Cuando eres pequeña aspiras a realizar tantas cosas que nada parece imposible entre tanta ilusión. Tras la secundaria valoras realizar la preparatoria o un ciclo formativo. Sin contar la cantidad de habladurías y exigencias que se esconden tras la etapa universitaria.
Sin embargo, no seguí ninguno de los patrones deseados por mi familia. Todos esperaban que estudiara medicina o algo de ese estilo tras haber tenido matrícula de honor en bachillerato. Ellos dicen que soy estudiosa y tengo potencial. Yo lo llamo aburrimiento y falta de vida social. Cuando tu hobbie es pasar los días entre cuatro paredes, leer es la mejor escapatoria. Al menos, ha sido así desde los 9 años.
Con tan solo 12 años me había recorrido todos los sitios que había soñado visitar. Entre ellos París, Roma, Nueva York, Ámsterdam... Todo sin mover un músculo en la silla de mi escritorio. Supongo que eso fue lo que hizo que me enamorase de los libros. Poder huir de mi realidad y camuflarme en la que deseara. Dejar de ser la protagonista de mis pensamientos y que fuesen otros personajes quienes tuvieran que pasar por el sufrimiento de mi mente, no yo. Por esa razón, según cumplí los 16, comencé a trabajar en un almacén por las tardes hasta terminar bachillerato, todo ello con la condición de mi tutora legal de que sacara mis estudios. Teniendo en cuenta que su deber era cuidarme hasta los 18, lo que incluía pagarme los estudios y alimentarme, los ingresos que fui consiguiendo durante ese tiempo, los guardé hasta cumplir la mayoría de edad. Cuando al fin llegó el esperado día, ni siquiera celebré mi cumpleaños, cogí mis pertenencias, firmé un contrato de un año de alquiler y comencé a vivir sola.
Pero ahora, con 24 años, puedo decir que estoy tranquila. Hace dos años que al fin he logrado uno de mis pequeños sueños, montar mi propia librería. Si bien al principio no fue un camino fácil, ahora es una de las tiendas más queridas por mis clientes y cada vez más conocida entre las ya existentes. Poder ayudar a alguien a encontrar una historia que le maraville, conseguirle a una persona un ejemplar que no encuentra en ningún otro sitio... Una lista completa de retos que me propongo cada día y que necesito cumplir. En parte, para sentirme bien sabiendo que de algún modo puedo intentar hacer feliz a alguien. Por otro lado, deseando mantener viva la llama de la lectura entre una red completa de redes sociales y videojuegos. Porque si ella me salvó a mí la vida, yo debo salvar la suya.
Quedan 10 minutos para el cierre. Le entrego el ticket a mi última clienta y esta me agradece satisfecha mientras sale de la tienda con una sonrisa. El día ha resultado agotador, sin duda. Me gusta trabajar, pero mis piernas no soportan estar ni una hora más en movimiento. Observo las dos cajas nuevas que permanecen en el suelo desde esta mañana y las cuáles aún no he sido capaz de colocar. Es viernes, podría colocarlas el lunes, pero sé que probablemente tenga más trabajo. Casi sin fuerzas, logro ponerla encima del mostrador y saco los primeros libros. Voy situando cada uno en sus respectivos lugares y miro el reloj desesperadamente, rogando porque a nadie se le ocurra entrar ahora. Voy a comenzar la segunda, cuando observo que la aguja mayor se sitúa en las 00. Hurra.
Corriendo, voy directa a la puerta dispuesta a cerrarla. Y casi llego a tiempo. Digo casi porque un estúpido pie me lo impide.
— Disculpa, sé que es la hora pero, ¿podría atenderme?— he de decir que la voz grave me puso los pelos de punta, pero lo que menos esperaba al levantar la vista, era encontrarme con un hombre de por lo menos metro ochenta, vestido como si fuese a un Óscar. Me quedo asombrada. Nunca antes había entrado en mi tienda alguien así. Zapatos y pantalón de traje seguramente demasiado elegantes como para poder costeármelo, y una camisa blanca de vestir con los botones de arriba desabrochados, dándome curiosidad por saber qué se esconde más abajo. Se cuida, eso sin duda, solo hace falta ver lo bien que se adapta la ropa a su cuerpo. Miro detrás de él y diviso un vehículo negro que parece ser bastante nuevo y un guardaespaldas esperándolo. — ¿Hola? ¿Me estás escuchando?— Vale, lo divertido viene ahora. Si me había quedado media tonta viendo la figura del hombre que tengo delante, no podrían imaginar la sensación de querer que me tragase la tierra que sentí, cuando me encontré con una mirada demasiado impotente para mi gusto. Espero que lleve lentillas, porque nunca antes había tenido delante a unos ojos que lejos de ser castaños, se acercan al color de la miel.
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Inuyasha y Kagome "Niégame"
FanfictionKagome ha decidido no confiar en nadie que no sea ella misma. El pasado ha marcado sus pasos y la ha obligado a guardar sus sentimientos bajo llave. Sin embargo, unos intimidantes ojos dorados pondrán a prueba todas sus fortalezas. Ella quiere senti...