Pureza de sangre

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Abril 1981

Se oía el cantar de algunos pájaros.

La pelirroja se levantó de la cama, se vistió con una bata y comenzó a tararear una canción mientras se estiraba un poco.

—Es bastante frustrante que tengas tan buen humor por las mañanas.

Tessie rio y continuó con lo suyo.

—¿Qué se supone que tarareas?

—No sé, la canción de mi cabeza.

Un picoteo se escuchó desde la otra estancia.

—Tenemos noticias del mundo exterior —continuó ella.

—Deben ser para ti.

—Ay, espero que no. Seguro Molly me regañará por lo que le dije a tía Muriel, pero ella se lo buscó, no tenía que haberme dicho que mi vestido era demasiado escotado.

El rubio formó una sonrisa burlona —Alguien no fue muy educada con su tía.

—Te recuerdo que tú eres el que dice que su padre es un mounstro.

—Insisto en que los niños del mundo tienen pesadillas con él.

—No creo que sea tan malo.

—Es peor, aunque si te hace sentir mejor, tu tía también puede aparecer en pesadillas.

Tessie rio mientras sacaba su cabeza por la puerta y veía la ventana —Es Errol, al menos no trae un vociferador, ¿puedes recibir la carta?

—No.

—La última vez me mordió. Me odia.

—Eso es porque lo encierras en una jaula.

—Le compre unos bocadillos esta vez.

—Ahí tienes la solución, ve tú, a mí no me la dará .

Salió de la habitación y fue en la búsqueda del frasco.

Abrió la ventana y mientras la lechuza se acomodaba sobre un mueble, agarró una pequeña pelotita marrón.

—Errol, te daré una si me das la carta sin morderme y te daré el frasco completo si esperas aquí unos días hasta que le escriba la respuesta a Molly.

Le extendió la mano, la lechuza tomó el dulce con el pico y estiró su pata.

—Lo creas o no, me alegra que tengas los dedos completos.

—No gracias a ti.

—¿Crees que no te ayude?

—No, no lo hiciste.

Al leer el mensaje, el ceño de la mujer se arrugó. Terminó de leerlo, la partió en varios pedazos, los soltó en el aire y con un pequeño movimiento de varita los prendió en fuego.

—Esto será interesante —soltó el más alto.

Tessie rodó los ojos.

—¿Qué te dijo?

—No era nada sobre la tía Muriel.

—¿Tengo que preguntar o me lo vas a decir? Si quieres divertirte tengo un poco de veritaserum.

—No es nada.

—No reduces mi curiosidad.

—Nada —hizo una pausa —Es solo que, en verdad me molesta que en el Ministerio sea tan importante que las personas actúen como estúpidos puristas de sangre.

La chica PrewettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora