Capítulo 2

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Amo leer. Ficción, fantasía, humor, cómics, terror... Y romance. Historias de amor, a veces un poco clichés, por cierto. Pero para qué negarlo, es de mis géneros favoritos. Y como tal, he leído lo suficiente como para cabrearme con algunas protagonistas. Si ahora mismo esto fuese una de esas novelas románticas, podríamos decir que, tras ese bonito abrazo a escondidas, ya tendría que estar pensando en la boda que quiero preparar junto a él.

PUES NO. Que quede bien clarito, NO.

Evidentemente, después de reaccionar del estúpido shock en el que me había quedado, le cobré el libro con una rapidez y mal humor que hasta ahora nunca había empleado con mis clientes. Hasta que por fin y finalmente lo eché de mi tienda casi con una patada en el culo y con la advertencia de que no vuelva a aparecer por allí. ¿Irónico? Pues sí. ¿Qué estamos hablando de un tío que podría hacerme la vida imposible y arruinar el pequeño sueño que tanto tiempo me ha llevado? Pues también. Pero no pienso aguantar a que un engreído venga con exigencias y que, aparte de hacerle un favor, se tome confianzas conmigo. Ahora que lo pienso fríamente, quizás me pasara de borde, no obstante, debo cubrir mis espaldas. En esta ocasión puede que lo hiciera por provocarme pero, ¿y si se le hubiese cruzado un cable? Estaba sola allí, la puerta cerrada y los estantes en los que estábamos no eran visibles a la calle.

Llevo todo el fin de semana con un humor de perros horroroso y aunque es posible que el periodo tenga algo que ver (no lo niego, al fin y al cabo, las hormonas son las hormonas), sé quién es el responsable de ello. En parte, tengo curiosidad y nervios por saber si a la chica le habrá gustado mi recomendación. Hasta ahora no había tenido ocasión de recomendar mi libro favorito, y la verdad es que me haría ilusión que encontrase la misma fascinación que yo sentí al leerlo. Pero lo peor que llevo, sin duda, es no he conseguido quitarme de la cabeza la estúpida actitud que tuvo ese imbécil conmigo. ¿Acaso tratará a todas las mujeres por igual? ¿Tratará de arruinar mi clientela o mi pequeño local por cómo lo traté? En un principio intentó amenazarme con lo de dar mala publicidad de mi tienda y, aunque eso no me importe ya que mis clientes saben cómo trabajo, es verdad que, si consigue que tenga que cerrar, será el peor castigo que puedan hacerme.

Al menos, no tendré que volver a verle.

Me llevo la última tostada con mantequilla del plato y me la voy comiendo de camino al aparcamiento. Me he quedado dormida y se me ha hecho un poco tarde. Consigo aparcar cerca de la tienda sin tener que dar demasiadas vueltas, dejándome tan solo cinco preciosos minutos para poder entrar y organizar todo.

— Buenos días— la anciana Kaede entra como siempre la primera.

Kaede es una señora de bastante edad, aunque he de admitir que se conserva muy bien. Comenzó a venir poco después de abrir la librería y, a diferencia de otros clientes, ella cada semana venía a buscar libros nuevos. A veces, eran libros infantiles, otras, más juveniles o de otros géneros. Al parecer, los sábados sus nietos van a visitarla y, cansada de las nuevas tecnologías, comenzó a leerles historias. A los más pequeños, les leía cuentos infantiles y, a la mayor, le regalaba novelas de suspense y amor.

— Buenos días, señora Kaede. ¿Cómo se encuentra hoy? — la recibo con una sonrisa.

— Muy bien, querida. Los renacuajos siguen emocionados con los libritos que me dejaste el otro día, pero mi jovencita ya devoró el último. Ahora en tan solo unos días se los termina.

El resto de la mañana resultó ser bastante tranquila. Pude organizar y ordenar bien todas las cositas nuevas que llegaron y que no pude hacer el viernes por culpa de un señor intruso. Además, me dio tiempo a leer algunas sinopsis y recomendaciones de nuevas novelas que pueden ser de interés. Sin embargo, hace rato que volví a abrir tras el descanso del mediodía, y la verdad que ando liada. Hay bastantes personas y, aunque no todas vienen a comprar sino a mirar, debo estar atenta a todo. 

Al final, termino agotada. Queda media hora para cerrar y por suerte, apenas hay dos clientes.

— ¿Puedo ayudarle en algo? — pregunto a uno de los jóvenes.

— No hace falta, solo miraba las novedades. Gracias — responde educadamente.

Doy vueltas, colocando cada uno de los libros en la zona exacta y totalmente alineados con el resto. No puedo con el desorden.

— ¡Kagome! — no hace falta que me gire para reconocer su voz, es inconfundible. Junto a la señora Kaede, creo que es de las clientas a las que tengo más aprecio.

— ¡Hola, Rin! —le digo entusiasmada aún de espaldas—. ¿Cómo...? — no llego a terminar la frase. No puede ser.

Y ahí. Justo al lado de mi apreciada clienta, está él. El estúpido acosador.

— Vaya, parece que se te ha comido la lengua el gato —comenta con burla.

Inuyasha y Kagome "Niégame"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora