerle entender que había dañado a su familia, y que claro que iba a afectar.

-Estoy bien, solo quiero ir a beber algo. O voy a tu apartamento y bebemos algo... -Todas mis alarmas se encendieron. No, no podía ir allí.

-No, vayamos a algún bar, también necesito salir un rato.-Lo interrumpí velozmente.

-Bien, ¿Paso por ti a la universidad? ¿A qué hora saldrás hoy?

-No, traigo el Jeep. Mejor vamos a vernos en el bar que está a tres calles de la universidad. Te veo ahí a las seis, seis treinta.

-Bien. Ahí nos vemos.

Sabía que le estaba afectando demasiado que María se hubiera ido. Pero como siempre, él negaba necesitarla. María tampoco estaba tan bien, y lo sabía porque estaban viviendo en el apartamento: conmigo.


*-No puedo volver al pueblo, Dimitri. Mis hijos jamás podrían con esa vida, ellos están acostumbrados a otro mundo, a todas las facilidades, ¿como puedo cambiarles de esa manera su vida? Pero tampoco tengo a dónde ir. Todos nuestros amigos solo son de palabra, todos tienen a André en un pedestal, es el mejor hombre, el mejor esposo, el mejor padre y proveedor. No tengo a quien recurrir. ¿Que voy ha hacer?

Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora