15

1.7K 161 22
                                    

Los meses pasaron. Draco dividía su tiempo entre sus clases, la reparación del armario y pasar tiempo con Luna. La rubia se había vuelto parte de su rutina, verla en el bosque para alimentar a los thestral, en el lago negro solían leer libros empalagosos, que Draco en otros tiempo nisiquiera se acercaría a ellos, pero por ver la sonrisa en el rostro de Luna, lo hacía con gusto.

El salón vacío también formó parte de sus encuentros, ese lugar era seguro y tranquilo, nadie entraba, solo ellos dos. Por lo regular Draco ayudaba a Luna con pociones y a ella le gustaba dibujar a Draco o hacer accesorios para ambos. Mismo que el platinado llevaba, en la muñeca o en el cuello, escondidos dentro de su camisa o debajo de la manga

—este es el décimo brazalete, Luna, no creo que mi muñeca tenga tanto espacio— dijo divertido, de ver cómo Luna intentaba amarrar otro amuleto a su mano

—son para cuidarte, ¿Verdad que los Nargles no te molestan?— cuestionó, ladeando un poco la cabeza, dándole un aspecto más tierno

—No hagas eso Luna— pidió Draco, sonriendo

—¿Hacer que?— preguntó confundida

—ser tan tierna, harás que me derrita— bromeó, tomándola de las mejillas y acercándola para dar un beso en su frente —tienes razón, los Nargles no me han molestado— aceptó —¿Y a ti?—

La ravenclaw dejó salir un suspiro, que sonaba triste

—este es mi último par de zapatos— afirmó, moviendo sus pies

El platinado, sintió lastima y enojo al mismo tiempo, no debían hacer eso, Luna no hacía daño a nadie y hacerla caminar descalza por los pasillos era cruel

—son los rojos— apuntó Draco, conociendo el amor que tenía por ese par exentrico de zapatos

A él le parecían muy Luna, eran pequeños para encajar al pie de la rubia, de un vivo color rojo que le recordaba al color de las cerezas y tenía un pequeño moño de color anaranjado con manchitas amarillas al frente de cada uno

—he tenido que esconderlos, la última vez pasaron meses antes de que pudiera encontrarlos— dijo, en un tono que usarias para confesar una travesura —no se cuántos amuletos más voy a necesitar, pero por más que haga, siempre sucede lo mismo— el tono volvió a cambiar a uno más afligido —he tenido que pedir un nuevo libro de encantamientos por qué el anterior desapareció, lo busque por todas partes, hasta en las cocinas con los elfos— declaró

—lo siento Luna— susurró, abrazandola para consolar su aflicción por las cosas perdidas que parecían ahora tomarían su tiempo en reaparecer

—está bien, mamá siempre decía que las cosas vuelven a su lugar, se que las encontraré de nuevo— afirmó ahora con una expresión decidida y paciente

—vamos a encontrar tus cosas, voy ayudarte— le prometió —ahora, dime, ¿Cómo te fue en la tarea de Slughorn?— Luna sonrió alegre

—obtuve un éxtasis, según el profesor es lo mejor que he entregado— Draco sonrió junto a ella —No lo habría logrado sin ti— murmuró, dejando un beso sobre la mejilla pálida

—eres muy inteligente, solo algo distraída, trabajaremos en eso— le aseguró, acomodando algunos de los rizos desordenados

—igual gracias por tu ayuda, quería darte algo—

La joven se estiró para alcanzar su bolso

—No es necesario— intentó Draco

—probablemente, pero lo hice para ti—

—¿es otro collar?— negó —emm, ¿Brazalete?— volvió a negar —¿Entonces?—

De la bolsa sacó un trozo de pergamino, Draco la miraba curioso y fue justo al girarlo que los ojos se le abrieron con sorpresa

extraña casualidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora