Capítulo 7

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Y la respuesta es...

Cruz.

Me bajo del coche con el obsequio en mis manos. Miro hacia arriba y la altura del hotel me deja sorprendida. En una pequeña ciudad como esta, a la cual más bien yo denominaría pueblo, las viviendas no suelen tener gran altura precisamente, y es por ello que no es de extrañar que destaque sobre el resto. Además, a diferencia de las humildes casas rurales que abundan por la zona, este edificio llama la atención por su aspecto, lujoso, moderno y sus amplios ventanales. Si bien puede resultar insignificante para residentes de grandes ciudades como Nueva York, es una maravilla para algunos de nosotros que no han visto mucho mundo. No obstante, su precio es realmente elevado, pocas personas se alojan en él durante el mes, y a veces me llego a preguntar de donde sacan el dinero para poder mantenerlo abierto.

Me asombra que Inuyasha se esté quedando aquí. Me extrañaba su aspecto el primer día y esa especie de guardaespaldas o chófer que iba con él en el coche, al igual que ya sabía que Rin poseía cierta economía elevada debido a sus anécdotas de viajes y su vestimenta, pero, en cierto modo, no me lo esperaba. Ya quisiera yo poder permitirme quedarme al menos una semana en esa maravilla...

Cuando miro hacia la puerta, mi estómago se encoge. Tomar buenas decisiones nunca ha sido lo mío, y creo que ahora mismo, tampoco lo es. Esto es una jodida locura. Voy a presentarme en su habitación, ¿encima de noche? Valoro todas las posibilidades y, la verdad es, que no encuentro ninguna razón en la que esto pueda salir bien. Creo que será preferible hablar con el portero y que él se encargue de hacérselo llegar.

A través de la puerta de cristal, puedo observar a un señor de edad avanzada leyendo un libro tras el mostrador. Su pelo parece haber desaparecido con los años, y apenas una pelusilla es lo que se mantiene en su cabeza. Doy unos golpecillos en la puerta para atraer su atención y, desde que se percata de mi presencia, el señor con su traje oscuro se acerca para abrirme.

— Buenas noches — saludo algo nerviosa. No es que sea muy común en mí hacer este tipo de tonterías.

— Buenas noches, señorita. ¿Puedo ayudarla en algo? — pregunta amablemente.

— Hola, buenas noches. ¿Está aquí un hombre llamado Inuyasha?

— ¡Ah, claro! Casi me había olvidado. Ya me había dicho ese joven que usted no tardaría en venir. Está esperándola en su habitación, arriba en la última planta.

— ¿Me está esperando? — ¿Acaso sabía que venía? A lo mejor Rin le ha dicho algo, aunque ella me dio la dirección para que le enviara el detalle, no para que viniese hasta aquí. ¿No?

— Sí, sí, suba — se aparta, permitiéndome el paso.

— Gracias — respondo más seca de lo que me gustaría. Sigo alucinando con todo esto.

— Si le soy sincero, me sorprende verla. Normalmente sus compañías suelen ser... Diferentes — comenta a la vez que me mira de arriba abajo.

Vale, esto ya resulta incómodo. Lo siento por no tener pasta hasta rebosar. Puedo entender que no vista igual que las típicas estiradas de las revistas famosas, pero tampoco hacía falta ese comentario. Ofende.

Me despido del hombre mientras camino a lo que parece ser el ascensor. Aprovecho para echar un vistazo al recibidor y me enamoro de este. No es que sea gigante, pero han aprovechado el espacio. El mostrador ocupa la mayor parte de la sala, pero a los lados, dos sillones blancos resaltan con el color oscuro del suelo. Unas mesas de cristal delante de los asientos y unas plantas altas de interior, terminan de completar la decoración. Sencillo. Aunque, con las bonitas paredes de cristal, no creo que necesite mucho más.

Inuyasha y Kagome "Niégame"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora