— De verdad que no puedo creer que esté haciendo esto — me quejo observando mi reflejo semi desnudo en uno de los probadores de las casi 10 tiendas a las que hemos ido.
Koga ha entrado en modo estilista y no ha dejado de inspeccionar cada detalle de cada prenda existente en las tiendas. Si fuese por mí, habría escogido cualquier pantalón y camisa y tan contenta. Sin embargo, se ve que esta es una ocasión especial para él. En realidad, me hace bastante ilusión conocer a la responsable de que mi chico favorito haya decidido sentar la cabeza y que, además, haya conseguido darle una oportunidad para cumplir su sueño.
— Vamos, pruébate esto y deja de quejarte— cuela su mano por la cortina que me separa de él, tendiéndome otra percha más. Pero esta vez, el estilo es totalmente distinto.
— ¡Ni de broma! Estás loco si piensas que voy a ponerme esto — le respondo cuando observo que lo que me ha entregado, no es nada más y nada menos, que un vestido de encaje negro.
No hay cosa que deteste más en lo que a moda se refiere, que un vestido o ropas ajustadas. Me siento expuesta y ya tengo demasiadas inseguridades como para encima tener que ir exhibiendo a todo el mundo cada uno de mis complejos. No saben lo difícil que es ir a algún sitio y no disfrutar por estar pendiente de que nadie se fije en ello. No me siento cómoda con mi cuerpo, admiro a todas esas chicas que se sienten bonitas con el suyo, pero a veces para mí verme en el espejo es todo un reto.
Hasta hace un momento, Koga y yo nos habíamos entendido. Pantalones y camisas elegantes, pero holgadas, tal y como sabe que me gusta. ¡Ahora ha pasado literalmente al otro extremo! Entiendo que la ocasión sea especial, ¡pero esto es pasarse, tengo un límite!
— Kagome, por dios, tan solo pruébatelo — escucho su voz cansada al otro lado. Con la tontería, llevamos más de dos horas mirando cosas e imagino que tiene tantas ganas de acabar como yo —. Si no lo haces por ti, hazlo por mí. Estoy seguro de que te va a quedar espectacular. Si no me convence, prometo no darte a probar ni uno más. Solo déjame verte con ese, por favor.
Miro la prenda y seguidamente mi reflejo. Así una y otra y otra y otra y otra vez más. Esta idea no me gusta, pero decido hacerle caso al menos en esta ocasión. Me pongo de espaldas al espejo, y dejo que la tela vaya cubriendo mi piel. Trato de subir la cremallera de mi espalda, pero cuando voy por la mitad, esta decide no seguir. Ruedo un poco la cortina, lo suficiente para que quepa mi cabeza, pero sin mostrar mi cuerpo, encontrándome a mi amigo ensimismado en su teléfono. El amor, el amor...
— No me sirve, la cremallera no sube — le informo en una actuación de desilusión perfecta. Nunca me había alegrado tanto de que algo me quedara pequeño.
— Date la vuelta — hago caso a sus indicaciones y rezo mentalmente para que no haga un milagro. Noto sus dedos en mi espalda y, de pronto, siento una pequeña liberación—. Si vas a llevar un vestido como este, tienes que llevarlo bien.
Entonces, me doy cuenta de lo que acaba de hacer. ME HA DESABROCHADO EL MALDITO SUJETADOR.
— ¡Oye! ¿¡Pero qué haces!? ¿Se te ha ido la cabeza? — le recrimino.
— Oh, venga ya, ni que fuese la primera vez que te veo en bolas. Además, no he hecho nada. Vamos, quítatelo, con ese pedazo de escote no puedes llevar ese sujetador. Y menos de color blanco. Estropearía todo el conjunto.
— A veces eres insoportable, que lo sepas — me quejo, quitándome la prenda a regañadientes.
Vale, si antes decía que me sentía expuesta por llevar un vestido, imagínense con las boobies al aire. No me he atrevido a mirarme aún, pero solo con el fresquito que siento en medio de los pechos, ya me estoy imaginando la escena. Madre mía, ¿y si con los nervios se me sale un pezón en medio de la noche?
— ¿Estás lista? — me pregunta, sacándome de mis paranoias.
— Sí, pero ya te he dicho que esto no sube — trato de convencerle.
— Déjame ver.
Me giro con la mirada hacia el suelo. Lo dicho, no quiero ni verme. Escucho el sonido de la cortina al rodarse y al segundo, siento el roce de sus dedos. Tira un poco de la tela y, en tan solo tres segundos, la cremallera ha subido por completo. ¡Detesto mi mala suerte! De verdad, ¿qué tan mal he hecho en mi vida para que todo el karma vaya hacia mí? Por favor, que alguien me explique.
— ¡Esto aprieta! — comento junto a mis últimas esperanzas.
— Es normal que apriete, hija. Es un vestido ajustado, no tres veces tu talla — ahora es él quien se está exasperando. Lo sé, soy una jodida pesadilla para estas cosas. Pero no es mi culpa, ¡no me obliguen y ya! —. Déjame verte.
Deslizo del todo las cortinas y le miro en una mezcla de miedo, vergüenza y desagrado. Sinceramente, me esperaba cualquier mirada extraña, una pequeña muestra de incertidumbre como en las otras ocasiones, y a girarme de nuevo al probador a seguir buscando. Pero tristemente, no. Apenas me mira sorprendido, sin decir ni una sola palabra.
— Tienes suerte de que solo te vea como una hermana — suelta sin más.
— Eres un imbécil — me río ante su repentino comentario.
— En serio, estás preciosa — dice ahora con voz más seria y su toque cariñoso habitual. Coge mi mano y me hace girar sobre mí misma —. Lo digo de verdad, estás estupenda. Y vas a llevártelo, no acepto un no por respuesta — me regaña acusándome con el dedo.
— Sabes que esto no es lo mío, Koga. Ya sabes que...
— Date la vuelta y mírate — me interrumpe en una orden. Al ver que lo ignoro, me sujeta por los hombros y me obliga a quedar frente al espejo.
Es un vestido de cóctel. La prenda se adapta a mi cuerpo algo mejor de lo esperaba. Una cosa es ver la tela suelta y otra es verlo puesto. Sin duda, Koga tiene buen gusto. Acaricio mis brazos, cubiertos de una manga baja de encaje. La tela asciende por mis hombros y continúa separada hasta mis pechos, con un cuello en forma de V hasta la mitad de mis pechos. Aunque es cierto que el traje realza un poco algunas curvas, sigue siendo bastante incómodo verme así. No puedo evitarlo.
— Está... bien, supongo — respondo sin saber muy bien qué decir al respecto.
— ¿Solo bien? Joder, estás preciosa — me anima mirándome a través del espejo, acariciando mi cabello. Realmente parece ilusionado.
—No lo sé, ya sabes que los vestidos y yo... — trato de explicarme.
— Kag. Si no quieres llevarlo porque no te gusta el estilo, lo entenderé y seguiremos buscando, pero si me dices que no porque crees que no te queda bien, estás equivocada.
— Yo...
— Vamos, inténtalo. Ojalá pudieses verte a ti misma como yo y todos los demás te vemos. Realmente eres increíble, solo falta que tú te lo creas, bichito. Todo está en tu mente — me susurra con cariño poniendo sus manos sobre mis hombros, dándome fuerzas.
— Está bien, lo haré.
Si lo dice él, quiero intentarlo. Sé que sus palabras apenas me consolarán durante unos instantes, probablemente me arrepienta momentos antes de la cena, pero al menos quiero hacer un esfuerzo por él. Se lo merece. Y quizás, tenga razón. Quizás sea hora de que empiece a aceptarme tal y como soy.
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Inuyasha y Kagome "Niégame"
Fiksi PenggemarKagome ha decidido no confiar en nadie que no sea ella misma. El pasado ha marcado sus pasos y la ha obligado a guardar sus sentimientos bajo llave. Sin embargo, unos intimidantes ojos dorados pondrán a prueba todas sus fortalezas. Ella quiere senti...